Actitud Frente A La Crisis
Autor: Ricardo CombarizaLa Actitud frente a la Crisis
Una palabra de adultos
Han pasado décadas desde aquel momento en que mi padre tomó la decisión de enviarme junto con hermana mayor de regreso al interior para terminar el segundo grado de escuela primaria. Debido a la ocupación de mi padre, quien fue oficial naval por cerca de treinta años, vivíamos temporalmente en una pequeña ciudad en la frontera con Brasil en el Amazonas colombiano, una ciudad donde la educación no tenía la calidad que mi hermana y yo requeríamos.
Así, en 1982 me enviaron a estudiar a la ciudad natal de mi padre. Antes de llegar a mi destino final visité algunos días a mi abuela materna, una mujer de origen humilde quien vivía en una casa modesta al sur de Bogotá y quien me trataba con una dulzura que aún hoy añoro.
Las semanas previas al inicio de clases fueron inolvidables para mí. Aún recuerdo el aroma del chocolate caliente con canela, a mi abuela escuchando con paciencia las palabras de un niño, la armonía que su compañía traía a mi vida en un momento de cambio que significaba alejarme de mis padres y mi hermano menor, a quienes extrañaba de sobremanera.
Fue en ese viaje y contexto cuando escuché por primera vez la palabra “crisis”. Tenía siete años de edad. Recuerdo aún estar viendo el noticiero de las siete cuando escuché un reportaje que hablaba sobre la crisis en la que el país se encontraba. La economía nacional estaba en un momento crítico, el conflicto armado en mi país de crianza recrudecía y yo empezaría a enterarme de esa y otras tantas crisis venideras en los años consecuentes a través de los medios de comunicación. - ¿Qué es crisis, abuela? - pregunté como lo hace un niño de siete años quien realmente está interesado en obtener una respuesta. Con una sonrisa luminosa y mirándome fijamente con unos grandes ojos verdes dijo: - Algo que no debe preocuparte, una palabra de grandes -
Mi abuela, una mujer que había logrado la crianza de mi madre y mi tío con un sueldo que apenas daba para comer y quien seguramente había tenido que vivir en carne propia varias crisis personales, me regaló una respuesta que aún llevo grabada en mi mente. Confieso que hoy sigo sin entender claramente lo qué significa la dichosa palabra. Puedo ser testigo de situaciones que en algún momento catalogué como crisis: mi separación, la quiebra de mi antiguo negocio con las consecuencias que tuvo en mi economía, no tener trabajo y ser un padre joven con tres bocas que alimentar.
Una palabra de adultos, otra de tantas palabras como estrés, imposibilidad, límite, de aquellas que no ocupan a los niños y desdoblan el pensamiento de los adultos, que sirven solamente para pavimentar la imaginación y para explicarnos aquellas situaciones que superan nuestro entendimiento y obligan a romper el cascarón de la razón.
La crisis es una lente: “una forma de ver el mundo”.
Una oportunidad para observar
Dada la cantidad de viajes que implica mi trabajo como consultor, constantemente conozco personas en los aeropuertos o aviones. Algunas de las personas más interesantes que he conocido han sido compañeros en algún vuelo y recientemente coincidí en un viaje con la directora de un reconocido banco mexicano. Dos mujeres empresarias iban en los asientos contiguos al mío y conversaban sobre el tráfico en la Ciudad de México, ciudad donde viví cerca de 11 años y en donde tengo grandes amigos y bellos recuerdos. Comentaban y se reían de la forma de manejar en la ciudad, las distancias, los embotellamientos y el constante sonido del claxon por todos lados. Yo entendía bien de lo que hablaban y no pude evitar sonreír mientras me agachaba a guardar mi computadora y escuchaba la conversación. Sonreí al recordarme a mí mismo desesperado en medio del tráfico cuando el trayecto a la oficina, que realmente debía llevarme unos quince minutos, se convertía en ocasiones en una travesía de cerca de dos horas. Para mis adentros pensaba que vivir en una ciudad como es el Distrito Federal y quejarse del tráfico es semejante a estar en un restaurante y quejarse con el mesero por traer exactamente lo que se le ordenó. Quien elija vivir allí ha de saber que junto con las muchas maravillas y ambientes que ofrece la ciudad, existe también una situación complicada en cuanto a vialidad se refiere.
