Está en una habitación empapelada de rojo y llena de espejos. En la sala hay solamente una caja, y encima de la caja hay una niña sentada, la tapa de la caja baila y no se cierra demasiado bien y la niña parece que esté bailando porque la tapa de la caja se mueve y se mueve, y no se cierra. La niña se mece con la tapa de la caja al mismo tiempo que se ríe escandalosamente. Se acerca hacia donde está esa niña, conforme se acerca, esa niña abre los ojos y la mira fijamente mientras no deja de reír, la niña emite carcajadas y la mira con burla: No vas a poder cerrar la caja. – Dice la niña. - No lo intentes, no vas a ser capaz de cerrar la caja. La niña vuelve a reír escandalosamente y a intentar mantener el equilibrio encima de la tapa de la caja.
La chica se pone nerviosa y coge uno de los espejos de la pared y se lo clava en el cuello, la sangre empieza a brotar, y entonces, la niña, entre susurros, le dice: Has hecho mal, Dorothy. Deja caer el espejo al suelo y se rompe en pedazos, y en cada trozo del espejo ve reflejadas distintas caras de ella; ella sonriendo, ella enfadada, ella triste, ella con sus amigos, ella con sus parejas, ella con su familia, ella, ella y solamente ella, en todos los aspectos de su vida, con toda la gente que ha conocido y que conocerá, en cada arista del espejo ve una cara de sí misma, todas muy distintas, pero todas forman parte de ella, y deja caer al suelo el cuerpo de la niña, inerte, sin vida, no reirá más, su vestido, antes blanco, ahora tiene varias gotas de sangre espesa y roja. Cuando deja caer a la niña le mira bien la cara: No puede creerlo! Se agacha y le aparta el pelo. No se había fijado, pero aquella niña, era ella misma. Sin quererlo, acaba de matar a su parte de niña. Oh, pequeña y dulce Dorothy, ya no podrás volver a Kansas con Totó, ya hemos limpiado el camino de baldosas amarillas, no podrás calzarte los zapatitos de rubíes y salir a bailar. Oh, pobre e inocente Dorothy, ya nunca más podrás reír. Ella se acerca a la caja: La tapa ya no baila, está sujeta a la caja y lleva un candado. Se pregunta si debería de abrirla y ver qué hay dentro: Tal vez haya algo que ya no le sirva y podrá tirarlo a la basura, verdad? – Después, nuestra protagonista se da cuenta de que a ella en realidad no le gusta deshacerse de las cosas y no sabe qué hay dentro de esa caja: Tendrá fondo? – Piensa. Y también se da cuenta de que ahora lleva un candado y no puede abrirla. De repente se acerca a la niña, a su pequeño yo, y ve que la niña lleva colgada al cuello una llave: La llave de la caja. Parece que ha encontrado la solución, pero no sabe si debería abrir la caja, quizás es mejor dejar todo dentro y dejarla como está, verdad? Quién sabe, a veces, la ignorancia es la felicidad.
- La caja tiene fondo, pequeña, es solamente que no has llegado todavía hasta él. – Le dijo el hada buena.
- Qué hay que hacer ahora? – Repuso la chica.
- Esperar en la habitación de los espejos hasta que alguien llegue, la abra y puedas escapar.
La chica se puso triste, se dio cuenta que no tenía la seguridad de que alguien fuera capaz de liberarla de la habitación de los espejos, y entonces, pensó que ella misma saldría de la habitación de los espejos, seguro que podía encontrar la llave de la puerta, no necesitaba a nadie que la liberara, no era una princesa indefensa, ella podría salir y liberarse a sí misma de la maldición de la habitación de los espejos.
- Dónde puedo encontrar la llave? – Gritó la chica.
- La llave está en la caja, pequeña. – Respondió el hada.
Oh…! Pequeña y dulce niña! Cómo vas a encontrar la llave si ni siquiera te atreves a abrir la caja?