Chapa y pintura. Les voy a pedir que hagan un ejercicio de imaginación. Intenten unir los siguientes referentes cinematográficos: Rocky (en cuanto a la ambientación del mundo del boxeo y el espíritu de superación del que se sabe inferior a su rival y que a pesar de ello sigue luchando hasta el final por mantenerse en pie); más Yo, el halcón (la relación paterno-filial entre un padre y un hijo que apenas han tenido contacto el uno con el otro y deben recuperar el tiempo perdido para poder conocerse mejor, todo ello montados a lomos de un potente camión); más Transformers (enormes robots zurrándose hostias como panes antes la atónita mirada de los humanos). Bien, a continuación cojan el resultado de la suma y pónganlo en remojo durante unos días para que el producto final vaya quedando más tierno y blandito... un poco más... un poco más... bien, suficiente. Si han seguido los pasos correctamente el resultado que habrán obtenido será algo muy parecido a... ¿Acero Puro?
La historia se sitúa en un futuro próximo en el que los combates de boxeo entre humanos han sido sustituidos por combates de boxeo entre robots. Dicha modalidad se ha convertido en un lucrativo negocio e incluso existe una importante liga profesional de boxeo de robots que mueve grandes sumas de dinero. Lamentablemente la película evita en todo momento profundizar más en este apasionante y complejo mundo futuro y desconocemos si, además, también existen combates de sumo con orondos robots en Japón, luchas de robots enmascarados en México o combates clandestinos entre gigantes gallos robot. El prota del film es un antiguo boxeador (humano) que se dedica a organizar combates de robots, de pequeña importancia, en ferias de pueblo. El hombre es un completo desastre y la película se empeña en demostrar al espectador que el tipo es incapaz de madurar y que apenas logra sobrevivir trapicheando de aquí y de allá. Más tarde sabremos que, además, tiene un hijo de once años de una antigua relación y cuando fallece la madre del chaval nuestro protagonista deberá cuidar de su hijo (con el que jamás ha tenido trato) durante todo un verano. No hace falta ni decir que, de entrada, los dos no es que se lleven a las mil maravillas. Pues en estas estamos que el chico se empeñará en querer entrenar a un robot luchador que encontrarán en un criadero de mierda lo que, poco a poco, irá uniendo más a los distantes padre e hijo.
La película está dirigida por Shawn Levy, un tipo que, exceptuando la “pasable” Noche loca debería avergonzarse, y mucho, del resto de toda su filmografía, con títulos como Gordo mentiroso, Recién casados, Doce en casa, Noche en el museo y secuela o el muy desastroso remake de La pantera rosa. ¿Quién demonios le da a este señor, que prácticamente solo ha hecho comedias familiares, una peli sobre robots dándose de palos? ¡Ah!, si, alguien que quiere convertir, a toda costa, la peli en un producto familiar. Entre los protas encontramos a Hugh Jackman, quien después de Lobezno parece ser que va encadenando batacazo tras batacazo; y a Evangeline Lilly (la Kate de Perdidos) que interpreta a una amiga del protagonista que regenta una especie de gimnasio para luchadores robot (¿?). Él hace lo que puede para intentar mantener la peli a flote, pero es evidente que no es suficiente. Ella está guapa que rompe y a pesar de que aparece en pantalla mucho menos de lo que uno desearía termina convirtiéndose en el único elemento válido para aguantar esta absoluta memez.
No entiendo esta película. Se muestra constantemente tan esforzada en intentar captar al mayor número de público posible (de todas las edades) que puede terminar por no gustar a nadie. ¿Algún adulto tiene ganas de ver a un niño de once años manejando a un robot que lucha contra otro robot que está a las órdenes de un punki ochentero que vive en el futuro? ¿Algún niño va a aguantar a Hugh Jackman enseñándole boxeo a un saco de tuercas a la vez que le intenta tirar la caña a la chica de la peli durante algo más de dos horas de metraje? Cine familiar, que gran invento. Yo es que creo que esta peli hubiera podido ser una gran serie de animación, con el niño prota manejando los robots i teniendo que superar combate tras combate (en plan gran torneo de las artes marciales de Bola de dragón) y que pudieran disfrutar con cada nuevo robot que se pusiera en el camino de los protagonistas (en la peli a la mayoría se los cepillan demasiado rápido), y que los robots malos al final se acabaran uniendo a los buenos para poder superar a un enemigo mayor, y venderían montones de muñecos de los robots luchadores, y dentro de unos años, en Hollywood, harían una adaptación cinematográfica con personajes de carne y hueso para que toda la familia pudiera ir al cine y... vaya, volvemos a estar donde estábamos.
Resumiendo: Cine familiar que logra unir a grandes y pequeños... en su contra. Sorprendentemente larga para lo tonta que termina resultando, la película demuestra no encontrarse cómoda en ningún momento de su largo metraje.