Revista Psicología

Above the clouds

Por Rms @roxymusic8

Hace poco tuve la oportunidad de volar por encima de las nubes. Lo hice unas cuantas veces. Recuerdo haber comentado con los que viajaba que ya casi no tenía la novedad e ilusión de viajar en avión porque con aquello de las escalas, uno coge más aviones de los esperados y la experiencia pasa a llegar a ser familiar, algo cotidiana y nada nueva. Había una parte de mí que se revelaba ante esta realidad que se imponía. Pero, gracias a Dios (literal), todavía pude sacar una mirada nueva. Lo hice justamente tras haber vuelto de un encuentro en tierras polacas y hablado con un sacerdote eslovaco. Sin venir a cuento me preguntó si yo soñaba cuando dormía. No hablaba del soñar humanamente hablando, sino el soñar profundo ante la propia vida. Reconozco que la conversación con aquel buen hombre me sorprendió, pero por lo que luego matizó pude intuir por dónde iba y cuánto tenía que ver conmigo.

¿Por qué pude volver a tener una mirada renovada? Por ese soñar. No sé vosotros, pero yo he crecido en un mundo interior donde he dejado ir a mi imaginación. Hoy lo sigo haciendo. El caso es que cuando más lo hago es cuando contemplo paisajes como los que vi por encima de las nubes. Y no os penséis que sólo imagino ahí aunque haya cogido varios aviones últimamente. También cuando escucho una canción que se mete en mis entrañas de una forma que no puedo evitar pensar en grande, como estoy haciendo ahora. Otras veces, sueño cuando camino y me dejo interpelar por la realidad que observo ya sea en la naturaleza o en plena ciudad. Reconozco que es fácil para mí, y me encanta, poder tener ese vínculo con las cosas que vivo. Cómo no, también sueño acompañada de otras personas cuando entablamos una interesante conversación o participamos en una profunda oración y alabanza. Pero volviendo a ese mundo interior, este se activa de una manera increíble en momentos de calma y no sólo esos, también en los de crisis o cierta tristeza o dificultad. Hay algo en la vida que te hace conectar con ese soñar en grande y dejar que los anhelos más profundos se manifiesten para poder echar a andar en una dirección que los haga vida.

A eso me dedico yo. A esto mismo me dediqué en los dos trayectos que tuve para volver a España. Apenas fue una hora y media de vuelo cada uno. Digo apenas porque fue poco tiempo para soñar y uno siempre quiere quedarse ahí, donde todo es tan pleno. ¿Será que me mantuve en el discurso? (algo tan de moda en mi comunidad). En realidad, y aunque a muchos pueda sonar extraño, lejano y que no tiene que ver con ellos, no lo creo porque en ese soñar estaba acompañada de un presencia que me acompaña siempre y a la que busco con ahínco en todo lo que vivo. Estaba en oración. Sí, con Dios. Ese anhelo de grandeza en la vida que vivo, de plenitud en las cosas que realizo, de belleza en mi día a día, de significar mi vida sólo pueden venir de quien me lleva a vivir y hacer experiencia de todo esto. Me sorprendí pensando en estas cosas sobre soñar que había estado hablando con el sacerdote eslovaco y de alguna forma me sacó una sonrisa interior comprobar que esa conversación había significado y puesto de manifiesto algo dentro de mí. Una vez más di gracias a Dios por los encuentros que en esos cuatro días había podido tener. Cada cual más interesante y con algo para mí. No sé si os dais cuenta de las cosas que os suceden en la vida o si les dais importancia y unís los puntos (cono Steve). A mí me gusta hacerlo pasado un tiempo.

Cierto, pasado un tiempo es cuando puedes ver la fe que tuviste. Sin esa fe no hubieras perseverado para lograr ver o entender algo de lo que estabas viviendo y del sentido que tenía. Hay muchas cosas que no entenderemos y tendremos que esperar (de nuevo) a entenderlas. Pero, mientras tanto, qué descanso poder pensarlas, dejarlas reposar, descansarlas, soñarlas y, finalmente hablarlas o escribirlas cuando se necesite. Es paradójico que pudiera estar pensando en la grandeza de la vida observando las pequeñas ciudades que dejábamos atrás desde las nubes. Esa pequeñez, ese saberse nada entre tanto, pero a la vez saber que uno está ligado a ese tanto, llena. Quizá las palabras aquí sobran y os tenga que invitar a vivir esta misma experiencia. Quizá, también, lo que uno vive no lo puede vivir otro porque ese momento era para uno y no para el otro. Quizá las palabras se queden cortas, no existan para esta vivencia o no sirvan. Y quizá, por circunstancias, no todo habla igual a cualquiera. Pero, de nuevo, hay una parte en mí que se revela ante lo que acabo de decir: pienso que nos paramos poco. Creo que no dejamos espacio a la realidad. Estamos virtualmente sordos, ciegos, mudos. Insensibilizados.

¿Por qué los aviones tienen ventanas? Para contemplar, no para ver que hemos despegado y aterrizado correctamente. Contemplar un atardecer o amanecer. Contemplar cómo pasan otros aviones veloces por encima de las nubes. Contemplar las variadas y bellísimas formas de las nubes. Contemplar el contraste del azul del cielo y el marrón de la tierra. Contemplar los relieves de los países. Contemplar desde otra perspectiva la atmósfera que nos envuelve. Contemplar. Se habla poco de esta acción tan humana. Acabo de buscar su significado en Google y me da estas dos definiciones el diccionario de Oxford: 1. Observar con atención, interés y detenimiento una realidad, especialmente cuando es tranquila y placentera o cuando se hace con pasividad. 2. Reflexionar serena, detenida, profunda e íntimamente sobre la divinidad, sus atributos y los misterios de la fe. Por esto decía que era una acción propia del ser humano y que no otras especies realizan. Es algo nuestro y lo cuidamos tan poco. Necesitamos que nos eduquen la mirada. Y si no lo hacen, educárnosla nosotros mismos. ¿Tú, yo, lo hacemos? A mí me ayuda contemplar con esta presencia de la que te hablaba antes en mi mirada. De hecho, recuerdo un librito de ejercicio de Comunión y Liberación que tenía por título "Una presencia en la mirada" y que tanto me atrajo y me hizo bien leer. Es una constante diaria... Pero merece la pena.


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