Hugo Chávez celebraba que su bisabuelo hubiera sido un revolucionario repitiendo su lema: “Yo sólo soy revolucionario para que tumbemos al tirano y comencemos a mandar los de abajo”. Alguna vez el Comandante orgulloso de la estirpe del último hombre caballo, como lo llamó Andrés Eloy, dirá: “Pues bien, han pasado casi cincuenta años y la vida me permitió conseguir la verdad: ¡Ese era un guerrero revolucionario! Y hoy podemos decir con Fidel: ¡Maisanta, la historia te absolverá!.
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La literatura se hace eco de los picos de la realidad, no todo asciende hasta esa estratófera. El Tuerto Vargas, fue el modelo que utilizó Rómulo Gallegos para construir al Doctor Juan Crisóstomo Payara de Canta Claro, a quien por cierto emancipa del padrinazgo de compañías capitalistas, presentándolo decantado en una muy vertical honestidad, Andrés Eloy Blanco, por su parte, recogerá el gesto de Maisanta en El último hombre a caballo. Esto es una herencia.
Aquel tiempo histórico pleno de heroicidad, recibido por el Comandante a través de los relatos familiares quedará transmutado en una gran fuerza de lucha e infinita responsabilidad en la subjetividad del Chávez adulto. ¿Acaso no influyeron estás historias en la escogencia de la carrera militar? ¿Acaso no fue el Comandante el líder del movimiento del 4 de febrero de 1992? Pero a este componente heroico familiar habría que sumarle también la presencia de héroes como Zamora. En el libro Chávez Nuestro se lee :
“Al niño le parecía escuchar la caballería desbocada, los cañones, los dardos sobre las techumbres de pajiza y los toques de corneta, pasando las barrancas y los cañaverales por donde en otras épocas corrieron aguas del Boconó. Le fascinaban los cuentos de la abuela Rosa Inés sobre el sitio de Barinas en abril de 1859…Las calles de Barinas fueron invadidas por el humo, la pólvora y la sangre-contaba Rosa Inés-, y de sus labios Hugo oyó por primera vez el nombre de Ezequiel Zamora, hijo de un capitán del Ejército Libertador, Alejandro Zamora , y de Paula Correa. (…) En la mente del pequeño, Sabaneta era el escenario de las más importantes aventuras del mundo”.
Ya adulto Chávez, formado en su subjetividad histórica aseveraría:
“ ¿Y por qué Zamora se fue a la guerra? Bueno, como consecuencia del fracaso del proyecto de Bolívar. Fue una nueva revolución de los pobres…”
Tendríamos que precisar que estás primeras influencias cargadas de heroísmo y por supuesto de suprema valentía, llevarán al ya militar Hugo Chávez en contacto con la historia patria, a recorrer pueblos, asentamientos indígenas, lugares rurales que le permitieron mirar de cerca la miseria de los pobres y explotados. Asimismo, indagar sobre la heroicidad de sus antepasados.
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En esta transmutación histórica, imposible no nombrar el Por ahora. Porque no creer que la gran fuerza semántica transmitida por el Comandante en el momento de la rendición el 4 de febrero, estaba preñada de la heroicidad de esos modelos guerreros esbozados. Fue tan fuerte la carga de subjetividad histórica presente en esas dos palabras que lo convirtieron en un ícono y días después veríamos en época de carnaval, en el boulevard de Sabana Grande, en los vagones del metro, en las escalinatas de los barrios populares, a los niños disfrazados de Hugo Chávez. Este Por ahora, pleno de responsabilidad histórica, ponía a la vista de manera descarnada la irresponsabilidad que caracterizó las conductas de los políticos venezolanos, excepción hecha de Cipriano Castro, desde los lejanos tiempos de nuestros libertadores.
¿Acaso esa historia no vive hoy? ¿No late ante Biden y Trump?