De los compromisos sociales con más componente biomédico que se generan alrededor de los niños, las vacunaciones, asentadas en el principio de que más vale prevenir que curar, continúan generando controversias.
Con más de 200 años de historia parecería que debiera ser un tema superado, pero no lo es. En este blog ya nos hemos referido con anterioridad e incluso denunciado los extremos hasta los que se puede llegar por parte de quienes discuten la eficacia o incluso la conveniencia de las vacunas, desde puntos de vista personales hasta religiosos. Se llega hasta el fanatismo sin ambages.
Pero no nos referimos a circunstancias más o menos exóticas y en entornos sometidos a violencias diversas como Pakistán.
Estas pasadas semanas se ha producido un brote de sarampión en Barcelona con una treintena de casos, adultos jóvenes que no había sido vacunados en su día por razones diversas y que habían coincidido en un festival de música internacional (Sonar 2013)
Aparece ahora en la prensa la controversia generada en un país de alto nivel social, sanitario y económico como Holanda, a cuenta de las reticencias a vacunar niños por motivos religiosos entre las comunidades integristas calvinistas. La consecuencia es medio centenar de niños que han padecido sarampión con una mortalidad a considerar. El titular de El País anuncia “Virus por voluntad divina”.
La cuestión está en la defensa de los derechos de los niños. Entre ellos está el derecho a su integridad, a su salud y a su vida que, a nuestro entender, están por encima de las voluntades de unos y otros, incluyendo la de los padres. Y esos derechos deben ser defendidos en todo tiempo y lugar.
X. Allué (Editor)