Revista Sociedad

‘Achinar’ a Cuba

Publicado el 11 septiembre 2016 por Tomarlapalabra

forma-civilizada-santana

Por: Roberto Álvarez Quiñones

Tomado de: Diario de Cuba 

Caricatura: Omar Santana

Si no la democracia, ¿cuál es el objetivo de Estados Unidos y casi todo el mundo occidental con las concesiones unilaterales al régimen de La Habana?

La respuesta es: achinar a Cuba. O sea, estimular a la dictadura a que realice reformas económicas “a la China” para hacer negocios con y en la Isla sin que importe necesariamente demasiado la falta de libertades y derechos ciudadanos, pues su ausencia no perjudica los negocios.

Es paradójico, pero el impresionante avance tecnológico actual parece exacerbar el pragmatismo y marca en materia política una tendencia a despojarse de principios “sentimentales” de siglos anteriores que pueden llegar a obstaculizar la obtención de ventajas económicas y geopolíticas. A eso agréguese el añejo axioma de que el capital, ideologías aparte,  va a donde está seguro y rinde buenos beneficios.

Hoy casi todos los países comercian con la autoritaria China o tienen allí fuertes inversiones. Ningún gobierno molesta a Pekín con impertinencias acerca de los derechos humanos. Y lo mismo sucede con Cuba. Los gobernantes que desean la democratización de la Isla no lo dicen demasiado alto. Nadie quieren perjudicar posibles negocios.

China es el mayor receptor de inversiones norteamericanas y de muchos países, y el mayor socio comercial de EEUU, que en 2015 importó de Pekin bienes por valor de 483,244 millones de dólares y le exportó $116,071 millones.

Las etiquetas “Made in USA” han sido sustituidas por las de “Made in China” a nivel global.  Cientos de compañías norteamericanas y de todas partes están asentadas allí. Allí pagan  salarios inferiores, producen a bajo costo y exportan a precios muy competitivos al planeta  entero. Con semejantes ventajas hacen la vista gorda en la violación de los derechos ciudadanos. La comunidad internacional ve esto como algo normal.

Con Cuba puede ser todo peor aún, ya que “el socialismo de mercado”, como lo llama el Partido Comunista chino, es demasiado liberal para la  Junta Militar castrista, y al menos por ahora no parece que vaya a ser implantado. Los Castro tienen otros planes, menos achinados y más fascistoides.

Híbrido de capitalismo y comunismo

El modelo chino es lo que más se acerca al que propugnaba la Teoría de la Convergencia en los años 60 y 70. Varios economistas occidentales, entre ellos el canadiense-norteamericano John Kenneth Galbraith (gran amigo del presidente John F. Kennedy), propusieron una receta salomónica para construir la sociedad ideal: tomar lo mejor del capitalismo y del comunismo, mezclarlo bien y conformar un sistema socioeconómico que conciliase la planificación central estatal con la propiedad privada y la competencia, bajo leyes y regulaciones estatales.

Hoy China cuenta con un híbrido inédito de capitalismo con comunismo, no imaginado por Marx o Lenin, que facilita la creación de empresas capitalistas en casi todas las ramas de la economía mediante un complicado sistema de leyes que también prohíbe las inversiones en sectores de “seguridad nacional”, como los medios de comunicación, que son propiedad estatal o se hallan férreamente censurados.

Al compás de la consigna de “enriquecerse es glorioso” del líder reformista Deng Xiaoping, ya en octubre pasado había en China más multimillonarios con fortunas superiores a los mil millones de dólares que en Estados Unidos (596 y 538, respectivamente). En 2015, la ciudad de Pekín contaba con más cantidad de ellos que Nueva York (100 y 95 superricos, respectivamente).  Los 75 diputados chinos más ricos (algunos con más de $6,000 millones cada uno) superan los valores conjuntos de todos los congresistas de EEUU.

