Abrazando la revoluciónVV. AA. (Trad. de Carla Bataller Estruch)CrononautaRústica / Digital | 250 páginas | 19€ / 7,60€
Los seguidores del blog sabéis que soy un gran defensor de la ficción corta. Hace tiempo que no publico alguna entrada en la sección de Pon ficción corta en tu pila, aunque sigo consumiendo el relato corto entre mis lecturas. Uno de los pilares en mis lecturas más breves es Matreon, el proyecto de la editorial Crononauta donde nos bendicen cada mes con un par de relatos por una pequeña aportación mensual, además de ofrecer contenidos extra como una biografía y opinión de los textos que publican. Para dar valor a su primer año de vida con el proyecto, desde la editorial se han animado a escoger las doce historias más significativas de las que han publicado en estos meses, recopiladas en este Abrazando la revolución, un titulo que le viene como anillo al dedo. Por que a parte de juntar en un solo volumen varios premios Hugo, Bram Stoker, Nébula, BSFA o Ignotus, digamos que este primer año de Matreon se mueve entre historias de esperanza, de guerra, de revolución y de sacrificio.
Abrazando la revolución empieza dando voz a Lucy Wenstenra, la mejor amiga de Mina en la novela de Drácula. Las ocho personajes que me asesinaron (fragmento del diario de Lucy Westenra), de Gwendolyn Kiste, tiene la genial idea de deconstruir y reconstruir la historia de la vida y muerte de Lucy Westenra en formato de diario, reviviendo su conflicto y otorgándole todo el poder. Desde ese final, en llamas, entramos directos a la crudeza de Los muertos, con su poder incontrolable, una space opera de nave generacional escrita por Karen Osborne. Una historia sobre las desigualdades sociales de clase, en una nave llamada Hogar, que surca el espacio en busca de su Paraíso. Un gran worldbuilding construido por una sutil narrativa, que nos deja algo picuetos con su abrupto final.
Imagen de Nightmare Magazine
La maravilla llega con Guía para razas trabajadoras, de Vina Jie-Min Prasad, donde Abrazando la revolución tira la casa por la ventana en la maquetación y reproduce las conversaciones entre la mentora K.g1-09030 y H.c2-00452 mientras le ayuda a sobrevivir en su trabajo. Y como de la risa al llanto hay solo un paso, llega El sicomoro y la sibila de Alix E. Harrow, donde la autora reinterpreta el mito de Dafne y Apolo desde una perspectiva feminista. La historia versa sobre un árbol que ve a una mujer oprimida por su marido. Alix elabora un alegato feminista y de sororidad a favor de las mujeres oprimidas en clave de magia naturalista, pero también, de que no olvidemos de aquellas que rompieran las normas y no tuvieron un final feliz.
Probablemente la historia que menos me ha gustado sea Semejante a una revolución, de Rafeif Ismail, donde todo queda algo deslavazado y parece parte de algo más grande. Sus protagonistas, dos mujeres negras, inmigrantes refugiadas y victimas de la dictadura sudanesa, puro ejemplo de que quizás es más difícil la estancia en un nuevo país que el viaje en si mismo, sobre todo, si la violencia contra las personas migrantes se volviera ley. Pero llegamos a Corazones enterrados, de G. V. Anderson, una historia de terror curativa de esas que dejan huella. Tras la muerte de su madre, Fiona compra una casa para empezar una nueva vida sin los recuerdos del pasado. Sin embargo, la casa tiene a unos compañeros inesperados, con los que solo podrá convivir si aprende hacer las paces consigo misma.
Ilustración de Jamiel Law
Si hace relativamente poco exploraba el concepto de crianza con inteligencias artificiales a través de Klara y el Sol de Kazuo Ishiguro o La niñera automática, patentada por Dacey de Ted Chiang, con Verás, Naneen de Malka Older vuelvo a explorar este concepto, tanto de educación como de maternidad, pero visto desde el punto de vista de una madre (y no de la maquina) que tiene la sensación de ser mera espectadora de la educación de sus hijes. Sin embargo, la verdadera bofetada de realidad llega con Estas constelaciones os pertenecerán, un relato de Elaine Cuyegkeng con referencias explicitas al colonialismo español, que pone una vez mas de manifiesto que por mucho que se empeñen, el arte siempre es (y será) político. En la historia, una mujer usa la danza para manifestar (y revolucionar) su oposición contra un imperio que esta invadiendo su región.
Uno de los platos fuertes de Abrazando la revolución es Madres cañeras en el apocalipsis zombi, de Rae Carson, que a parte de tener el mejor titulo de todo el volumen, nos cuenta una historia de poder, esperanza y supervivencia de las que dejan el corazón calentito. Nos cuenta la historia de Brit, y el momento en que esta a punto de dar a luz en pleno apocalipsis zombi. Pero de la esperanza, pasamos a la desgarradora historia de S. L. Huang: Como los últimos de mi vida. La historia de Nyma, una niña de diez años elegida para ser la única que tenga los códigos de acceso a los seres misiles, aunque para acceder a ellos, el presidente debe matarla. El relato discurre por un perpetuo dilema moral, en el que no paremos de preguntarnos: ¿vale una vida más que la de miles de personas?
Ilustración de Scott Bakal
Y llegamos casi al punto final, donde Cristina Jurado nos lleva de la mano por un monólogo de un ser colmena ante la inminente llegada de una forastera, un ser al que nunca han visto y que tratan de analizar. Así discurre Abrazar el movimiento, una bella historia que se va modificando hacia lo terrorífico con el paso de las frases. Y cerramos este Abrazando la revolución con Cuando Robot y cuervo salvaron East St. Louis, un relato de Annalee Newitz que aboga por el sentimiento de comunidad, cooperación y deja una fuerte critica a nuestro arraigado sistema capitalista. Esta es la historia de como Robot, una pequeña IA dedicada a la detección de enfermedades infecciosas consigue salvar junto a su amigo cuervo a toda la población de East St. Louis. Un final de los más esperanzador, para una de las colecciones más completas que he leído en los últimos años.
Otras reseñas de interés:In the NeverneverFlights of a DreamerAlma lectora