El alcalde de Valladolid, Francisco Javier León de la Riva, del PP, dice que le da reparo encontrase a solas en un ascensor “con una chica con ganas de buscarte las vueltas, que se arranca el sujetador o la falda”, y luego grita que ha sido agredirla sexualmente.
La declaración de este ginecólogo, profesor universitario y alcalde desde hace 19 años de los 310.000 habitantes de su ciudad, le supuso una más de las múltiples condenas del feminismo, que lo considera uno de los mayores machistas de España.
Pero a sus 69 años lleva diciendo cosas parecidas desde que es alcalde y gana las elecciones cada vez con más votos, como en 2011, cuando obtuvo una mayoría absoluta superior a todas las anteriores.
Y la logró pocos meses después de decir sobre la aparentemente botox-inflada ministra de Zapatero, Leire Pajín, que “cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a contar aquí”.
Una provocación gratuita, como la del ascensor, aunque esta podría explicarla: en países con organizaciones feministas poderosas se impuso que las exploraciones ginecológicas debían hacerse con enfermeras-testigos para evitar denuncias falsas de abusos sexuales del médico para obtener indemnizaciones.
El escritor francés Michel Houellebecq se alegraba estos días, exagerando un poco, de que en España todavía se ve a hombres y mujeres caminado juntos, lo que ya no ocurre en su país, dijo, ni en otros de Europa.
Una “boutade” con fondo real para sugerir que cualquier mirada o insinuación masculina pude ser denunciada como acoso sexual, algo que también quiere imponer el hembrismo aquí.
Corolario: si este alcalde entra en un ascensor en solitario con alguna mujer que él desconoce, escapará gritando “¡Esta señora me quiere acosar, sospecho!”.
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