La anciana, cada día más despistada, le pregunta a sus nietos: ¿Cómo se llama ese médico alemán que me trae loca?, y ellos responden: Alzheimer, abuela, Alzheimer.
Lo parece, pero no es un chiste cruel: su creador pretende reírse así de su propio miedo ante un mal definido en 1906 por el neuropatólogo alemán Alois Alzheimer.
Degenera la memoria, atención y capacidad de raciocinio. Lleva a la demencia senil y destruye a sus pacientes y allegados. En algunas zonas del primer mundo afecta ya al 10 por ciento de los mayores de 65 años.
Se investiga cómo y por qué destruye las conexiones bioquímicas y nerviosas que nos hacen cerebralmente lúcidos, pero por el momento no se ha encontrado una vinculación científicamente válida entre la edad y el Alzheimer. La relación existe, pero no se sabe cómo se produce.
Ahora, a principios de este mes de marzo, aparece un pequeño rayo de esperanza para quienes no quieren entrar en esa gelatina cerebral desconcertante e incontrolable del Alzheimer.
El Instituto Nacional de la Vejez (NIA) estadounidense ha anunciado que el ácido fólico, una vitamina del grupo B, administrado antes de la vejez a ratones, previene parcialmente el daño que provoca el aminoácido homocisteina, que parece estar muy asociado al mal.
Toda la explicación aparece en el último Journal of Neuroscience y los geriatras y neurólogos, por su bien y el de todos, deberían consultarlo urgentemente.