Crónicas de Vestuario. -
“Acción-reacción”
Afrontaba el Real Oviedo su segundo partido consecutivo fuera de casa con la intención de mantener su buena racha de resultados y que la torva figura del árbitro David Pérez Pallás no lo perjudicara en exceso ni que resultara decisivo en el marcador final. Un objetivo se consiguió: conservar la racha de encuentros sin perder, aunque el empate -a la vista de lo mostrado sobre el terreno de juego- sepa a muy poco. El otro, lamentablemente, no. A pesar de la opinión de sos pusilánimes que hacen carrera peloteando con medias verdades, lo del árbitro gallego fue trascendental: un penalty injusto en las postrimerías del choque, acentuado por la surrealista decisión de solicitar asistencia al jugador oviedista al que el balón le pegó claramente en la cara...
El partido fue intenso y, por momentos, trepidante. Sobre todo, en una primera parte donde hubo de todo. Y el once de Anquela jugó con sus mejores armas ante un adversario que no pudo hacer su juego pero encontró un pequeño resquicio por el que colarse. Pérez Pallás se traga una clara mano de Álex Moreno en el centro del campo, la jugada sigue, error de Folch en el despeje, centro de Embarba -máximo asistente de la Liga- y remate de cabeza del Chori Domínguez que, un inusualmente descolocado, Alfonso Herrero no puede alcanzar. No se hundió el cuadro carbayón y, nuevamente, tras una jugada de estrategia, llegó el gol tras un pase de Linares que Christian Fernández completaba como si de una carambola de billar se tratase tras un primer remate de Carlos Hernández que había pegado en el larguero.
Volvió a arrancar muy concentrado el equipo azul en la segunda parte y, tras otro córner botado por Saúl Berjón, fue Carlos Hernández quien culminó con un sensacional remate de cabeza. Quinto gol de zaguero jienense, una cifra realmente espectacular. Michel, el entrenador vallecano, lo intentó a la desesperada con Manucho, tratando de fijar a la defensa ovetense más atrás, metiendo más presión en su parte alta. Paradójicamente, lo consiguió tras la estúpida acción de Velázquez sobre Linares que significó su expulsión. Mientras veíamos el partido, mi querido amigo César Inclán me comentó que no le gustaba nada esa circunstancia. Sus augurios se hicieron realidad cuando Pérez Pallás -bastante comedido durante todo el choque, aunque concediendo el juego duro a un Trejo que campó a sus anchas repartiendo brusquedades por doquier- halló la ocasión para volver a penalizar al Real Oviedo. Tras una falta al borde del área, el lanzamiento golpea en la cara de Christian Fernández y el balón, muerto, cae sobre las manos del jugador cuando se desplomaba por el tremendo impacto. El nefasto trencilla gallego observa voluntariedad en la acción y señala la pena máxima. Pero Anquela ha conseguido que este equipo no se rinda. Echaron un paso atrás durante demasiados minutos en los que debieron aplastar, tal y como exige el deporte de competición, pero, aún así, levantaron la cabeza y tuvieron otra más en una espectacular “folha seca” de David Rocha que se cruzó con el poste.
Empate final. Otra vez a lamentar un tanteador que mereció ser más favorable. ¿La lección? Con un 1-2 no hay que conformarse, hay que seguir perseverando. Hay que aplastar, destrozar: es lo que manda el deporte de competición. Aún así, se mantienen las buenas sensaciones. Y la impresión de que con trabajo, con confianza pero sin confiarse, todo puede ir bien aunque se nos cruce nuestro particular Moriarty (Pérez Pallás).
MANOLO D. ABAD