Revista Sociedad
Podía haber sido unamañana como cualquier otra en el tedioso calendario escolar. Podría haber sidootro de esos Febreros tan cortos o tan largos, según se mire, de no haber sidoporque éste traía un día de más. Quizá, el día que le sobró para haber sidonormal fue el de aquella mañana en que tocaba clase de historia y unosadolescentes pensaron que podían darla en la calle. Hartos de sufrir lasinclemencias de una clase política que ni entienden, ni comparten, decidenmanifestarse, con la espontaneidad que dan sus 16 primaveras, en contra deldesorden establecido.Cortaron una de lasarterias de Valencia y conectaron un by-passal corazón de una ciudad dormida, hastiada de sinvergüenzas con bigote, dechaqueteros de sastre y de trabajadores sin saldo. Sin pretenderlo, metieron eldedo en la llaga del volcán y éste reventó.Para unos, estánmanipulados por la izquierda, que les come el tarro de nocilla y les adoctrinacon esos tebeos de rojo chillón y con estrellas de mamporros.Para otros, no sonmás que unos mocosos faltos de hostias que han soliviantado a aquellos quetanto fútbol costó adormecer. Pero estos jóvenes no quieren dormir, cuando aúntienen edad de soñar. Y sus únicos tebeos son aquellos de super-héroes queluchan contra las injusticias sociales y meten a los malos en la cárcel. Alfin, y en el fondo, reconozco que no tenemos una generación perdida. Lageneración que nació con los ojos abiertos, que tanto ha visto tan joven, segúnalgunos mayores, tiene mucho que enseñarnos. Quizá deban de empezar porenseñarnos a abrir los ojos, y espero que no sea tarde para el ciego que nosabe caminar si no es de la mano de un papá. Gracias, chicxs