por ÁLVARO YANES.
La Pirámide de Maslow es la representación visual de la “Jerarquía de las Necesidades”, teoría sobre la que descansa los estudios del célebre psicólogo norteamericano de origen judío.
Abraham Maslow vehicula su pirámide sobre las necesidades básicas para mantener lo que define como la homeostasis (es decir, el equilibrio biológico). Una vez satisfechas estas necesidades fisiológicas primarias, se crean cuatro estratos superiores cada uno asentado sobre el anterior: seguridad y protección, necesidades sociales o de afiliación, estima o reconocimiento y autorrealización. Cuando tienes plenamente conseguida la primera vas por la segunda. Y así, sucesivamente hasta alcanzar la (tu) plenitud.Ni que decir tiene que esta pirámide no es más que una teoría, que es algo general fruto de estudios medios estadísticos y psicológicos, que ha sido criticada por otros entendidos y que, en el fondo, cada uno tiene la suya. No sé. Para un célibe, pues la cuarta de las características que encontramos en la base pirámide de Maslow no estará ahí. O para un actor de esos que salen en cualquier reality que ponen en televisión, pues la intimidad posiblemente esté en otra capa.
En la entrevista que se publicó la semana pasada al Presidente en las páginas de Marca, le preguntaron por si él creía que una pizca de clavo le daba mejor sabor al atún encebollao y respondió que, efectivamente, en Burundi en agosto hace un calor impresionante.
Del Nido, que se las sabe todas, utiliza la vieja y hasta entrañable argucia de atacar cuando te atacan y de cambiar el tercio al terreno que te interesa cuando la cuestión resulta espinosa. A la incómoda pregunta del sagaz Quintero sobre la posibilidad de que los miembros del Consejo de Administración se pongan sueldo (cosa que, por cierto, no va a pasar pero que con matices el que suscribe ve normal), respondió que ya veremos pero que no se debe olvidar que el Sevilla ingresa menos por socios que el Granada. Y ahora, justo después de repartir cera al potencial abonado sevillista que se queda en casa, nos encontramos con una nueva tanda de entradas subvencionadas para intentar evitar un aforo irrisorio en el partido del próximo lunes con el Mallorca (que por cierto no creo que lo consiga, ya que la entrada no me cabe duda de que va a ser mala de todas formas), con el consiguiente cabreo del socio que observa como haciendo la media de los cuatro partidos que llevamos en casa tenemos el hecho inédito e inaudito de que te sale más barato comprar entradas que sacarte el carné. Con el añadido de que uno de los cuatro es el Barça que es uno de los partidos estrella y en teoría caros de la temporada para el que esporádicamente visita en Nervión.
Por cómo se está llevando desde hace tiempo el tema de los abonos y las entradas en el Sevilla, uno tiene la impresión de que desde el Consejo se piensa que el ser abonado debe formar parte de la base de la pirámide en la “Jerarquía de Necesidades” de los que hemos nacido sevillistas. Es decir: al igual que uno no se plantea si debe respirar o no o si debe alimentarse o no, pues tampoco debe darle muchas vueltas al tema del carné y sacárselo sí o sí, siendo recriminado el que no actúa así. Si se sube un 30% y se dice que es por el IPC atomizado o si se sacan promociones de tal forma que es más barato ir con entrada que sacarse un abono, son cuestiones que deben ser soslayadas por el sevillista “auténtico”.
Advierto que soy consciente de que en este tema es posible que esté equivocado ya que mi pensamiento es absolutamente contrario al sentir de la mayoría al alinearme en cierta forma con la corriente presidencial. A mí, en mi forma de concebir mi abono del Sevilla, me da exactamente igual que las entradas valgan 5 euros, 20, 80 ó que las regalen. En mi forma de vivir el sevillismo, en mi situación económica y personal y por lo que me aporta la visita quincenal a Nervión, en el fondo el abonarme al Sevilla forma parte teórica de la base de mi pirámide en el sentido que igual que no me imagino, no sé, la vida sin escuchar la música que me gusta, no la concibo sin mi abono al fútbol. Podré ser más o menos crítico con ciertas cosas que me gusten o no, pero cuando llega la canícula ni me planteo la posibilidad de no renovar mi abono. Parafraseando el cántico biri, animar a mi Sevilla es para mí un privilegio por lo que esas dos horas disfrutando de mi pasión, rodeado de amigos en el antes, en el durante y a veces en el post es algo a lo que no quiero renunciar y que mientras pueda creo que haré. Esta forma de actuar ni que decir tiene nos convierte a los que así obramos ni en mejores sevillistas ni en graníticos ni en nada de esas calificaciones de sevillistas que detesto. Pero es como somos.
