Hay posturas políticas que no tienen justificación, como la mentira, las verdades a medias, los insultos, las descalificaciones y, sobre todo, la abstracción. La abstracción c tacha genéricamente a un grupo, región o país, prescindiendo de las particularidades y cualidades de las personas que lo componen. Así, por ejemplo: los políticos son todos corruptos; los andaluces, vagos; los catalanes, interesados; los vascos, violentos; los árabes, terroristas; los de derechas, absolutistas; los de izquierda, totalitaristas, etc. Las abstracciones tienen la condición de volvernos pesimistas a todos.
Desgraciadamente, los ciudadanos estamos ya acostumbrados a eso y lo oímos como el que oye llover. Es una lluvia de sandeces que hace daño a toda la ciudadanía. Hasta los niños acaban diciendose “fascha”, corrupto, politicucho…lo que oyen. Los jóvenes han elegido el pasotismo y ni siquiera se indignan ya ante estas barrabasadas. Si acaso, se suman a ellas y mimetizan en palabras y actitudes a los desvergonzados lenguaraces.
Durante la última convocatoria a las urnas, hemos oído a la izquierda descalificar a toda la derecha; y lo contrario, la derecha descalificar a toda la izquierda. Con lo cual, llegamos a la conclusión de que todos los políticos son unos facinerosos; es decir: perversos, embusteros, malvados…Eso es injusto, sencillamente porque no es verdad. Pero ahí queda eso y a ver quién es capaz de corregir la infamia.
El pesimismo es la propensión a ver las cosas y las personas en su aspecto más desfavorable. Los pesimistas gozan viendo el predominio del mal y el dolor en las personas y en el mundo en general. Esta doctrina aparece en el romanticismo y su representante más característico fue Schopenhauer. Se inspiró en el budismo que afirma que la voluntad de vivir implica necesariamente la insatisfacción. El cristianismo no lo acepta, porque sabe que la persona humana, hecha a imagen de Dios, está llamada al bien y a la felicidad.
Esa postura política de ver en la oposición y en la confrontación a los demás partidos es una abstracción, fuente de pesimismo. Desgraciadamente, lo estamos viviendo actualmente más que nunca en España. Parece que no se entiende la democracia si no es en dos grupos enfrentados: partido en el poder y partidos en la oposición; es decir, llamados a la beligerancia, al insulto y a la sinrazón.
Al no poderse comunicar como personas normales, las palabras no aciertan a explicar la esencia de las cosas y la conversación se convierte en diálogos de sordos. Si se pudieran entender siquiera a medias, podría haber esperanza de llegar a un acuerdo. Pero es imposible, están condenados a no entenderse. Sólo son capaces de reconocer el valor de las personas cuando mueren. Por eso dice el proloquio: “Dios nos libre del día de las alabanzas.”
JUAN LEIVA