La cosa de Emilio Ambasz en el Paseo del Prado de Madrid
Parece mentira de qué forma tan estúpida se le puede vender una moto al que probablemente tenga el dudoso honor de ser el consistorio local más tonto y más patán de todas las capitales europeas.
Un espabilao, un arquitecto mediocre pero socialmente exitoso y políticamente apetecible como Emilio Ambasz, que ha tenido a veces intuiciones arquitectónicas interesantes, pero a mi juicio no las ha sabido desarrollar, ha parido una idea muy ambigua: Hacerse un automuseo de la Arquitectura, de las Artes, del Diseño, del Urbanismo y de los Afinadores de Pianos, donde se homenajeará a los grandes artistas mundiales, entre los que, naturalmente, está él mismo. Un museo sin programa, sin estructura, sin argumento. Tendrá unas maquetas y unos paneles de los más grandes arquitectos: Le Corbusier, Mies, Wright, Ambasz... Vamos, túyamentiendes.Emilio Ambasz
Para hacer semejante parida se carga un edificio protegido. Qué más da. A lo mejor usted quiere poner una peluquería por allí y le vuelven loco con el tamaño de la primera P del rótulo ("Peluquería López"), con la rejilla del aire acondicionado y con el color y la tupidez del cierre enrollable. Pero a Don Emilio le dejan que derribe un edificio protegido, completo, y que levante en su lugar una mierda pinchada en un palo.
Perdón por la grosería. Pretendo ser un crítico medianamente serio de la arquitectura y debería utilizar un léxico más apropiado y adecuado. Perdón. Lo que quería decir, y ahora hago un análisis de las informaciones gráficas y programáticas de que dispongo, es que el proyecto de Museo de Ambasz es una obra arquitectónica cuya estructura espacial y plástica, tanto desde el punto de vista fenomenológico como incluso desde el punto de vista epistemológico-crítico, es una señora mierda pinchada en un señor palo. Así está mejor.
Y con jardín vertical. Naturalmente. ¿Cómo hacer hoy un edificio sin jardín vertical?
(Hasta el jardín vertical es una mpeup, comparado con el del CaixaForum de al lado).
¿Por qué se le deja a este señor hacer este edificio? ¿Por qué a nadie más le habrían dejado ni tocar una cornisa, una jamba o un dintel del edificio actual y a este señor le dejan derribarlo impunemente?
¿Qué concurso ha ganado Ambasz para poder hacer esa cosa? Ah, que no, que es una cosa privada, que es suya y no necesita concurso. ¿Entonces por qué el Ayuntamiento de Madrid le hace la cesión de ese solar?
Por muy privada y muy particular que sea la "Peluquería López" al señor López no le dejan tocar ni un ladrillo del edificio protegido, y menos le dejan tirar un edificio de propiedad pública para cederle el solar ad eternum. (Está bien: ad multo tempore).
Vamos, lo de siempre: Todos los demás tenemos que correr siempre la Maratón con los clavos de las zapatillas hacia adentro y con la boca llena de polvorones, mientras que unos pocos privilegiados la hacen en Rolls Royce, bebiendo champagne en el asiento de atrás, tapizado con piel de lomo de ternera virgen.
Pero hay una cosa que me llama mucho más la atención, y que me hace reír en mi indignación. Y es que estoy seguro de que a la señora alcaldesa de Madrid y a todo su equipo les gusta mucho más el edificio actual del Paseo del Prado nº 30 que el truñete de Ambasz. Pero, precisamente por eso, y porque han notado cómo sus gustos personales nunca están in, apuestan por algo que, si en lo más íntimo de su ser les parece tan horrible, debe de ser bueno.
Paseo del Prado, 30. Madrid
Yo creo que Mrs. Bottle hace todo esto para parecer moderna, porque a ella maldita la gracia que le hacen la arquitectura, las artes, el diseño, el urbanismo y los afinadores de pianos, pero se lanzó a dar el permiso como una loca para parecer enrollada y para que la quisiéramos. Y ahora no debe de entender nada cuando nos ve cómo defendemos el anodino edificio de ladrillo y piedra (muy madrileño, y que tampoco es que sea muy allá, pero vaya) y atacamos el bodrio.
-¿Pero a los arquitectos no les gustan los bodrios? No hay quien los entienda.
Me recuerda mucho a un episodio de los Simpson en el que Marge lidera una protesta contra El Show de Rasca y Pica y contra la violencia en la televisión, y tras mucho porfiar consigue su objetivo. Su éxito es tan sonoro que unas mujeres puritanas de Springfield le piden que lidere las protestas contra el préstamo del David de Miguel Ángel, que, si nadie lo remedia, va a ser expuesto en su ciudad así, desnudo, con el pirulillo al aire.
Llevan a Marge a la tele para que argumente sobre la inmoralidad del David, pero ella dice que está a favor de que se exhiba en Springfield porque es una obra maestra. Entonces el conductor del debate, sorprendido de que Marge se decante a favor del bando contrario al que todos esperaban, le pregunta: "¿Pero no es usted Marge Simpson, la loca?".
Efectivamente: como tal loca la habían llevado a ese programa. Una tía maniática contra unos dibujos animados, que argumenta a favor de la educación de los hijos, de la ética, etcétera, tendría forzosamente que pronunciarse a favor de la decencia y de la moralidad y en contra de esa obscenidad italiana.
Propuesta de ocultamiento decente
Al final Marge lo consigue, pero la obra maestra no tiene demasiado éxito en Springfield.
Pues igual debe de pensar la alcaldesa y todo su equipo: "¿Pero qué están diciendo los arquitectos? ¿No son los locos? ¿Y por qué no les gusta este bodrio horroroso si les gustan todos los bodrios horrorosos? ¿Qué es lo que quieren ahora?"
No hay quien nos entienda. Tengo amigos que me dirán lo mismo: "¿Pero tú, que eres tan bestia que te gusta la Torre de Valencia, vas a decirnos que esto de Ambasz es una barbaridad? Pues dentro de que es un modernismo, que por lo tanto no nos gusta, por lo menos tiene verde y es menos ofensivo que esas borriquerías de hormigón".
Y es que no hay quien nos entienda. Y yo ya estoy muy aburrido de ser el loco y muy desanimado para seguir siempre con las mismas cantinelas. Y me tendré que resignar a verlo, objeto maléfico que mancilla el nombre de la arquitectura, como me resigno a ver tantos atropellos y a padecer tantas ofensas cotidianas.
Y me tendré que resignar a seguirme avergonzando de Madrid. Qué pena.
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