ACELGAS HERVIDAS. ¿Es necesario resucitar a los muertos?

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“Acelgas Hervidas” (El Octavo Sabio, 2014), de Mariano Rodríguez Mayoral.

Nacho, recién nacido a un nuevo y desconocido mundo de libertad, después de enterrar a su dogmática madre, emprende un auténtico viaje iniciático para aprender a enfrentarse con la responsabilidad cotidiana de tomar todas las decisiones que atañen al devenir de su nueva vida.

Una sucesión de circunstancias, aparentemente fortuitas, hace que descubra la fuerza perturbadora de su sexualidad reprimida, en un intenso periplo que, arrancado en su primera noche de independencia, le lleva, a través de la mágica Semana Santa sevillana, a una verdadera odisea en busca de su auténtica identidad.

Buscando sus propios orígenes en la conjugación de los gerundios, Nacho queda atrapado en una oscura, adictiva y peligrosa trampa al convertirse en un moderno Frankenstein que, a diferencia de su predecesor, no pretende emular a Dios como creador de vida, sino que intenta recrear a su propia deidad y la liturgia de la que depende de forma obsesiva.

Miedos, prejuicios, emociones y pasiones… llenan esta narración en la que, con un final inesperado y abierto, se mezclan vivencias que a muy pocos parecerán ajenas, a pesar de la ¿ciencia ficción? La verosímil trama añade a la historia una misteriosa tensión difícilmente explicable que obligatoriamente atrapa al lector.

 

Mariano Rodríguez Mayoral es una de esas personas que en su trabajosa dedicación por llegar a serlo no ha prestado atención alguna al interés por crear su propio personaje. De ahí que, a pesar de su más que abundante obra escrita, no sea públicamente conocido ni literariamente reconocido.

Permanente observador del entorno y feroz e insobornable crítico de su interno, peregrino existencial curioso y comunicador —que no comunicativo—, ha sabido combinar afición y cotidianeidad, desarrollando una intensa labor como escribano capaz de hacer crónica notarial de la actualidad más periodística en medida poesía, tanto como trasladando sus experiencias y emociones al breve pero concentrado recipiente del cuento o la narración corta. Su intensa e implacable sensibilidad ha acumulado un torrente contenido de vivencias, alegrías y aflicciones que utiliza como ingredientes en su reservada pero sabia y deliciosa cocina literaria que, por su discreción, cabría calificar de conventual.

Estamos frente a un autor de casta y talla, prolífico y prolijo al que, sólo su modestia y discreción, han evitado la difusión que sin duda su obra merece. En éste, primer libro largo de su autor, se narra y describe, en clave de ficción novelada, una aventura real, vivida, de una forma u otra, por muchísimas personas sometidas a la sobreprotectora educación matriarcal de la generación de los recientes y lejanos años 50, repentinamente sometidas al inesperado peso de la responsabilidad que acompaña a la libertad aparentemente alcanzada.

Novela inquietante y entrañable, preñada de conflictos en permanente dialéctica, historia de amor y perversión, de sexo y represión, de ausencias y carencias, de libertad y dependencia, de encuentros y desencuentros, de recuerdos inexorables y olvidos inevitables, de miedos y anhelos… representa un auténtico exorcismo de esos fantasmas que todos almacenamos, además de una amena y absorbente lectura que nos remite al recuerdo inevitable del clásico de Mary Shelley protagonizado por la temida y tierna criatura del Dr. Frankenstein.

“Acelgas Hervidas”, de Mariano Rodríguez Mayoral