Revista Opinión
En otro país, con más suerte, esta partida de bandidos se hubiera ido ya pero aquí no lo harán nunca. Porque no tienen ni el más remoto sentido de la ética, todo lo contrario, han sido formados en esa férrea escuela del abuso y del crimen. Y como han detentado siempre el poder, han conformado las instituciones del Estado a su conveniencia, así que ni siquiera queda la esperanza de una revolución porque en este país no puede tener lugar puesto que las fuerzas represivas también han sido constituidas para yugular cualquier intento en este sentido. No hay, por lo tanto, ninguna solución, ninguna esperanza, la hubo mientras aún contando con esa terrible losa que representa la Constitución, se hubieran podido ganar las últimas elecciones legislativas porque ésta de la legislación, como sucediera en Venezuela, es nuestra última y muy improbable esperanza de haber hecho la revolución desde arriba, como nos están enseñando unos pocos países suramericanos, porque las otras revoluciones, como nos están demostrando los Usa con los países del Norte de Africa, son absolutamente imposibles porque ellos son también los mejores, con la Cia y el FBI, ayudados por el Mossaq y todos los servicios occidentales sin excepción, en el terreno de la agitación. Porque ahora ya sabemos, a base de trompazos, que Montesquieu sólo fue un pobre visionario, un teórico totalmente alejado de la realidad, que no supo o quiso ver que el ejecutivo devora y deglute plenamente siempre a los otros 2 teóricamente únicos poderes, y que había otros muchos más que colaboraban decisivamente en que este plan se lleve a cabo siempre, indefectiblemente, como son el jodido capital y la prensa canallesca. No tengo más remedio que citar a mi profeta una vez más, si todo no es más que economía, mientras ésta se halle dominada por los canallas no hay nada que hacer. Y ahí está otra vez la tarea de gigantes como Chávez. Si la riqueza nacional la controla realmente el poder político y hay voluntad para ello, el pueblo puede ser el legítimo destinatario de todas sus ventajas y el país puede en unos pocos años ser puntero en todos los índices que muestran el progreso de las naciones. Pero aquí, en España, no hay solución, lo he dicho ya tantas veces que me duelen los dedos de tanto teclear. Anoche, me cabreé hasta lo imposible con la canallesca tertulia de El Gran Debate. El tipo ese, Jordi González, elige tan cuidadosamente a sus tertulianos que uno no sabe qué le irrita más si la insultante sinvergonzonería de la derecha o la tímida y acomplejada posición de los teóricos representantes de la izquierda. Los más radicales de éstos últimos llegaron incluso a decir, el tal Antón Losada, el summum de la izquierda, que ponía la mano al fuego por su amigo, Mariano Rajoy (¡¡) y el insider Ernesto Ekaizer, que sabe muy bien lo que se lleva entre manos, que la solución a nuestro insuperable problema la tienen los jueces. Sí, coño, han leído muy bien, los jueces. En esto hubo unanimidad. La ultraderecha, regocijada no cabía en sí de gozo, coño, “¿pero cómo pueden ser tan tontos, o tan imbéciles o tan falsos estos timoratos tipos de la ultraizquierda que dicen que lo fían a todo a los jueces, a esos tipos que absolvieron a Naseiro, Sanchís, a Camps y tantos otros, mientras condenaban rigurosamente a uno de los suyos, Garzón, por haberse atrevido a juzgar a los sinvergüenzas cínicos de la Gürtel y sentar así un precedente absolutamente intolerable como el que a la ultaderecha criminal y ladrona se la puede enjuiciar?”. Los jueces son más franquistas que Franco porque ya se preocupó éste de que fuera así y Fraga, su albacea testamentario, grabó en “su” Constitución que eran absolutamente intocables, hicieran lo que les pluguiera o no, de modo que sólo juzgan y condenan a los que les conviene a ellos, que forman parte esencial del sistema y por tanto lo defenderán siempre con uñas y dientes. De modo que a mí, me entristeció definitivamente ver como unos teóricos representantes de la izquierda no sólo admitían sino que propugnaban exactamente lo mismo que los canallescos representantes de la ultraderecha. ¿Por qué lo hacían, por miedo, o porque pensaban que si no admitían esto no volverían a ser llamados a participar en un programa de una tv que pertenece ni más ni menos que al propio Berlusconi? Pero si éste es el mayor enemigo de los jueces, porque los magistrados italianos siguen empeñados en que este caballero acabe en la puñetera cárcel. Algo que tampoco verán nuestros ojos, porque, vuelvo a mi profeta, todo no es sino jodida economía, y el hombre más rico de Italia es precisamente él.