The Economist, ese semanario británico que viene analizando la política, la economía y la sociedad mundial desde hace 168 años, le dedicó hace poco un artículo a Mariano Rajoy en el que lo presenta como un tipo gris y aburrido.
Todo lo contrario del retrato que hizo hace casi ocho años de Rodríguez Zapatero. Para la revista, leída por un millón de altos ejecutivos cada siete días, era un joven brillante, imaginativo y moderno que sólo tenía un grave inconveniente: no sabía inglés.
El joven avejentó rápidamente para la publicación, que lo mostró después como un cateto inconstante, inconsistente, obcecado seguidor de un socialismo infantil. Su inmovilismo había dañado a la economía, y su apresto se había vuelto zaparrastroso.
Enfrente estaba Rajoy (55), ese hombre gris y antiguo que resulta ahora cinco años más joven que el sucesor de Zapatero, Rubalcaba, que aunque más vitalista y campechano, tampoco es el esbelto José Luís, el exjoven de amplia sonrisa Netol y de ojos claros.
Estos británicos del The Economist creen desde siempre que el hábito hace al monje. Suelen acertar. Rajoy debe ser un tipo aburrido que tampoco sabe inglés. Además, siendo registrador de la propiedad, se supone que es sosísimo.
Un señor que inscribe fincas, propiedades, lindes, repartos y valoraciones de bienes inmuebles, debe tener la mente muy parcelada, minifundista, como los terrenos de su Galicia natal.
Pero este señor mayor, que recuerda a un funcionario de pompas fúnebres, no parece que vaya a poner de ministra de Sanidad a una astróloga con pulsera magnética como Leire Pajín.
Seguramente se traerá a agrimensores, topógrafos y gente aburrida que lleva cuentas en una libretita; llegados aquí, ya veremos si eso sirve para algo.
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Ayer fue el Debate sobre el estado de la Nación. Reflexiones de SALAS:
Parece que no hay mucho más que hacer, como no sea observar España desde las alturas.
Puzzle Bobble
Karate Blazers
Puzzle De Bloques
Magical Cat Adventure