
En paralelo a estas novelas, gran parte de ellas paradigma, proclamado por la crítica y por los expertos de literatura de su tiempo, de una nueva novela y del final de la novela tradicional, salieron a la luz El proceso o El castillo, de Kafka (en realidad, todo Kafka), Cien años de soledad o Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, El siglo de las luces, de Carpentier, Yo el Supremo, de Roa Bastos, El guardián entre el centeno de Salinger, Suave es la noche y El gran Gatsby, de Fitzerald, Luz de agosto y Santuario, de Faulkner, A sangre fría, de Truman Capote, Llámalo sueño de Henry Roth, La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa, La montaña mágica, de Thomas Mann, El tambor de hojalata de Günter Grass, Expiación, de Ian McEwan .... .
En el primer bloque, la narración desestructurada, sin apenas argumento, la fragmentariedad, la hibridación de géneros y de disciplinas artísticas, el componente irracional (aunque, todo hay que decirlo, mantienen un hilo conductor que las dota de sentido).
En el segundo bloque, la narración sustentada en la historia, con argumento y tensión argumental, el relato más transparente y depurado.
¿Cuáles, de ambos grupos, podrían ser definidas como novelas del siglo XX y cuáles no? ¿Es más moderna Ulises que, por ejemplo, La metamorfosis, deKafka? ¿Quién puede afirmar que un texto basado en la irracionalidad al que su autor calificó de tecnoficción como Arco iris de gravedad, de Pynchon es más del siglo XX que un mecanismo de relojería narrativa como Santuario, de Faulkner? ¿Vía Revolucionaria, de Richard Yates, o La saga fuga de J. B., de Torrente Ballester?

Cierto que no hay una verdad universal sobre casi nada. Menos sobre qué estética narrativa responde a las necesidades del lector literario del siglo XXI. Como crítico, necesitaría un amplio espacio para desarrollar esa teoría (en algunos artículos publicados en los últimos 5 años me he extendido con amplitud), pero como escritor, como ser humano que se ha enfrentado en varias ocasiones al desafío de construir y escribir una novela, sí estoy en condiciones de afirmar que lo que me parece más fácil es la opción por la fragmentariedad, escribir sin un orden premeditado, respondiendo a impulsos inconscientes, trasladar al texto citas internas, textos de otros guiado por un azar tan caprichoso como irracional, encadenar ideas e imágines... Y lo más difícil, construir una historia con un lenguaje revelador, exigente, trabajar una trama que muestre e intente resolver las contradicciones que viven los personajes (que han de ser vivos, de carne y hueso y alma), crear un mundo, una atmósfera, una suma o una interrelación de vidas, una sucesión de acontecimientos tejidos por una lógica que los emparente y les dé sentido. Para mí es esto último lo más difícil, lo que requiere de un esfuerzo sostenido (de lenguaje y de imaginación) hasta lograr una obra en la que nada suene a gratuito, a capricho no justificado, a mero artificio. No por casualidad, algunos amigos narradores llegaron a confesarme hace un par de años las serias dificultades con que se encontraban a la hora de estructurar una trama, su admiración hacia aquellos que lograban, con cierta facilidad, construir historias (al margen de la estética con que las trazaran) y sus limitaciones para escribir otra cosa que no fuera un libro de relatos o una sucesión de reflexiones, estampas/fragmentos o anécdotas.

1. ¿Qué razón de contemporaneidad sustenta la idea de que la novela del siglo XXI ha de ser forzasamente fragmento, carecer de "historia" y argumento, levantarse sobre el caos? Esa idea, tan vieja como la vanguardia, se manifestó, en lo concreto, en la Norteamérica de los años 60 y en la novela de la contracultura. Sus frutos, limitados. Después, en los 80-90, vinieron los Carver, Wolff, McInerney, Richard Ford, narradores de historias. Y se hicieron con el santo y la limosna.
2. ¿Acaso la gran novela, comenzando por El Quijote, no es un intento de ofrecer un orden inventado al caos de la realidad, una lógica imaginaria pero lógica al fin y al cabo, a ese caos?
3. ¿Por qué la novela del siglo XXI ha de ser reflejo del mundo que circula en el ciberespacio y el novelista debe renunciar a desafiar a esa lógica? ¿Acaso yo, por ejemplo, escritor en este blog y frecuentador del mundo virtual de la Red, debería, por no sé sabe qué prescripción de la teoría literaria de la postmodernidad, trasladar ese collage a mis novelas para ser un narrador de este siglo porque en caso contrario quedaría fuera de la modernidad?
4¿Quién puede afirmar que un monumento narrativo como Verdes valles, colinas rojas, de Ramiro Pinilla, o Ojos que no ven, de González Sáinz, Crematorio, de Rafael Chirbes o Anatomía de un instante, de Cercas, por citar cuatro ejemplos que sobre la marcha me vienen a la mente, no pueden ser considerados del siglo XXI por estar construidos con técnicas no fragmentarias, por contar historias, mientras que sí lo serían los libros de Vilas o de Fernández Mallo, entre otros?. ¿No es un sinsentido?
Hasta aquí mi reflexión. Continuará. Supongo....