Según mi leal saber y entender, la aconfesionalidad de un estado, garantiza la neutralidad de éste frente a cualquier religión, mientras que el laicismo pretende erradicar la religión de la vida pública y llevarla únicamente al terreno de lo privado. Es decir, neutralidad en la primera, beligerancia en lo segundo.
Dicen los católicos que el PSOE quiere una España laica. Pudiera ser. Al menos, da la impresión de que un sector del PSOE, que por cierto, parece ser el que tiene ahora mismo la sartén por el mango, si que quiere un país laico. Incluso iría más lejos, parece querer un país anticatólico, puesto que ven con mejores ojos las costumbres religiosas musulmanas, por poner un ejemplo, que las católicas. Me temo que no es otra cosa que la ley del péndulo, o lo que se ha dado en llamar discriminación positiva. O dicho en román paladino: la cuña del mismo palo es la que más aprieta.
Pero hay una cosa en España con la que no pueden ni aconfesionales, ni laicistas, ni musulmanes, ni judíos, ni paganos, ni el sursuncorda. Esa cosa no es otra que las fiestas patrias religiosas.
Así, haciendo un recuento de memoria de las fiestas que pueblan nuestro calendario, a excepción del día de la Constitución y del día de cada autonomía, no recuerdo ninguna otra fiesta que no sea religiosa. No me digan que el Martes de Carnaval, porque precisamente tiene su origen en el inicio de la Cuaresma.
Y a ver quien es el guapo que pone en su programa electoral cambiar las fiestas religiosas por fiestas laicas. Por ejemplo: en lugar de Martes de Carnaval, el 11 de febrero festividad de la Primera República; en lugar de Viernes Santo, 14 de abril festividad de la Segunda República; en lugar de la Inmaculada Concepción, el 27 de noviembre Coronación de Juan Carlos I de España. Y como ejemplos ya valen. Sin omitir el día del Orgullo Gay, la llegada del hombre a la luna o la conjunción interplanetaria para que dos grandes naciones sean regidas a la vez por dos fuerzas de la naturaleza progresista, aunque a ésta última habrá que reducirle el nombre, porque sino, no cabe en el calendario. El nombre de la festividad es casi tan grande como el ego de Zapatero y sus adláteres.
Nada, que por más laicos o aconfesionales que seamos, la Semana Santa, las Navidades o el patrón del pueblo, lo seguiremos celebrando per saecula saeculorum.