Revista Cine

Abel sánchez (1917), de miguel de unamuno. del sentimiento trágico de la envidia.

Publicado el 15 febrero 2021 por Miguelmalaga
ABEL SÁNCHEZ (1917), DE MIGUEL DE UNAMUNO. DEL SENTIMIENTO TRÁGICO DE LA ENVIDIA.La historia de los hermanos Caín y Abel, que forma parte del Génesis, el primero de los libros de la Biblia, es una de las más conocidas del libro sagrada y una de las más comentadas e interpretadas a lo largo de los siglos. Se trata del primer asesinato de la historia y el motivo no es otro que la envidia provocada por los celos. Celos incontrolables provocados en Caín por lo que él consideraba una injusticia: la preferencia de Dios por las ofrendas de Abel frente a las suyas, que parecían resultarle indiferentes. En el relato bíblico no se explica nada más acerca de la causa de esa preferencia, solo se nos da noticia de una advertencia, un tanto siniestra a la luz de los acontecimientos posteriores, de Dios a Caín acerca del bien y del mal y de las consecuencias que acarrea la realización de uno u otro. ¿Era libre de elegir Caín o fue otro instrumento divino para castigar a los hombres con el recién descubierto e incontrolable sentimiento de una envidia que degenera en ira?

En Abel Sánchez el protagonista es un Caín de nuestro tiempo (o más bien de tiempos de Unamuno). Joaquín Monegro no es una persona de vida especialmente desafortunada, al menos desde un punto de vista objetivo, pero tiene la desgracia de comparar continuamente su existencia con la de su amigo de la infancia Abel Sánchez. El detonante de los acontecimientos es el profundo enamoramiento que sufre por su prima Helena, una mujer tan bella como gélida y calculadora, que acaba eligiendo a Abel como pareja. Abel posee un carácter mucho más seductor que su neurótico amigo, un artista de éxito con buenas habilidades sociales, frente a los respetables conocimientos médicos de Joaquín, que éste considera vulgares. El arte extrovertido frente a la ciencia introvertida.

Es evidente que Joaquín, del que a veces se muestran fragmentos de una especie de confesión que escribe al final de sus días, tiene mucho de unamuniano. El personaje se mueve en la angustia eterna de quien interpreta cualquier suceso de manera invariablemente pesimista, como si una conspiración, quizá organizada por una divinidad cuya existencia no es segura, se hubiera organizado en su contra. La figura de Abel, el amigo afortunado con quien constantemente se compara, le produce una mezcla de admiración, estupor y rechazo, puesto que su idea es que todo lo que tiene, especialmente esa Helena que debía pertenecerle a él, no lo ha ganado por sus méritos, sino por una especie de gracia azarosa que ha tocado en suerte a su amigo. Todo gira en torno a él y sus circunstancias y el tormento interior de Joaquín, inevitablemente, se traslada a su mujer e hija, que poco pueden hacer para ayudar a un ser tan obsesivo. 

Lo que interesa a Unamuno ante todo, a la hora de abordar esta obra, es la descripción de dos tipos humanos enfrentados, la historia de una pasión que consiste en querer ser otro, o más bien atraer para sí los rasgos definitorios del otro. La envidia, el sentimiento que define a los españoles según una vieja cita de Salvador de Madariaga, se convierte aquí en una afección maligna que corroe el alma del protagonista, tan ensimismado consigo mismo y con su obsesión que el resto del mundo parece no existir: más que en descripciones directas Abel Sánchez se sostiene a base de diálogos que dibujan un espíritu absurdamente atormentado.


Volver a la Portada de Logo Paperblog