El entierro de la sardina es una ceremonia con la que en España se anuncia el fin de los carnavales y otras fiestas populares. Los entierros suelen consistir en un desfile carnavalesco que parodia un cortejo fúnebre y culmina con la quema de alguna figura simbólica, generalmente representando a una sardina. El entierro de la sardina carnavalesco se celebra el miércoles de Ceniza y en él se entierra simbólicamente al pasado, a lo socialmente establecido, para que puedan renacer con mayor fuerza, para que surja una nueva sociedad transformada.
Pero esa sociedad transformada en algo nuevo, sin los vicios del pasado, no se ve por ningún lado. Todo cuanto sucede es un lagrimeo constante por lo perdido y una lucha indisimulada de los que están muy bien situados por salvar los muebles. La sardina, en lugar de dejarse enterrar, se ha adueñado de las mentes y los corazones de la gente, nos ha abducido. Y así, en lugar de mirar al frente sin miedos, en vez de ampliar el horizonte, nos batimos en retirada, nos encogemos sobre nosotros mismos, encerrándonos en nuestra propia concha. Nos aferramos al pasado.
Los que manejan el cotarro nos advierten de las dificultades que vienen. De modo que, en lugar de enterrar la sardina con todo su simbolismo, lo que deseamos es declararla animal protegido. Y es natural, pues la sociedad transformada, con los cambios que nos proponen los poderosos, no es más que una mala copia de la sociedad presente.