La agitación y los trastornos de conducta son muy frecuentes en la demencia y en la enfermedad de Alzheimer en particular. En los estudios publicados por el grupo de Jeffrey Cummings mostraban cifras de prevalencia de trastornos conductuales, tales como agitación, por encima del 60 % a lo largo de la enfermedad. Además, es bien conocido que este tipo de trastornos son los que más perturban al cuidador y hacen tomar la decisión de institucionalizar al paciente.
Por todo ello, abundan las revisiones en la literatura sobre terapias farmacológicas que podrían tener un efecto beneficioso con el fin de evitar la aparición o bien mitigar la intensidad de este tipo de síntomas. Los antipsicóticos clásicos y los nuevos atípicos han sido utilizados de forma, quizás, excesiva hasta hace unos años; sin embargo, tras la aparición de los estudios donde se demostrabaun aumento (pequeño pero significativo) de la mortalidad cardio-vascular en este grupo de pacientes, su uso se ha limitado a casos extremos o a dosis puntuales de rescate.
Desde entonces, el uso de otro tipo de fármacos como antidepresivos de perfil sedante o antiepilépticos se ha extendido; aunque es cierto que en la mayoría de las ocasiones se hace con poca evidencia sobre su utilidad y el perfil de seguridad. Uno de los fármacos empleados en este contexto es el ácido valproico, conocido por su propiedades anticomiciales desde hace décadas por los neurólogos. Existe una revisión sistemática de la base de datos de Cochrane del 2004 (revisada en 2009) sin que las conclusiones puedan satisfacer a los clínicos (hecho tampoco inusual en las conclusiones de dicha base de datos). En definitiva, no se podía recomendar el uso de valproico en pacientes con demencia y agitación por la ausencia de evidencias sobre su beneficio y sus potenciales efectos adversos.

