Revista Religión
“Al atardecer, estaba Jesús sentado a la mesa con los doce discípulos. Y mientras comían, dijo: “En verdad les digo que uno de ustedes Me entregará.” Ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decir uno por uno: “¿Acaso soy yo, Señor?”
Que manera de iniciar una conversación en medio de una comida ¿no? que tremendo, cuanta sinceridad, cuanta humildad, cuanta muestra de nuestra debilidad e imperfección, este pasaje me parece tan hermoso, profundo, sencillo, impactante, confrontante.
Cuando a los discipulos se les dice que uno de ellos va a traicionar a Jesús, absolutamente todos y cada uno de ellos creen que tienen lo que se requiere para traicionar a Jesús, ninguno sale con algun comentario orgulloso “¡ah, yo nunca!”, todos y cada uno de ellos dicen “¿Acaso soy yo, Señor?”.
En medio de tanto orgullo y autosuficiencia espiritual, este relato me confronta y desafía, a la hora de la verdad, todos y cada uno de nosotros hemos caído cortos de la medida divina y al mismo tiempo eso es lo que hace tan especial el llamamiento que Dios hace, su gracia es incomparable.
Gracias Padre, porque aún en nuestra debilidad tú nos has amado, nos has levantado y nos guías para ir más allá de lo que podemos imaginar, ayudanos a caminar con humildad, trabajando en nuestra salvación con temor y temblor, no siendo altaneros pero recordando que el que crea estar firme debe cuidar de no caer.
-Inspirado en el TcD del 17 de Marzo, Mateo 26:17-30.