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Royal Albert Hall.
Sólo pronunciar su nombre crea una atmósfera diferente, como si de otra realidad se tratase. Es un teatro de la capital británica. Allí se dan lugar numerosos conciertos entre obras y otras actividades. Sería un sueño estar entre sus cuatro paredes y verse envuelto en su magia una vez empiezan a sonar los primeros acordes.
Pude disfrutar, en diferido y en la distancia, del concierto de Robbie Williams con amigos hace años atrás, y hace pocas semanas he podido hacerlo de nuevo de la mano de Florence + the Machine. Desconozco cómo llegué a él y di gracias por haber conocido en profundidad a este grupo en un registro y ambiente diferente.
Quizás debieran pasar por este magnífico escenario las grandes estrellas de la música mundial. Es como una garantía tanto para los artistas como para el público. Los artistas ven reconocidos sus méritos y su música; el público sabe que el dinero será bien empleado. Allí todo cobra un nivel superior en un sentido llano de la palabra. Nada de aires de realeza pero sí esa magnanimidad en cada gesto, movimiento y voz. Todo con una naturalidad y belleza sin comparación a cualquier otro concierto.
Florence + The Machine captaron mis oídos hace dos años con la canción Shake it out y desde entonces ha estado presente en cada reproductor de música que pusiera en funcionamiento. La voz de Florence llena el espacio totalmente, da igual que lo haga acompañada de instrumentos que sin ellos. Es potente y llega, transmite esa fuerza incluso con delicadeza. En el concierto que dio en ese recinto se puede comprobar todo esto. Cautiva desde el primer minuto no sólo por su voz sino por su pose, su saber estar, su cercanía y timidez al mismo tiempo. Es curioso. Justamente la artista es quien está conmovida y avergonzada, se esconde en sus letras y música. Es como si estuviera sola de nuevo en su estudio o casa componiendo. Cierra los ojos. Todo depende de ella. ¿Cómo lo consigue? Vive por y a través de la música. Se reconoce rápidamente quien es artista por esa actitud. No necesita llenar los estadios ni agotar las entradas. El número no dice nada sino lo que transmite. Daría igual que estuviera en una calle o sala con una persona en frente escuchándola. Incluso ahí, uno sabría quién tiene delante: una persona capaz de cautivar a otra.
A veces, lo mejor, es un encuentro de ocho o diez personas. Otras, de veinte o veinticinco. Pero no siempre es bueno un encuentro de miles y miles de personas aunque allí se crea crear esa atmósfera mágica que se da en aquéllos encuentros en petit comitée. Los comerciales se equivocan, los artistas también y muchos se olvidan de mimar y cuidar la música, aquello por lo que viven y se desviven. Aquello que da sentido a sus días y por lo que han luchado tanto y han podido conocer para qué están en el mundo. No se pueden matar los sonidos, no se pueden desvirtuar los acordes, no se debe violar a la música. Pocos lo tienen en cuenta pero muchos aún velan por ella. Qué cantidad de emociones nos transmite con un sólo acorde. Qué realidades nos presenta con una sola nota. Qué pensamientos nos suscita con una sola palabra. Qué cantidad de emociones, realidades y pensamientos dan lugar en la música y con la música. Primero en aquellos que la crean y después en quienes la reciben. Quizás coincidan pero no siempre es así, y de ahí su belleza.
Y sí, son acordes de la realeza porque vienen de la Belleza. Esa belleza realzada por cómo se vive la música y nos la hacen vivir esos artistas embebidos por ella. Esa belleza realzada por cómo se interpreta la música y nos la hacen interpretar esos artistas transformados por ella. Esa belleza realzada por cómo se ama la música y nos la hacen amar esos artistas enamorados de ella. Se personaliza tanto a la música que se puede hablar de ella como una amiga, y así es en muchas vidas de personas. Se habla tanto de la música que se puede decir de ella que es como un continuo pensamiento, y así está presente en muchas mentes de personas. Se siente tanto la música que se puede decir que es como un latido más del corazón, y así es en muchos corazones de personas.
Señoras y señores, por favor, deleitense con esta maravilla para los ojos y oídos tanto de sus personas como de su corazón.