por Jon Aguirre Such
A lo largo de esta semana hemos sido testigos de como, por arte y gracia de los medios de comunicación mayoritarios, la problemática sobre la contaminación en las grandes urbes se ha convertido en una polémica de primera línea editorial. Lamentablemente, el debate generado en torno a una cuestión tan acuciante como la polución lejos de convertirse en un foro donde se planteen soluciones efectivas y sensatas, ha devenido en una suerte de disputa electoral y partidista. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, los políticos se han enzarzado en cruce de acusaciones de lo más pueril e insustancial, llegando incluso a establecerse en la categoría de insulto a la inteligencia ciudadana.
La boina de contaminación domina el skyline madrileño desde hace mucho tiempo (fotografía tomada en diciembre de 2008. Fuente: http://cambelo.ftblg.com)
La contaminación derivada del uso masivo del automóvil es un problema no es ninguna novedad, sino un riesgo importantísimo y perenne que conviene atajar cuanto antes. Por ello sorprende que la diatriba ideológica desatada esta última semana se centre exclusivamente en buscar una cabeza de turco, desviando la atención del público hacia si el paro asfixia más que la contaminación o si la culpa la tienen las ayudas al automóvil y el buen tiempo; cuando el origen de que en las grandes ciudades se respire un aire insalubre es de una evidencia aplastante: el uso desmesuradodel coche.
En teoría, el papel de los políticos debería de ser el de garantizar el bienestar social de los ciudadanos a los que representan. En la práctica…no hace falta más que echar un vistazo a los periódicos. Es por ello que a uno no le sorprende que en vez de que trabajen por el bien común -una considerable disminución de los niveles de contaminación en este caso- lo hagan por desgastar a sus oponentes y arañar así unos cuantos votos en las próximos comicios municipales. Empero, aún hay un hilo de esperanza: de todas las voces que han opinado sobre esta cuestión en la última semana solamente ha habido un político que ha pedido medidas contra la contaminación.
Pues bien, ¿cuáles podrían ser esas medidas? Teniendo en cuenta la tesitura previamente relatada, antes de nada conviene identificar con precisión el origen la dichosa boina de contaminación. Tal y como se ha expuesto, ese no es otro que el uso indiscriminado de automóvil. En el caso de Madrid, esta afirmación viene avalada por los Informes sobre el Estado de la Movilidad que corroboran que actualmente circulan a diario en la capital casi dos millones y medio de coches. ¿Pueden hacerse una idea de la cantidad de dióxido de carbono o dióxido de nitrógeno emitida a la atmósfera que eso supone? Pues el suficiente como para que en algunas estaciones de control de Madrid se hayan alcanzado los 395 microgramos por metro cúbico (la UE considera los 400 microgramos como el umbral de riesgo para la salud; un límite bastante laxo, por cierto). Pero más allá del vaivén de cifras en los que muchos políticos que quieren negar la evidencia se escudan, lo cierto es que tenemos que los niveles de contaminación tienen que reducirse drásticamente.
Evolución de los niveles de contaminación 10-12/02/2011
Toda vez que ha quedado claro este punto, la búsqueda de paliativos solamente admite un denominador común: la reducción del uso del coche. En este punto existen dos tareas clave por llevar a cabo. Por una parte está la intensísima labor pedagógica que hay que ejercer sobre la ciudadanía para que cambie sus hábitos de transporte. Potenciar el uso del transporte público, la bicicleta o el paseo debe convertirse en un objetivo prioritario en las agendas municipales. Pero esta labor educativa no tendrá éxito si no cuenta con los incentivos infraestructurales adecuados.
En este sentido los planes de movilidad tienen que facilitar muchísimo el acceso al transporte público a una ciudadanía lastrada por una cultura del automóvil incrustada hasta el tuétano. Aún más, el transporte público y los medios de locomoción no contaminantes tiene que erigirse casi como la única alternativa para transitar por las ciudades. Esto conlleva dos directrices importantes: la penalización del uso del vehículo privado y la reconversión del actual sistema viario hacia un modelo que privilegie al peatón, la bicicleta y el transporte público. En el caso de Madrid esto supondría, por ejemplo, cerrar al tráfico privado la almendra central (todo lo que está dentro de la circunvalación de la M-30) tal y como sucediera con la city londinense hace unos años. Esta medida radical no es novedosa, dado que ya fue planteada en una fase inicial del Proyecto Madrid Centro, pero sin duda podría resultar muy eficaz de cara a limitar el tráfico rodado dentro de Madrid.
Qué duda cabe de que esta no sería la única medida necesaria para paliar los efectos del uso masivo del automóvil, ya que tendría que venir acompañada de una serie de propuestas y gestiones que garantizasen un transporte público eficaz para todos los ciudadanos. Evidentemente, la transformación de la cultura del transporte en las ciudades requiere de políticas integrales y no solamente de gestos esporádicos y desestructurados como en numerosas ocasiones ha ocurrido en Madrid (peatonalizaciones aisladas de calles, construcción de carriles bici sin sentido…). Esto supondría una importante reconversión del tejido viario (obras) así como un peaje político que dudo ningún alcalde actual tenga la valentía de asumir. Mientras tanto seguiremos echando la culpa al buen tiempo…
Por cierto, hoy ya ningún periódico habla de la boina. Será que ha desaparecido…
Nube de contaminación sobre Madrid el pasado día 4 de febrero
Revista Arquitectura
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