De todas las profesiones existentes, la menos empática a mi parecer, es la relacionada con la abogacía. Siendo una de las profesiones más antiguas del mundo, siempre ha estado enmarcada en un ámbito misterioso e incomprensible para el intelecto común.
Resulta interesante saber, que en los juicios de antaño, los litigantes eran los propios acusados, fue a raíz de aquello que en Atenas, casi 500 años A.C., los logógrafos, como se les denominaba a los cronistas e historiadores en la antigua Grecia, fueron quienes antecedieron a los abogados. Estos personajes al tener gran habilidad con la escritura vieron que podían sacar buenos dividendos incursionando en la defensa de quienes iban a ser enjuiciados.
Así los acusados, contrataban a estos personajes para que se encargaran de escribir el discurso para su defensa, el que luego ellos recitaban de memoria en los tribunales.
El primer hombre en ser reconocido profesionalmente como abogado, fue Pericles, lo interesante de esto, resalta al saber quienes eran sus progenitores, su padre, un político, su madre, bisnieta de un tirano, tal vez de esta mezcla vienen esos aires resbaladizos y llenos de despotismo que caracteriza a esta profesión.
Lamentablemente no son pocos quienes en algún momento de su vida han tenido que recurrir a la experticia de algún abogado, es entonces, cuando la persona se encuentra de frente con ese individuo de traje y corbata, de sonrisa cínica que extiende su mano y aprieta la de su cliente en señal de amistad, pero también de superioridad, lo que queda de manifiesto en unos adoloridos dedos.
Podría decir que existen 2 tipos de casos para un abogado, aquellos que tienen un final y los eternos, en los primeros podrían entrar aquellos relacionados con estudios de títulos, divorcios, o cualquiera relacionado con mero trámite y los segundos son aquellos en donde el abogado debe realizar una defensa, es en este tipo de casos es donde el abogado saca mejor provecho, porque debe representar y defender al cliente en más de un juicio, lo que va alargando la relación entre ambos, pero es una relación bastante extraña, ya a que a mayor duración del caso, más alejado estará el abogado de su cliente, a excepción de los pagos que éste último deberá realizar en la cuenta bancaria del primero, por lo que comienza un peregrinar del cliente a la oficina del profesional intentando mantenerse informado, pero rara vez lo logrará, ya que solo recibirá evasivas.
Conocí a un hombre a quién unas personas habían tomado parte de su fundo y contrató los servicios de un abogado. Desde ese día, una vez al mes viajaba 150 km, hasta la oficina del abogado, trayendo consigo una carpeta llena de papeles, así por muchos años, hasta el día en que el abogado murió y él continuó con el mismo problema, ya que el abogado nunca pudo sacar a los intrusos del campo, pero eso sí, a esas alturas ya sus ahorros habían disminuido casi a cero, porque estuvo al menos 15 años pagando al abogado.
Moraleja: cuando se necesite contratar a un abogado, se debe ipso facto contratar a un segundo, para que se encargue de que el primero no nos estafe.