Revista Diario

Abrazos terapéuticos

Por Sandra @sandraferrerv
Abrazos terapéuticosEstos días he estado recopilando y leyendo información acerca de lo que se denomina Método canguro. Me quedé muy sorprendida al informarme de lo que significa realmente este método. En mi ignorancia, pensaba que era alguna terapia desarrollada en algún laboratorio sociológico para la mejora y el cuidado de los niños. Pues nada de eso, mi sorpresa fue cuando me di cuenta que lo que significa el Método canguro es básicamente estar piel con piel con tu bebé recién nacido. Es cierto que sí que se pensó para bebés prematuros que, tras pasar los primeros momentos críticos el contacto con sus madres era más beneficioso que la incubadora. Pero al final, tal y como dice la Organización Mundial de la Salud, se ha extendido como práctica a seguir por todas las madres y recién nacidos, sean prematuros o nacidos a término.
A veces pienso que esta sociedad mecanizada, desarrollada, automatizada nos ha dado muchos beneficios pero por el camino hemos perdido la esencia de la vida. Esa esencia que necesita ser rebautizada con un término más o menos sonoro para que el mundo lo vuelva a aceptar como algo bueno y necesario.
Al leer toda esa información me entraron escalofríos al ver los ínfimos datos de aplicación de este método en los hospitales españoles. Realmente cada vez me doy más cuenta que tuve muchísima suerte de tener como centro público sanitario de referencia el que me tocó, respetuoso con las madres y afín a todas esas "teorías" que al final no son más que la vida en su más primitiva naturaleza. De hecho, recuerdo que en los dos partos me preguntaron si quería que me pusieran a mi bebé encima cuando naciera; y recuerdo que respondí extrañada un "sí" educado en voz alta y un "por supuesto, ¿por qué lo preguntas?" en silencio. 

Al final, hay personas, instituciones y centros que quieren mecanizar su vida y convertirla en algo aséptico y frío mientras que otras abogan por volver a nuestros sentimientos más básicos. Y eso no significa volver a la edad de las cavernas. No. Simplemente aplicar el sentido común.
Mi hijo mayor tuvo que estar unos minutos en la incubadora nada más nacer así que tardaron un poco en entregármelo. Evidentemente en ese momento entendí que mi hijo necesitaba de esa ayuda externa que, en cuanto no fue necesaria, fue sustituida por mi cuerpo. Con mi hija tuve la grandísima suerte de recogerla en mis brazos nada más nacer. Aun hoy puedo recordar la mirada de mi pequeño desde la incubadora y su cuerpecido encima mío cuando al fin me lo pudieron dar; y a mi gorda arrebujada en mi pecho notando mi calor cuando aun estaba de lo más pringosa. Yo que he vivido las dos experiencias os puedo asegurar que el contacto con un bebé es lo más maravilloso que hay en el mundo. Y nunca es tarde. Y nunca es suficiente. Aun hoy quiero estar todo el día espachurrando sus rollizos mofletes.

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