"Diálogo se contrapone a Monólogo. Monólogo o soliloquio es la palabra de uno, del solitario (...) En el monólogo se da una sola persona que habla y una sola voz u opinión. «Diálogo», al contrario, es palabra o mejor palabras de varios, al menos de dos. Por tanto, en el diálogo se deben dar una multiplicidad de voces u opiniones y una multiplicidad de personas que hablan. Pero esa multiplicidad de voces y de personas, no son independientes y autónomas en el diálogo; el diálogo es el lugar de encuentro de muchas personas que hablan y se escuchan. Escuchar es también la actitud indispensable de todas las personas que entablan un diálogo, para evitar que esas voces y opiniones sean voces paralelas sin posibilidad alguna de que se encuentren. El diálogo es un encuentro no tanto porque haya muchas personas que hablen sino porque hay muchas personas que escuchan a las demás. De no darse la escucha, la multiplicidad de personas y de voces se convierte en una multiplicidad de monólogos paralelos sin encuentro posible entre ellos. La actitud de escuchar, más que la palabra y la voz, es lo más específico de todo diálogo. La disposición de escuchar que significa apertura al otro, se tiene cuando uno posee la convicción de que no está en posesión de toda la verdad y de que el otro tiene algo de verdad que ofrecerme y de la que yo puedo aprender. La palabra sin la disposición de escuchar a los demás hablantes, es esencialmente un monólogo; sólo mi palabra unida a mi disposición de escuchar a los demás y a sus palabras, permite la construcción de un verdadero diálogo. Este doble papel de hablar y escuchar que debe darse en todo diálogo, se manifiesta en la simetría de esta doble acción en los interlocutores. Todos igualmente deben hablar u ofrecer su opinión y escuchar o estar abiertos a la opinión de los demás. Si uno solo es el que mayoritariamente habla y los demás intervienen sólo para confirmar la opinión del que habla, no existe auténtico diálogo: existe un monólogo acompañado de un coro de voces que aceptan la opinión del que habla. En realidad, uno solamente habla mientras los demás solamente escuchan. El diálogo, en definitiva, puede definirse como el encuentro del Yo con el otro encarnado en un Tú o en un vosotros con el fin de alcanzar un acuerdo y producir una confluencia, un ámbito común de ideas o de sentimientos de las que los interlocutores participan. La alteridad del otro es indispensable que se manifieste para que un diálogo sea un auténtico diálogo. Esa alteridad del tú que entra y ayuda a construir el diálogo, debe también ayudar a constituir ese ámbito común, ese mundo nuevo que es el resultado de la confluencia del Yo y del Tú, es un mundo de ambos. Sin alteridad, sin otro que sea Tú o vosotros que me presente u ofrezca su palabra y su voz para que yo la escuche y, viceversa, sin el otro que escuche la voz y la palabra que yo le ofrezco, no puede darse auténtico diálogo"
FUENTE: Antonio Pérez Estévez "El diálogo y la dialéctica en el joven Platón: el Critón"