El otro día, durante mis lecturas habituales sobre temas de maternidad y crianza, me tropecé con este increíble artículo sobre paternidad, contacto piel con piel, respeto y amor escrito por Dan Pearce, del nuevo blog Single Dad Laughing. Mil gracias a Ana Isabel Chinchilla por traducirlo para Amor Maternal. Sin más preámbulos:
Acabas de destrozar a tu hijo. Enhorabuena.
Papás: dejad de destrozar a vuestros hijos. Por favor.
Siento la necesidad de escribir esta publicación después de lo que he visto en los almacenes Costco hoy. Disculpad que sea otra publicación escrita desde la rabia y la desesperación. Por favor, leedla entera; sé que es larga, pero esto debemos decirlo. Debemos escucharlo. Debemos compartirlo.
Noah y yo estábamos haciendo cola para hacer una devolución y vi cómo un niño pequeño (no tendría más de seis años) miraba a su papá y le pedía con mucha timidez si podían comprar un helado cuando terminaran. El padre le echó una mirada fulminante y le gruñó entre dientes que “le dejara en paz y se estuviera callado”. El niño rápidamente se encogió contra la pared y se quedó inmóvil y dolido un rato.
La cola avanzó lentamente y el niño acabó por arrastrar los pies hasta su padre, tarareando una melodía infantil, como si hubiera olvidado la rabia que su padre le había mostrado. El padre se volvió de nuevo y le riñó por hacer demasiado ruido. El niño de nuevo reculó y se encogió contra la pared, marchito.
Me sentí alterado, confuso. ¿Cómo no veía este hombre lo mismo que yo? ¿Cómo no veía el alma tan bella que se ocultaba bajo su sombra? ¿Cómo podía apagar así sin más toda la felicidad de su propio hijo? ¿Cómo este hombre no apreciaba la única época en la que podía serlo todo para este niño, de ser la persona que más le importa a este niño?
Estábamos los terceros ya, y el niño empezó a acercarse de nuevo a su papá. Su padre de inmediato se salió de la cola, apretó los dedos contra las clavículas de su hijo hasta que éste hizo una mueca de dolor, y le amenazó con un “si haces el más mínimo ruido o te apartas de la pared otra vez, te prometo que te la ganas cuando lleguemos a casa”. El niño de nuevo se encogió contra la pared. Esta vez no se movió, no hizo ningún ruido. Su preciosa carita se inclinaba hacia abajo, mirando el suelo fijamente y sin expresión. Estaba destrozado, y eso era lo que su padre quería. No quería ocuparse de él, y destrozarlo era la opción más fácil.
Y nos preguntamos por qué tantos niños se echan a perder cuando crecen.
Voy a ser directo: la gente ve la relación que tengo con Noah y muchas veces me pone en un pedestal o canta mis alabanzas por quererle más de lo que la mayoría de los padres quiere a sus hijos.
¡Ostras, pues no lo entiendo, y nunca lo entenderé! Querer a mi hijo, ayudarlo a crecer, tocarlo, jugar con él, estar con él... no son tareas sólo para súper papás. Son tareas que todos los papás deberían realizar. Siempre. Sin fallar. No tengo nada de especial: soy un papá que ama a su hijo y que haría literalmente cualquier cosa por su bienestar, su seguridad y su salud. Antes me clavaría un rastrillo en la cara o me apisonaría los pies que limitar a mi hijo o hacerle sentirse poca cosa.
[suspiro] Estoy lejos de ser un papá perfecto, y siempre lo estaré, pero soy un papá genial y mi hijo siempre estará por encima de lo que la vida quiera echarle encima. ¿Por qué? Porque yo lo comprendo; comprendo el poder que tiene un padre sobre la vida de su hijo, y sobre su capacidad de confiar en sí mismo. Comprendo que todo lo que hago y digo a mi hijo él lo asimilará para bien o para mal. Lo que no comprendo es que haya padres que no lo entiendan.
Papás: ¿se os ilumina la cara cuando veis a vuestro hijo por la mañana o cuando volvéis de trabajar? ¿no entendéis que toda la autoestima de un niño puede estar relacionada con la cara que ve en vosotros cuando lo veis por primera vez en el día?
