Todos tenemos un mapa mental sobre como funciona el mundo, pero que lo tengamos no implica que lo usemos, y lo que es más interesante, el tenerlo y usarlo no significa que tengamos razón. Estas situaciones suelen ocurrir en todas las áreas, pero dónde destaca esta disociación entre la realidad y nuestra gnosis particular es en el mundo legal, en más de una ocasión aparecen clientes por la puerta diciendo: es que yo pensaba de que.
En estos casos, lo primero que ha de hacer el abogado es enseñarle que el dequeismo es un error gramatical y un horror auditivo. No vamos a entrar si se cobra a éxito, a fee más porcentaje, por horas o directamente le pasamos una factura a precio cerrado y punto pelota, nada de discutir las tarifas.
Aunque más allá de nuestro crimen lingüístico y de si leemos a Proust como si nos tira más Veronica Steel, la gran verdad es que muy pocas veces somos conscientes de los límites legales a la hora de afrontar el día a día de nuestra realidad empresarial. Tenemos ciertas nociones básicas como la que para conseguir un mejor acuerdo con nuestro proveedor es bastante ilegal amenazarle con unos zapatos de cemento o la clásica de que le haré una oferta que no podrá rechazar. Por muy legos que seamos en derecho, sabemos que esta forma de realizar negocios te puede crear ciertos problemas legales con las autoridades competentes, y aunque tengo mis dudas de que esta sea la auténtica razón de que no usamos estas técnicas de negociación, el caso es que intentamos llevar nuestro día a día dentro de unos cauces que consideramos legales.
Para eliminar las lagunas intelectuales que podamos tener en este aspecto, lo más normal es que nos informemos através de prensa especializada. Leemos la revista propia de nuestro sector más alguna generalista que nos informe de todo un poco, como puede ser Expansión, Cinco Días y si hablas inglés, quizás le des al Financial Times o The Economist. No es una estrategia descabellada, te sirve para saber que se mueve, pero puede ocurrir que lo leas y no entiendas absolutamente nada, o peor todavía, que lo leas, no hayas entendido absolutamente nada y creas que ya eres un maestro Zen del tema. Esto último suele ocurrir cuando tu ego es tan grande que ya no hay más espacio en tu propio cuerpo y has de subcontratar becarios para que carguen parte de tu grandiosa esencia, aunque entre tu y yo, los dos sabemos que tu no eres de esos.
Los que se han quedado con cara de tonto porque no han entendido nada, a veces intentan buscar más información y acaban el boletín oficial de turno, pero la voluntad de aprender no siempre viene recompensada con al virtud del conocimiento. Los incautos que se sumergen en el BOE sin la preparación adecuada, digna de los Boinas Verdes, corren el riesgo de tener desprendimiento de retina, esquizofrenia paranoide y adquieren un marcado gusto por los calcetines a cuadros. La diabólica redacción de estos documentos tiene como objetivo evitar que ojos ajenos se asomen a su contenido, y con una sabia y cruel combinación de verbos, adjetivos y subjuntivas, quiebran la voluntad y del alma de los no iniciados.
El resultado de esta búsqueda del conocimiento acaban como ya habéis leído, los que creen que lo saben pero no tienen ni idea, y los que eran conscientes de su ignorancia y al buscar el grial de saber, acaban medicados hasta las orejas con una fobia incurable hacia cualquier concepto legal.
En esta fase con los abogados ocurre como con los informáticos, creen que el abogado de la gestoría sabrá de todo, lo cual no es cierto, puede ser extraordinariamente bueno en lo que hace, pero quizás de compliance no tenga ni idea, del mismo modo que el Pepe el informático será una bestia parda pero no tiene porque ser también un experto en sistemas nosql o cual es el mejor ordenador para tu hijo.
Con este estado, los abogados especialistas, esos que realmente han vivido dentro de ese nicho legal y se saben la norma del derecho y del revés, reciben a sus clientes cuando se han dado cuenta de esta terrible verdad: que no saben. Ellos pensaban la que la normativa no les afectaba o que ya estaban cumpliéndola. Como bien me comentaba Eva, el pobre letrado ha de acometer dos trabajos, sacarles de su error y que este proceso sea lo menos traumático posible.
Por esta razón es cada vez más importante con contar con un equipo, en plantilla o externalizado, que sea capaz de cumplir con una realidad que está cada vez más presente, un generalista que sea capaz de ver la situación y alcance de los problemas, y por otra parte, especialistas que conozcan a la perfección el ámbito y consecuencias de su área de experiencia.
Esta mezcla de visión global y conocimiento específico es la que ayudará a los empresarios, y a todos porque al fin y al cabo el cumplimiento de la ley nos atañe a todos, a no solo cumplir la ley, sino a entenderla y aprovechar este conocimiento para incrementar la productividad de la empresa y encontrar nuevas oportunidades de negocio.
¿Porque ahora os hago una pregunta, alguien que no sea abogado realmente entiende las consecuencias y alcance de esta última ley?