Revista Solidaridad

Acceder en silla de ruedas a la estación de autobuses de Manresa se convierte en odisea

Por Aparcamientodiscapacitados
Montse Serra, una manresana de 39 años que sufre esclerosis múltiple y que vive en en la residencia de disminuidos físicos de Manresa, no puede acceder a la estación de autobuses de la ciudad con su silla eléctrica y expresamente adaptada a sus necesidades. De hecho, acompañar a Montse Serra desde la puerta de su nueva vivienda hasta un bar cercano se convierte en una odisea. 
Las barreras van mucho más allá de lo que las personas con movilidad convencional podemos ver a simple vista. Una cera muy estrecha, cochecito con un niño de cara se acerca a Serra, coches aparcados y uno u otro debe recular. Para cruzar la calle, en el paso de peatones, un pequeño hoyo entre la acera –perfectamente rebajada- y la calzada, se convierte en una trampa para Serra, ya que la rueda de la silla no toca al suelo. “He podido estar mucho tiempo trabada, sin que pase nadie por aquí, o saludándome sin entender que estoy ahí, trabada”.
Un debate en la última sesión plenaria del ayuntamiento de Manresa, a una proposición de la CUP, dio a conocer que se necesitarían invertir 12 millones de euros para evitar las barreras arquitectónicas que tiene la ciudad. Ramon Bacardit, regidor de movilidad del ayuntamiento de Manresa, reconoció que el consistorio “se encuentra atado de pies y manos” para realizar inversiones.
Dura realidad
Más allá de las discusiones políticas y de los planes de movilidad que si debaten en las sesiones plenarias, lo cierto es que para las personas como Serra, que se desplazan diariamente por la ciudad en silla de ruedas, cada barrera infranqueable se convierte “en un problema. Te sientes mal cuando te encuentras así”. Aunque al final todo se reduce a una cuestión económica.
Dificultades invisibles
Este diario acompañó a Montse Serra a tomar un café desde la residencia de disminuidos físicos de la ciudad, donde vive actualmente. Nada más salir, en una cera muy estrecha, topó con un padre que empujaba el cochecito de su hijo. Estaba claro que los dos no pasaban e incluso la posibilidad para acceder a la calzada era imposible a causa de los coches que había aparcados. El padre, educadamente, reculó unos metros. Más adelante Serra mostró como acceder al paso de peatones era imposible. En un punto entre la cera y la calzada la rueda no tocaba al suelo. Pidió ayuda al periodista para poder seguir su camino.
La estación de autobuses
Serra, de 39 años y a la que le detectaron esclerosis múltiple en 1997, conoce muchos puntos negros similares a este. De los muchos que explica recuerda cuando “con mi hermana íbamos a la estación de autobuses”. Allí uno de los accesos tiene unas escaleras infranqueables. Debe dar la vuelta para acceder a la estación, pero la subida es tan pronunciada “que ni siquiera mi hermana tenía fuerza para empujarme”, explica. Finalmente tuvo que “pedir ayuda a un forzudo para poder llegar a la estación”.
El paseo con Serra evidenció la gran dificultad que significa moverse por la ciudad en silla de ruedas. Pero a pesar de la maldita enfermedad degenerativa, a pesar de las dificultades para poder pasear, Montse Serra llegó a tomar su café, en un bar cercano con entrada y aseos adaptados y siempre con una sonrisa en la boca y con su palabra más repetida durante la matinal: “guay!”
http://www.lavanguardia.com/local/bages/20130131/54364969399/acceder-silla-ruedas-estacion-autobuses-odisea.html

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