En los momentos iniciales de la convivencia ya se va a estructurar, aunque sea a título de ensayo, toda una serie de actitudes y planteamientos que van a constituir como el andamiaje del futuro sistema habitual de comunicación.
Dos temas resaltan en este planteamiento que van a constituir como el andamiaje del futuro sistema habitual de comunicación: la comunicación sexual y el inicial reparto de roles, de papeles, de funciones, dentro de la propia pareja. Estos esquemas iniciales varían y mucho a lo largo del tiempo de la consiguiente experiencia de convivir no sólo por lo que respecta a la vida de relación dentro de la propia pareja, sino como consecuencia del diálogo de la pareja con la sociedad.
Cada miembro de la pareja va a ir aprendiendo a encontrar su propio encaje, su posición habitual dentro de la pareja y, desde ella, va a aprender también a expresar sus ideas, sus estados de animo y sus mensajes emocionales (afectivos o agresivos) de acuerdo con una serie de actitudes, gestos, palabras y silencios que son entendidos y captados como tales por el otro miembro.
Estos lenguajes de comunicación que incluyen no solo la expresión de amor o enojo, también la reconciliación, la esperanza, la alegría, la pena, el temor, el consuelo e infinidad de matices quedan establecidos habitualmente en dos o tres años de convivencia y llegan a menudo a cristalizar, con el inconveniente de cerrar exageradamente el futuro de la pareja como proyecto siempre abierto a nuevas posibilidades de mejor o mayor comunicación.
La pareja complementaria o de amor mutuo, podría definirse como aquélla que tiene como origen el amor y no la necesidad. La unión no es un fin en sí mismo, sino que se realiza sobre un sentido de proyecto, de una tarea común.
Por mucho amor maduro que exista entre dos personas,
difícilmente puede haber una comprensión total del otro.Cada cual sabe que tiene su soledad y sabe que no podrá comprender al otro del todo.
La relación está más al servicio del desarrollo y la madurez de los componentes que de la única satisfacción de las necesidades básicas, aunque no se las niega, pero su satisfacción tiene un carácter lúdico y libre, no compulsivo ni de contraprestación.
Los conflictos no están ausentes entre ellos pero se intenta dar una respuesta realista. Se admiten los desacuerdos sin vivirlos como una amenaza contra sí o contra la existencia de la pareja.
No se trata de eludir la propia responsabilidad, proyectando la culpa en el otro. Se admite la culpa pero con la esperanza de que como seres vivos, esos aspectos negativos sirvan de abono al propio crecimiento de la pareja.