Papás: ¿no sois conscientes de que un niño es lo que tú le dices que es?, ¿que la gente casi siempre se convierte en lo que la etiquetan? ¿Lo que acaba de hacer tu hijo es de verdad “lo más tonto que habías visto a nadie hacer en tu vida”? ¿de verdad era “lo más estúpido que se podía hacer”? ¿de verdad crees que tu hijo es idiota? Ahora él sí lo cree. Piénsalo: ahora lo cree, porque tú lo dijiste. Bravo.
Papás: ¿sinceramente esperáis que alguien crea que no tenéis 20 minutos para apartaros de vuestro ordenador o apagar la tele para jugar con vuestro hijo? Se debe hacer todos los días. ¿No entendéis que la confianza de vuestros hijos depende por completo de si su papá juega con ellos o no y cuánto se entrega cuando juega con ellos? ¿Sabéis el daño que le hacéis a vuestros hijos por no jugar con ellos todos los días?
Papás: ¿hay que creerse esta idea ridícula de que la rabia es a veces o a menudo necesaria? ¿no comprendéis que la rabia es casi siempre una emoción que tiene la gente que quiere controlar a los demás pero que al mismo tiempo no se puede controlar a sí misma?, ¿no sabíais que hay libros y cursos estupendos que te enseñan métodos mejores? Y lo más importante: ¿no veis lo rápido que un niño se queda destrozado o se vuelve desafiante cuando la rabia lleva el mando? ¿Estáis tan insensibilizados a la luz del alma de vuestros hijos que no os destroza a vosotros que se estremezcan o se encojan en vuestra presencia? ¿De verdad es eso lo que queréis que hagan vuestros hijos? ¿Temeros?
Papás: ¿no os dais cuenta de vuestros hijos necesitan sentir vuestra piel contra la suya? ¿No os dais cuenta del vínculo increíble y poderoso que os proporcionará el contacto piel con piel con vuestra hija? ¿no comprendéis las conexiones mentales permanentes que se crean cuando acaricias la espalda desnuda de tu hijo o la barriga de tu hija mientras le lees un cuento antes de dormir? Y si algún imbécil dice que eso es inapropiado, te pegaremos una patada en la cara, primero yo y luego todos los demás buenos padres que hay por ahí. Tocar a tu hijo es tu obligación como padre.
Papás: ¡despertad! Estas valiosas almas que están a nuestro cargo son únicas y extremadamente sensibles. Todo lo que digáis o no digáis afectará a su capacidad, éxito y felicidad para toda la vida.
¿No os dais cuenta de que vuestros hijos van a cometer errores, y muchos? ¿No os dais cuenta del daño que hacéis cuando restregáis la nariz de vuestro hijo contra sus fallos o hacéis que vuestra hija se sienta despreciada por haber golpeado o derramado algo? ¿Tenéis la más remota idea de cuán fácil es hacer sentir miserables a vuestros hijos? Es tan sencillo como decir: “¿¡por qué has hecho eso!?” o “cuántas veces te he dicho...”
Permitid que os pregunte una cosa. ¿Alguna vez habéis mirado a los ojos hinchados de un padre cuyo hijo acaba de morir?
Yo sí.
¿Habéis llorado de principio a fin en el funeral de un niño? Yo sí. ¿Habéis tocado una caja de madera con un niño dentro? ¿Una tumba permanente desde la que nunca se oirán más risitas ni carcajadas?
Yo sí.
Si quieres motivarte para ser el mejor padre o madre del mundo, haz lo anterior tan sólo una vez. Rezo para que no tengas que hacerlo nunca.
Papás. Ya es hora de que le digamos a nuestros hijos que les amamos. Constantemente. Ya es hora de que les demostremos que les amamos. Constantemente. Es hora de disfrutar de que nos hagan veinte mil preguntas al día y de que no sean capaces de hacer las cosas tan rápido como nosotros. Es hora de disfrutar de sus rarezas y sus manías. Es hora de disfrutar de sus las expresiones de sus caritas y de las palabras que pronuncian mal. Es hora de disfrutar de todo lo que hacen nuestros críos.
Es hora de plantarse y preguntarse qué podemos hacer para ser mejores papás. Es hora de establecer nuestras prioridades. Es hora de ir a casa y ser un papá de verdad.
