Durante casi siete años los analistas políticos destacaban la displicencia de muchos dirigentes del PP y del expresidente José María Aznar con Mariano Rajoy, y en contraste señalaban los gestos de afecto y admiración de los dirigentes socialistas hacia José Luís Rodríguez Zapatero.
De golpe, un cambio radical: cabezazos de aprobación y abrazos de todo el PP y Aznar a Rajoy en la reciente convención del partido en Sevilla, y desafección y frialdad socialista hacia Rodríguez Z. este viernes en la sede del PSOE. Ambas situaciones fueron difundidas por las televisiones.
El Aznar que hace algún tiempo interrumpió a Rajoy apareciendo como una estrella en medio de su discurso, se colocó en segundo plano, y hasta le afeó su conducta a Álvarez-Cascos, su gran amigo, por apartarse del partido.
Triste fue la entrada de Zapatero en la sede central del PSOE, en Madrid, con todos los barones-varones, nada de igualdad, esperándolo sentados. Se levantaron cansinamente, uno a uno, cuando se acercaba a saludarlos. Griñán, el andaluz, continuó quieto hasta que Z. se colocó detrás.
Hace poco los mismos barones-varones esperaban en pie nerviosos, con las manos doloridas de tanto aplaudir desde que anunciaban que el líder llegaba al edificio del PSOE.
Es el lenguaje corporal colectivo, el de los entusiasmos o el de los desprecios. Y el lenguaje corporal individual también ha cambiado en Zapatero y Rajoy.
Pese a sus triunfos electorales el primer ministro siempre fue dubitativo e inseguro, como mostraba con sus gestos y movimientos de cabeza, pero ahora ya va con los brazos por delante, protegiéndose todo él, o su corazón, como si fuera a caer o tener un infarto.
El antes titubeante, amedrentado Rajoy, al contrario, se ha vuelto un tipo seguro, de gestos contundentes y firmes.
La mejor encuesta sobre el futuro de ambos.
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