Por todo ello, en el fondo no me parece mal que en la pirámide de valores del señor Del Nido el abono del Sevilla esté en la base como una necesidad “fisiológica” más (metafóricamente hablando) del individuo sevillista porque por mi forma de sentirlo estoy cerca de esas tesis. Pero lo que pretendo decir es que puede ser la suya (o la mía) pero no la de los demás. Parece que el señor Del Nido cuando realiza este tipo de declaraciones olvida que los locos de esto no somos tantos y que a la gente hay que quererla y mimarla un poquito para atraerla. El que como yo es un irracional de esta película se extraña que valga más barato ir de entrada que de carnet pero no pasa de ahí. Otras cosas no sé, pero eso no me va a hacer borrarme del Sevilla.
Pero la inmensa mayoría se compone de gente a la que, o hay que atraer, o al menos no hay que enseñarle la puerta de salida de forma indirecta con medidas impopulares o reproches. El que está en la calle sabe que la realidad económica y social es la que es y que la gente se quita del ocio y de los caprichos cuando la situación económica aprieta. Y más aun cuando tu ocio favorito te lo hacen imposible de digerir entre horarios demenciales, diecisiete días entre partido y partido y mamoneos de todo tipo que hace que a la gente la estén aburriendo que la están cansando. Por tanto los esfuerzos deben estar centrados en fidelizar al dudoso en irse y en enamorar al dudoso por venir. Y redoblados, desde el momento que la situación del país es la que es y que al aficionado español al estadio se le están poniendo trabas con horarios, televisiones y demás como nunca antes se vio.
Esto del precio de los abonos es algo que nunca me entró en la cabeza. El que tú pongas precio asequibles al socio y que con ello puedas perder varias centenas de miles de euros (que, dentro del presupuesto que tenemos, ya sabemos qué significa para nuestro Presidente cuando se le inquirió sobre el exsueldo del señor Cruz) te lo compensa sobremanera el que Nervión esté a reventar todos los partidos. La Bombonera llena te da un plus de puntos que, tal vez, es ese empujoncito que te termina de colocar en Champions. Es por ello que esa pérdida de dinero puntual que te da el poner abonos a precios menores, en el fondo no es más que una inversión que recuperarás con creces cuando Nervión es una caldera. Además, metiendo 40.000 personas por partido consigues indirectamente unos ingresos extras evidentes: ingresas más por consumo de restauración en el estadio, más gente se acerca a la tienda oficial... Incluso el que va a poner una publicidad en la esquina inferior del córner de Gol Sur con Preferencia, la pone antes si hay 40.000 en el Estadio que si hay 20.000. En Dortmund lo vieron clarísimo y aunque su tasa de paro es seis veces menor que la nuestra o el sueldo medio alemán triplica al de cualquier sevillano, por 200 euros ves la temporada entera, liguilla de Champions incluida. Y también tienen los famosos abonos subvencionados (un minusválido paga poco más de 100 euros). Y muy mal no les va. Ni a ellos ni al resto de la Bundesliga que ha adoptado casi en su integridad la medida de priorizar al socio y presenta llenazos impresionantes todas las semanas en todos los estadios.En el Estadio del Sevilla hemos visto entradas hasta de 70.000 personas en épocas donde nuestro equipo no era ni la mitad de importante de lo que lo es ahora. Y hasta hace dos días, se le pedía a la gente que no se abonara que no cabíamos. Por tanto, gente hay. Y en mi opinión la afición es un activo imprescindible para nuestro club por lo que resulta necesario articular medidas para atraer a la gente en aras de que el Sánchez Pizjuán tiemble todas las semanas. A mí me gustaría que mi entidad, precursora e innovadora en tantas cosas dentro del fútbol español, también lo fuera en esto. En el dubitativo momento del fútbol patrio en general y de la institución en particular es momento de hacer algo distinto. De arriesgar. En manos de quien manda está.
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