Todo se resume a tres problemas:
- El modelo de estado insostenible
- La baja productividad
- El exceso de privilegios
Aunque la mayoría de ciudadanos están a favor del cambio, y los políticos conocen el problema, la realidad es que pocos somos los que estamos dispuestos a cargar con nuestra parte del mismo, y aportar nuestra contribución a la solución.
El país tiene una estructura administrativa y un modelo fiscal francamente mejorable. Y la actitud de los ciudadanos ante los cambios necesarios no siempre es positiva.
Por ejemplo:
- Todos decimos “Que se paguen impuestos”, pero si podemos no los pagamos. La economía sumergida crece más que nunca. Hay regiones del país donde facturar con IVA es una quimera.
- Todos aceptamos que se recorten servicios, pero siempre que no sean los que nosotros necesitamos. No queremos pagar medicamentos, o peajes, por ejemplo.
- Estamos de acuerdo en que se solapan administraciones, pero las más próximas a nosotros que no nos las toquen.
- Si, hay que aumentar la productividad, pero eso es cosa de otros…
- Y si podemos conseguir una subvención o una ayudita pública, que no nos las quiten…
Así no hay manera. ¡Esto se hunde si alguien (léase un gobierno como Dios manda) lo evita!