Sin embargo, sigue vigente en el gigante asiático una macrocefalia estatal intervencionista en el ámbito económico. El Estado posee casi todos los grandes bancos, las tres principales entidades petroleras y las tres empresas telefónicas. También el Gobierno planifica centralmente la economía, sobre todo en la industria pesada, la energía y las infraestructuras, a la vez que descentraliza las decisiones a nivel local. Pekín no admite que el mercado es superior y sostiene que un plan estatal es clave para el crecimiento.

Diferencias entre las dos dictaduras

Pero entre China y Cuba hay notables diferencias. El coloso asiático es la segunda mayor economía del planeta, tiene 1,374 millones de habitantes y dispone de un cuasi infinito y sediento mercado interno, en constante expansión. El país es dirigido por un Partido Comunista militarizado y no por un par de hermanos.

China es una nación oriental sin antecedentes democráticos, que durante miles de años ha vivido bajo regímenes autocráticos y dictatoriales. Tras caer la última dinastía imperial, la Qing,  en 1912 el líder político Sun Yat Seng  quiso establecer una  democracia moderna y fue elegido presidente de la primera república de la historia china. El intento democratizador apenas duró unos meses. Aunque la república continuó, no hubo democracia alguna. Sucumbió en 1949 con la llegada al poder de Mao Tse Tung y su Partido Comunista.

Cuba es una nación pequeña de apenas 11 millones de habitantes, gobernada como una finca  privada por la familia Castro y un grupo de militares. Está ubicada en el corazón de Occidente, a escasos 140 kilómetros de EEUU, la mayor y más antigua democracia de la modernidad (en el siglo XVII en Inglaterra se instauró una monarquía parlamentaria, pero con el rey como jefe del  Estado).

La familia “real” de los Castro y su Junta Militar dirigen a capricho la nación, controlan hasta la vida personal de sus habitantes, y han decidido que serán ellos los únicos protagonistas económicos y políticos en el modelo neocastrista de capitalismo de Estado que van a establecer a partir de 2018. Quieren que los únicos ricos en la Isla sean los miembros de la dinastía y los militares más leales a la familia. Y punto.

A los cuentapropistas les dejarán una participación marginal en el mercado doméstico, la prohibición de importar y exportar, la prestación de precarios servicios típicos de la Edad Media  e impuestos y barreras legales para impedir que sus negocios crezcan y se vuelvan competitivos.

Presionar en vez de obsequiar

Tales planes en nada se parecen a los chinos. Tal vez Obama y los estadistas que hacen concesiones a Cuba lo saben, pero esperan que los “reformistas” de la élite castrista presionen  y logren la realización de reformas profundas de mercado. Esa expectativa no parece viable. Lo previsible es que las concesiones a la autocracia cubana coadyuvarán a que la dinastía marxista (y valga la ironía) y los militares consoliden su monopolio económico y se perpetúen en el poder más cómodamente, sobre todo si se levanta el embargo norteamericano.

Y todo esto sucede precisamente cuando el régimen es más débil y vulnerable que nunca y hay posibilidades reales de presionarlo para que abandone su jurásico inmovilismo y mueva ficha. Debido a la crisis devastadora en Venezuela han disminuido drásticamente los subsidios y las entregas de petróleo gratuito, y Cuba está abocada a un nuevo Período Especial que se ensañará con su ya muy pobre y desesperanzado pueblo.

Aun cuando Rusia aceptase el pedido de Raúl Castro de suministrar petróleo a bajos precios y facilidades de pago (cosa que no es muy segura), Cuba va a depender cada vez más de los miles de millones de dólares y otros recursos que le llegan anualmente de EEUU, de mil maneras. Es un error de Washington no aprovechar esta coyuntura para que los Castro hagan concesiones a su pueblo a cambio del salvavidas político que le están lanzando.

Por lo demás, el achinar a Cuba no se vislumbra en el horizonte, al menos mientras vivan los hermanos Castro.


‘Achinar’ a Cuba

Volver a la Portada de Logo Paperblog