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Abluciones, de Patrick deWitt

Publicado el 09 septiembre 2010 por José Angel Barrueco
Abluciones, de Patrick deWitt
Patrick deWitt ha escrito una obra perfecta en cuyas páginas late una soberbia mezcla de humor y espanto, destinada a convertirse en un clásico como Candy, Factotum o Miedo y asco en Las Vegas. Cualquiera puede escribir sobre borracheras, prostitutas y chiflados que pueblan los bares, pero pocos están dotados del talento, la compasión y la sensibilidad que muestra el autor en estas Abluciones (con el subtítulo de Apuntes para una novela), en las que logra un raro equilibrio entre lo tierno y lo mordaz. DeWitt trabajó durante años en un bar y de esas experiencias se nutre para la narración. Todo lo que se ve desde dentro de la barra y lo que un tipo con una vida al límite llega a consumir incluso aunque sea el camarero. Multitud de personajes estrafalarios y de situaciones grotescas desfilan por esta novela.
Abluciones me ha entusiasmado. Por su humor, por su estilo, porque es literatura en letras de molde. Y es un libro importante para mí porque me ha traído recuerdos de la época en que, durante el instituto, yo trabajaba en el bar de mis padres sirviendo copas y pinchando discos. Toda la locura que se ve a altas horas, con alcohol y drogas por medio, la ha reflejado el autor con una precisión absoluta. Voy a tener este libro a mano durante mucho tiempo, para releer algunos fragmentos o notas o párrafos al azar, porque está construido con una prosa poética llena de risa y pena. Ahí va una muestra y habrá más en días sucesivos:
Habla de la mujer hispana bajita y con sobrepeso que te sigue al almacén después de que tú le guiñes el ojo. Es tan poco atractiva que a ti te ha parecido que el gesto sería inofensivo, pero ella lo ha interpretado erróneamente como una señal lasciva para que te siga, y ahora está de rodillas, sin haberte dado ni un beso, y aunque vas muy retrasado en tus tareas y no tienes tiempo para estas cosas te encuentras a ti mismo alargando el brazo para echar el cerrojo. Intentas concentrarte para acelerar el romance y estás mirando las etiquetas del montón de botellas que hay en los estantes cuando la mujer se pone a gemir y tú supones que se está haciendo algo también a ella misma además de hacértelo a ti, y cuando bajas la vista para comprobar si es así te das cuenta de que tiene tan poco pelo que solamente se la puede describir como alopécica o medio calva, y a ti te deja boquiabierto el color gris como de cadáver que tiene su cuero cabelludo, y también las venas delicadas y de color azul y rosa que le surcan la cabeza como si fuera un mapa de carreteras. Te las apañas para terminar y la mujer se pone de pie y te rodea el torso con los brazos. Ahora le puedes ver el cuero cabelludo de cerca y te preguntas si tal vez acaba de pasar por algún cáncer terrible o algo parecido, pero no se te ocurre ninguna manera de sacar el tema sin ofenderla. Le preguntas si está bien y la mujer levanta la vista para mirarte, con ojos de extraña. Y te dice que echa de menos a su novio.

[Traducción de Javier Calvo]

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