En España hay quien va a los toros y protesta contra la investigación con animales de laboratorio, y en el Reino Unido hay defensores de esos animales que le ponen bombas a los científicos que los necesitan para estudiar el cáncer.
Alarmado por el acoso creciente a los científicos, el gobierno británico ha emitido por primera vez un comunicado advirtiéndole a los defensores de los animales que extremará el celo contra sus actos vandálicos o terroristas, por los que pueden ser condenados a muchos años de prisión.
El ministro de la Salud, Philip Hunt –curioso apellido, significa cazar--, ha recordado que gracias a esos ensayos se han podido desarrollar penicilinas, insulinas, vacunas, tratamientos del cáncer, del SIDA, del asma o de los problemas siquiátricos, como las depresiones, y todo tipo de procedimientos quirúrgicos.
Estos días hay laboratorios que sufren ataques terroristas en recuerdo de Barry Horne, fallecido en huelga de hambre en una cárcel el año pasado, donde estaba por haber enviado bomba a Colin Blakemore, que investiga el Alzheimer en la Universidad de Oxford. El explosivo estuvo a punto de matar a sus hijos, que abrieron el paquete. Aparte, Horne había destruido también instalaciones médicas por valor de diez millones de euros.
Ante estas ofensivas, los enojados enfermos y sus familiares proponen cambiar a los animales por sus defensores. Afirman que los resultados serían más reales y de aplicación más rápida: con cobayas humanas la ciencia avanzaría más.