Revista Infancia
En los últimos años he escuchado en repetidas ocasiones a distintas personas hablar sobre el autismo. Compañeras blogueras con hijos autistas “blogean” sobre la condición, he escuchado entrevistas de padres, doctores… pero nunca había tenido contacto con un niño autista y sinceramente no le había prestado mucha atención al tema.
Esta tarde llegue al colegio donde estudia mi hija y escucho que un niño comienza a llorar. El llanto era muy fuerte y tuve que girar la cabeza a ver quien lloraba tan desconsoladamente. Allí estaba un varoncito de aproximadamente dos años de edad, blanco, rubio, delgado, con un corte de cabello hermoso y unas facciones en su rostro de niño de revista. Me mira y corre hacia mí, se agarra fuerte de mis piernas y llorando me hacía gestos para que lo cargara. Lo cargué y me apretó muy fuerte, me abrazaba demasiado fuerte y no paraba de llorar. Le hablaba al oído y no respondía. Le dije que mañana le llevaría un dulce y no paraba de llorar. Lo abrazo igual de fuerte y se calma un poco. Pensando que estaba calmado lo iba a colocar nuevamente en el área de juegos y comenzó a gritar fuertemente. Vuelvo y lo cargo y nos abrazamos fuertemente, entonces se calmó. Hago énfasis en los abrazos que nos dimos porque no fueron abrazos cualesquiera. Ese bebé me apretaba como si fuera una persona adulta.
Le pregunto a la maestra” ¿Y este nene tan bello, es nuevo, porque llora, extraña el lugar? A lo que ella me contesta: Si, es nuevo, es autista y no le gusta cuando cambiamos de lugar. Solo le gusta estar en un área y si lo llevamos a otra área del cuido se irrita, pero déjalo porque él se calma. ¿Cómo es que voy a dejar a un bebe llorando desconsoladamente hasta que se calme? Lo menos que yo desearía si estoy en una crisis de llanto es que alguien me pasara la mano y me diera palabras de aliento y de consuelo. ¿Por qué yo no hacerlo con ese niño?
El corazón se me apretó y seguido se me hizo un taco en la garganta. No quería dejar de abrazarlo, pero no me podía quedar allí toda la tarde. Mi niña estaba al lado mío preguntando porque lloraba el nene y reclamando que se quería ir porque tenía hambre. Con dolor en mi alma me tuve que retirar de allí. Entonces pensé, yo no sé prácticamente nada de esa condición, debo hacer “research” y leer un poco más sobre el asunto. Involucrarme de alguna forma para aportar lo que esté a mi alcance a favor de estos niños.
Eso sí, hoy aprendí que los abrazos apretados le hacen muy bien y cada vez que tenga la oportunidad de abrazar a un niño en crisis, padezca o no de autismo, lo haré. A veces los padres y/o adultos olvidan que algo tan sencillo como un abrazo puede significar un mundo para sus hijos.