¿Qué hubiera ocurrido si De Guindos, ministro del gobierno de Rajoy, hubiera respondido con un “cállate tú, petisa” al calificativo que la Presidenta usó para referirse a él cuando lo llamó “pelado”? Tanto una expresión como la otra son discriminaciones, porque se refieren a un conjunto social, no a un o una individuo/a. Curiosamente, CFK prefirió ese mote de connotación peyorativa a uno con contenido político y social, como hubiera sido el de “banquero”. Porque designar a un banquero para pilotear una crisis financiera -como se ha hecho en España, en Italia o en Estados Unidos- delata la intencionalidad antipopular inevitable de la orientación que han seguido los gobiernos capitalistas de esos y todos los países. La doctora Fernández de Kirchner debe haber simplemente olvidado que fue un pelado -Domingo Cavallo- el que les aconsejó a ella y a su marido que dolarizaran los ingresos que habían recibido por la privatización de YPF. Pero la Presidenta tiene demasiados amigos banqueros y depósitos propios en los bancos como para que se le ocurriera que “banquero” fuera un término cuestionador.
Lo que sorprende no es siquiera que la emprendiera contra un “pelado” y, de paso, contra todos los calvos y todas las calvas -lo cual incluye, por supuesto, a los que procuran disimular la calvicie o pelada con el uso de pelucas. Lo que llama la atención es que no dijeran nada acerca de esta terminología discriminatoria los comisarios del lenguaje, los oficialistas de Carta Abierta o, incluso, el Inadi. Se ha juzgado a la pérdida prematura del pelo como un defecto personal desde la tribuna más alta del país -una suerte de categoría social inferior. ¿Qué debe estar pensando el canciller Timmerman de esta caracterización que juzga a la calvicie como algo incompatible con un ministro? ¿O el propio Verbitsky, del cual los mentideros dicen que es un consejero de la corte oficial?
¡Ni siquiera reaccionó la Corpo, manejada por un cráneo semi-calvo, ni tampoco lo hizo el columnista dominical de Clarín, Sebatián Borensztein, quien es hijo de un comediante sin par, que se exhibía los domingos por la pantalla chica, a las 21 horas, con una peluca que acomodaba y reacomodaba sin cesar!
La ofensiva verbal contra los “pelados” contrasta con el afán igualitario que parece traducir el latiguillo oficial que menta “todos y todas” -siempre el masculino en el primer lugar, como para borrar aquello de “las damas primero”. El incidente del pelado dejó al desnudo que el mentado afán igualitario esconde una montaña de prejuicios.
El lenguaje cotidiano reproduce el contexto social -en algunos casos, como éste, para reforzarlo. Días más tarde, la misma CFK maltrató a un movilero que obstruía la vista de un acto oficial. En la sociedad existente, la función de la igualdad formal es disimular la desigualdad real: lo prueba cualquier cárcel, sobrepoblada de pobres, en un mundo donde los ricos roban en gran escala. Es curioso que se haya bautizado de “igualitario” al matrimonio entre personas del mismo sexo, cuando los matrimonios en general se caracterizan por la desigualdad e incluso por la opresión -del hombre sobre la mujer. Cualquiera sabe que una unión homosexual entre ricos o ricas no es “igual” al mismo matrimonio entre pobres. Los primeros, por ejemplo, no tendrán problemas con el impuesto al salario, el salario familiar, el cobro del medio aguinaldo o el cobro de las jubilaciones atrasadas.
Al banquero en cuestión, el mote que le aplicó CFK lo tiene sin cuidado -como seguramente le habrá ocurrido a su opositor, el jefe del PSOE, Rubalcaba, cuya calvicie se distingue de la de De Guindos por una profundidad mayor y una anchura más reducida-, mientras el gobierno argentino continúe pagando el Boden 2012 y el cupón PBI al Banco Santander y al BBVA con el dinero de los jubilados de la Anses o con los “adelantos” del BCRA. O la fuga de capitales y las operaciones de títulos en la Bolsa, que los especuladores han comprado en pesos y cobrarán en dólares, ajustadas al dólar. Los “pelados”, como el español De Guindos, han dejado “pelada” a la Argentina gracias, entre otros, a la política nacional y popular de “desendeudamiento” y al saqueo de la privatización petrolera o de la expansión del negocio del juego.
Mónica Jacobs
(por la vuelta)