Papás: es hora de enseñarles a nuestros hijos a tratar correctamente a una mujer. Es hora de enseñarles a nuestras hijas cómo deben ser tratadas. Es hora de mostrarles nuestra capacidad de perdonar y nuestra compasión. Es hora de enseñarles empatía a nuestros hijos. ¡Es hora de romper las reglas sociales y enseñarles un estilo de vida más positivo! Es hora de enseñar roles sexuales adecuados y dejar de lado los que no necesitamos. ¿De verdad importa tanto que a tu hijo le guste el color rosa? ¿Le hace daño a alguien así? ¿No ves el daño que le produce a un niño decirle que no es un niño normal por que le guste cierto color? ¿No vemos el daño que hacemos etiquetando a nuestras hijas como “chicazos” o a nuestros hijos como “femeninos” sólo por tener gustos y opiniones propios sobre temas que en realidad no importan tanto?
Papás: hablad a vuestros hijos con suavidad. Hablad a vuestras hijas con calma. ¿Quién queréis que sea vuestro hijo? ¿Queréis que sea ese niño que en el cole se sienta solo sin ningún amigo ni autoestima? ¿o queréis que sea el que se presenta a delegado del curso y siente que merece ganar? ¿No vemos que tenemos el poder de enseñar a nuestros hijos las herramientas de la supervivencia en sociedad?
Papás: ¿no vemos la influencia que ejercemos cuando decimos que creemos en ciertas cosas, pero nuestros hijos nos ven vivir de otra manera? ¿No vemos lo muy poco que animamos a nuestros hijos a decidir aquello en lo que creen, declarar sus creencias y vivir de acuerdo a ellas, ya sea en religión, política, deportes o normas sociales? No nos corresponde decirle a nuestros hijos lo que deben pensar; sí enseñarles a pensar correctamente. Si lo hacemos, no tendremos que temer sus decisiones y la fuerza con que las defiendan. Un hombre será fiel a sus convicciones hasta la muerte, pero sólo seguirá las convicciones de otro hombre hasta que éste se hunda en el fango.
¡Maldita sea, papás! Todos los niños tienen el derecho innato a pedir un helado sin que se les haga de menos y se les vapulee. Todos los niños tienen el derecho innato a pedirlo sin que se les haga encogerse en una esquina porque el hombre que debería ser su héroe es en realidad un hombre muy, muy pequeño. Todos los niños tienen elderecho innato a ser felices, reír, carcajearse y jugar. ¿Por qué no les dejáis hacerlo? Todos los niños del mundo tienen derecho a un padre que piense antes de hablar; un padre que comprenda el gran poder que se le ha dado para, a la larga, moldear la vida de otro ser humano; un padre que ame más a su hijo que a los programas de televisión o deportes que ve; un padre que ame a su hijo más que a sus trastos materialistas; un padre que ame a su hijo más que a su tiempo. Todos los niños merecen un súper héroe como papá.
A lo mejor es que muchos padres no se merecen a sus hijos. A lo mejor es que muchos padres no son ni siquiera papás de verdad.
Pido disculpas por lo acalorada que es esta publicación. Creo que una parte de mí se siente cobarde por no haberle dicho algo al hombre que tenía delante en el Costco. Considerad esta publicación como mi penitencia. A lo mejor una parte de mí cree que si siquiera una persona lee esto y decide ser mejor padre, habrá merecido cada segundo que he empleado en escribirlo. Si un niño tiene una vida mejor porque mis palabras han incitado a un padre a jugar más, habrá merecido cada súplica y ruego que os hago para que compartáis esto con otras personas, de lo cual soy culpable sin remisión.
Papás: los niños son regalos. No nos corresponde destrozarlos; nos corresponde hacerlos. Así que uníos a mí y mostrad al mundo que hay muchos buenos padres por ahí.
A los hombres y mujeres que lean esta publicación... casados o no... padres o no... compartid esta publicación en Facebook y Twitter, aunque no sea aplicable a vosotros porque ya sois todo lo que se dice. Si alguna vez habéis visto a un padre destrozar a su hijo, compartidlo. Nunca se sabe qué niño podría conseguir que su papá súper héroe vuelva. Nunca se sabe qué pequeña alma se podría sentir un poco más amada porque su Papá le dedicó unos minutos para arroparla esta noche.
Y todo porque estás dispuesto a copiar un enlace y pedir a otras personas que lo lean.
-Dan Pearce, Padre Soltero
P.D: Estoy de verdad muy malhumorado y muy triste en estos momentos. Por favor dejad vuestros comentarios más abajo y decid lo que os apetezca, pero por favor contadme también si conocéis a algún buen padre, donde sea, y por qué es bueno. De verdad que ahora mismo necesito oírlo.