Una ola conservadora ha barrido Estados Unidos de este a oeste y ha dejado al "progre" Barack Obama con el trasero al aire. Los republicanos no estaban muertos, como afirmaba la prensa sometida al poder, sino todo lo contrario. La primera potencia mundial ha quedado conmovida por una reacción conservadora de enorme envergadura, demostrando así que los ciudadanos, cuando son demócratas y libres, no soportan los incumplimientos, errores y fracasos del poder.
En Estados Unidos ha ocurrido lo que, probablemente, ocurrirá en España dentro de un par de años: el pueblo acabará en las urnas con un mal gobierno que, conducido por el socialista Zapatero, ha llevado al país hasta la ruina y el fracaso. La diferencia entre los USA, donde existe libertad y democracia, y España, donde sólo existe partitocracia corrupta y abusiva, es que allí han corregido el rumbo a tiempo, mientras que aquí, una masa descerebrada de españoles ha vuelto a votar al peor mandatario de la historia moderna de España, otorgándole un segundo mandato que está costando al país grandes dosis de sufrimiento, retroceso y fracaso..
El "Tea Party Movement" no es, como afirma la izquierda mundial, un maligno movimiento de extrema derecha, sino una reacción lógica y airada contra los abusos de la misma izquierda "progre" americana, que ha contaminado la democracia con un intervencionismo gubernamental desmedido, con el abuso de la propaganda y con el incumplimiento de sus promesas electorales.
El auge del "Tea Party", después de los abusos de la izquierda "progre" americana y de la frustración generada por Obama, es tan lógico como las matemáticas, del mismo modo que es lógica la oposición creciente de los demócratas y de los ciudadanos decentes a Fidel Castro, Hugo Chávez, José Luis Rodríguez Zapatero y otros muchos líderes de una izquierda mundial que ha caído en la aberración de anteponer sus propios intereses y los de sus propios partidos al bien común.
Las izquierdas "progres" del mundo avanzado han podrido desde el poder la democracia y el sistema occidental de libertades con abusos, corrupciones, despilfarros, componendas, privilegios ilícitos de la "casta" política y marginación ilegal de los ciudadanos. La consecuencia directa de todo eso es una inmensa ola de rechazo que expulsará a la izquierda del poder durante décadas y un odio creciente hacia esas "castas" de políticos profesionales que han antepuesto sus propios intereses y los de sus partidos al bien común y al bienestar del ciudadano. Como la derecha tradicional es también culpable de similares abusos, corrupciones, culto a la partitocracia y comportamientos antidemocráticos, los ciudadanos buscan caminos nuevos que no estén contaminados por los políticos profesionales y podridos. El "Tea Party" es sólo una de las manifestaciones de esa reacción.
El presidente Obama, al frustrar la confianza de los que le votaron y al no resolver, como prometió, los grandes desequilibrios e injusticias que azotaban a su país, se ha convertido en el verdadero padre del movimiento "Tea Party", un grupo de presión de fuerza creciente, que se centra en una política conservadora fiscal y que apuesta por el "originalismo", es decir, la vuelta a los orígenes filosófico-constitucionales de Estados Unidos. El Gobierno de Washington y la clase política en general son el principal blanco de los ataques de una nueva forma de entender la política, que aboga por una reducción de la presencia del Estado en la sociedad y por un predominio drástico del individuo sobre el Estado y sus estructuras agobiantes y, generalmente, abusivas.
La política mundial funciona dentro de una implacable dinámica de acción-reacción que es la ley principal de la convivencia y del día a día. Así, cuando un país está corrompido, es natural y lógico que surjan reacciones puritanas y que millones de ciudadanos echen de menos y reclamen valores como la honradez, la limpieza y el respeto a la verdad; cuando la ley se desequilibra y protege en exceso a la mujer, es normal que surjan reacciones machistas, algunas de ellas violentas y condenables; cuando las calles y plazas de un país se llenan de "gays" exhibicionistas, es lógico que surjan movimientos contrarios a los abusos de gays y lesbianas.
Todo se mueve dentro de una lógica implacable e indetenible, una lógica que ni siquiera el poder gubernamental, con toda su capacidad de propaganda y coacción, puede detener. Si el gobierno gasta como un descosido, el pueblo se vuelve austero. Si la política se llena de sinvergüenzas, los ciudadanos apelan a los valores y escupen sobre la corrupción. Cuando los políticos se tornan arrogantes y se atiborran de privilegios, es lógico que el pueblo los desprecie y llegue a odiarlos, como también es lógico y lícito que los considere usurpadores y luche por expulsarlos del poder. No es menos lógico que cuando esos políticos se convierten en corruptos y pierden su condición de ser ejemplares ante la ciudadanía, el pueblo los repela y expulse como si se tratara de una plaga. Cuando las administraciones no pagan sus deudas, los ciudadanos también tienen derecho a no pagar sus impuestos. Cuando la "casta" política despilfarra, es normal y lógico que el pueblo practique la insumisión fiscal. Es lógico que los ciudadanos practiquen el boicot contra los que abusan y no es menos lógico que reaccionen con desprecio y boicot ante los desprecios y provocaciones del nacionalismo.
Cuando el gobierno malgobierna, es lógico que el pueblo sabio y consciente le castigue en las urnas, al igual que es lógico que los ciudadanos reaccionen con desconfianza ante la mentira y el engaño que emana del poder.
La extrema derecha siempre nace de los abusos de la izquierda, y la izquierda suele engordar como consecuencia de los abusos de la derecha. Líderes populistas y antidemocráticos como el venezolano Hugo Chávez y otros que siguen su senda son hijos directos de los abusos y del mal gobierno de los partidos oligárquicos que rigieron con desacierto y abuso los destinos de América Latina durante décadas.
Un pésimo gobernante como el español Zapatero sólo es explicable como hijo directo de fenómenos deplorables y antidemocráticos que le sirvieron de "cuna", como la arrogancia de Aznar, la baja calidad de la enseñanza en las escuelas, institutos y universidades de España, la elección "a dedo" de Mariano Rajoy, el "asesinato" de la democracia española, convertida en una oligocracia por la casta política, la corrupción y el envilecimiento general de una sociedad española que ha sido empujada por el poder político hacia la pérdida del esfuerzo, el olvido de la verdad y el hundimiento de los grandes valores.
Sin toda esa desgracia, Zapatero jamás habría sido posible.