Revista Diario
Una energúmena, ayer, en el parque:- Es que encima que llega tarde, no hace las cosas como le digo que las tiene que hacer, y encima de discuto con J.Esta tipa, de treinta y pico, está hablando de su madre. Llega tarde porque esta mujer tiene su casa, tiene más hijos y va en tren. Resulta que la pobre abuela-esclava, no pone la lavadora, ni hace la comida, ni le cuida la hija, tal y como quiere la gran déspota. Y J, que es un machista que no hace absolutamente nada del hogar, se enfada con ella, y discuten “por culpa” de la pobre abuela-esclava.Tiene tela el tema. Yo le dije que me daba vergüenza que tratara y hablara así a su madre. Pero no. Ella se enorgullecía, en medio de una conversación sobre madres y suegras, que su madre con ella no se atreve, porque si no le pega un grito.Esta es la situación de muchas abuelas y abuelos esclavos. Personas que merecen un respeto porque ellos ya han criado y educado a sus hijos, que se han matado a trabajar, y que ahora deberían estar disfrutando de su jubilación. No sé cuál es el problema para que haya hijos que maltraten así a sus padres. ¿Lo entenderán, quizás, cuando sus hijos les traten a ellos así? Porque sus hijos ven estas actitudes despóticas, con el peligro de repetirlas.A mí hay veces que me entran ganas de llorar. Veo en la guardería y en los colegios abuelos con bastón, abuelos enfermos, que tienen que ir a buscar a sus nietos y no pueden seguirles el ritmo. Abuelas que tienen que cuidar de sus casas, de sus maridos, y de las casas de todos sus hijos. Abuelos y abuelas que tienen que renunciar a parte de su pensión para ayudar a sus hijos. Y encima, los fines de semana de canguro. Es injusto.Desde luego, hay mucho monstruo suelto…