Revista Coaching

Abrete a la Tristeza

Por Ipiera68 @Iciar_Piera
Abrete a la Tristeza
Siempre que te sientas triste, siéntate en silencio y deja que esa tristeza te invada; no trates de escapar de ella. Siéntete lo más triste que puedas. No la evites. Recuerda esto. Llora al máximo, tírate por el suelo, revuélcate...y deja que desaparezca por sí misma. No la expulses; se irá, porque nada permanece para siempre.

Cuando se vaya, te sentirás descargado, absolutamente aliviado, como si toda fuerza de la gravedad hubiera desaparecido y pudieras volar, sin peso alguno. Es el momento de entrar en ti mismo. Primero, ábrete a la tristeza. Corrientemente, no te abres a ella; buscas sistemas para poder fijarte en otras cosas; vas al restaurante, te reunes con amigos, lees un libro o vas al cine, o tocas la guitarra; haces algo para poder sumirte en ello y distraer tu atención. Has de recordar esto: cuando te sientas triste, no te pierdas la oportunidad. Cierra las puertas, siéntete tan triste como puedas, como si el mundo entero fuera un infierno. Sumérgete en ella, profundiza en ella. Deja que cualquier pensamiento de tristeza te invada, deja que la emoción te agite. Y llora, gime, exprésate...en voz alta...no tienes por qué preocuparte. En primer lugar, vive esa tristeza durante unos días, y cuando la tristeza desaparezca te sentirás muy calmado, tranquilo, como tras una tormenta. En ese momento siéntate en silencio y disfruta del silencio que está apareciendo en ti. No lo has provocado; te abriste a la tristeza. Cuando la tristeza desaparece, en ese espacio, surge el silencio. Escúchalo. Cierra tus ojos. Siéntelo...percibe su textura...su fragancia. Y si te sientes feliz, canta y baila. Osho


Aunque este texto de Osho habla de la tristeza, se puede aplicar a cualquier emoción que estés experimentando en este momento en tu vida. Darse permiso para sentir la intensidad, abrirte a la emoción, dejar que esté ahí, dejarla que se mueva, que aumente. Sentarte con ella al igual que si fuese un hijo tuyo que está experimentando esa misma emoción y que lo único que necesita de tu parte es que le acompañes, que le des cariño, que lo escuches. La emoción es ese niño incómodo con el que no queremos estar, ese niño triste, enfadado, frustrado, perezoso, cuya compañía queremos obviar pero que lo único que reclama es atención, presencia, cariño. No necesita de nuestra parte más que comprensión. No necesita que lo analicemos, que le demos soluciones, que interpretemos lo que está sintiendo por él. Sólo necesita nuestro silencio, nuestro abrazo silencioso para calmarse.
Cuando mi hermano era pequeño solía tener episodios de terrores nocturnos. Se despertaba en medio de la noche y empezaba a llorar mirando a la pared. Mi madre se acercaba a la habitación y le cogía en brazos. Mi hermano gritaba, "míralo mama, está ahí" con los ojos abiertos aunque profundamente dormido. Al principio mi madre intentaba razonar con él, decirle que no había nada en la pared, que estaba a salvo, que ella estaba con él. Pero mi hermano seguía angustiado llorando, con miedo,  mirando fijamente a la pared. Luego mi madre simplemente le abrazaba, estaba con él, le acunaba hasta que poco a poco él se iba relajando y durmiendo de nuevo.
Nuestro niño interior dolido no necesita que razonemos con él, simplemente necesita que le escuchemos, que respetemos su sentir sin juicio, sólo necesita nuestro abrazo sentido para calmarse de nuevo. Entonces como dice Osho surge el silencio, surge la transformación.
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