Me dí vuelta y me incluí en la conversación. Por un rato continuamos hablando del tráfico, la polución, la vitalidad y la actividad incesante en el DF. Cuando empezamos a hablar sobre nuestras actividades y supe de la ocupación de una de mis compañeras de vuelo, no pude resistir la tentación de preguntar la opinión de un banquero sobre el tema de moda: la crisis económica mundial. Sabía que estaba tocando venas sensibles, pero hace un tiempo decidí ser más abierto conmigo mismo y preguntar con franqueza cuando lo requiera o sienta que deba decir algo honestamente. La primera en reaccionar al cambio de tema fue mi otra acompañante. Con energía y en tono bromista dijo: - No le preguntes de eso, ¡menos en tiempos de crisis como estos! - Mi primera interlocutora, sin embargo, elevó la mirada y en tono reflexivo comentó: - Hoy en día la crisis significa falta de dinero. Los negocios no tienen liquidez y eso hace complicado que se mantengan a flote. Para mí, ahora que lo pienso mejor, la palabra crisis significa que tengo una oportunidad para ser más eficiente en mis gastos y ofrecer nuevos y mejores servicios a mis clientes. Es la oportunidad para, en un momento en que las condiciones cambian, observar con más detalle aquello que tradicionalmente no observo con detenimiento - ¡Una oportunidad para observar!
Muchas personas no pueden ver las oportunidades que aparecen en los momentos difíciles. Para muchos otros, un cambio en el curso esperado de los acontecimientos puede significar el final. Para otros por el contrario una crisis significa una oportunidad de aprendizaje. Lo cierto es que muchos de los casos, pasado un tiempo, la mayoría de personas encontramos la forma de seguir adelante incluso frente a situaciones realmente complejas.
No estoy diciendo con esto que, por ejemplo, una pérdida importante sea un momento de alegría, que la falta de dinero es un motivo de celebración o que la situación económica del mundo una causa de regocijo. Lo que afirmo es que las crisis son un llamado de la realidad que nos invita a observarnos, a reeditarnos, reinventarnos. Se puede asumir la dificultad como una tragedia o como un momento de aprendizaje. Llamarle “crisis” es en sí una elección, podemos interpretar los momentos difíciles como una barrera inquebrantable o simplemente como un tope que se cruza en el camino ayudándonos a bajar la velocidad por un momento para observarnos con detenimiento.
Autodeterminación
No fue fácil para mi entender hasta que punto determino mi vida a través de mis elecciones, aún en momentos continúa siendo difícil. La cultura latina está plagada de interpretaciones sobre el “destino”. Basta observar alguna telenovela en la que los personajes se ven y se enamoran de repente, en donde una serie de tragedias y alegrías se van presentando sin la participación de ellos mismos. Al final, todo se resuelve gracias a la magia del destino.
Nuestra cultura tiene un dejo de telenovela. Crecimos con la visión, tal vez romántica, de que los seres humanos caminamos por la vida y de repente se nos pegan las emociones como un cadillo se prende a la ropa, que la vida en general sucede por que así está destinado por la divinidad o en el otro extremo todo es completamente azaroso. “Así nos tocó vivir”, versa un dicho famoso.
Por el contrario, hoy pienso que todo lo que está pasando a mi alrededor es una decisión, esto incluye mi familia, mis padres, el país donde nací e incluso el fin de mis días. Deje de creer en destinos, en líneas rectas de acontecimientos trazadas con instrumentos desconocidos. Creo firmemente que es la capacidad de elegir la que puede dar sentido a la vida de todo ser humano, que los acontecimientos y las personas coinciden generando un océano infinito de posibilidades. Es precisamente la capacidad de decidir la que nos hace diferentes de otras especies.
Decidí alejarme de mi visión anterior después de descubrir los trabajos del doctor Will Schutz, en especial su best seller Joy que recomiendo ampliamente. Cuando tomé mi primer taller de El Elemento Humano una de las preguntas que me hice fue: ¿Qué pasaría si todo fuera mi elección?, Al entrar en contacto con las ideas de Schutz acerca de la autodeterminación, me di cuenta de varias cosas. Por un lado es más sencillo pensar que aquello que sucede a mi alrededor es producto del azar o de las acciones de otros, a quienes culpo o agradezco por lo que obtengo en la vida. En cierta forma me era fácil culpar a mi empleador por mi situación económica, al gobierno por las pocas o muchas posibilidades que me ofrecía el país o a mis padres por “haberme hecho quien soy”. Sin embargo, me di cuenta también que desde esa mirada del mundo si yo quería cambiar algo en mi vida necesitaba esperar a que mi jefe, mis padres, mi gobierno, mis amigos, la situación económica y todo mi entorno en general se modificara. Pienso que mis posibilidades se amplían desde una posición en la que puedo observarme como protagonista y no como víctima o beneficiario de las circunstancias.
No tengo la intención de lograr que quienes lean este escrito piensen como yo. Alguien podría refutarme diciendo: ¡Yo no elegí ese accidente que tuve! O también: ¡Yo no decidí que la economía mundial estuviera en crisis! Siendo congruente con mi intención, la de compartir mis ideas simplemente, tengo que aceptar que esa posición también puede ser válida. Pero aún cuando yo no haya elegido x o y situación, siempre me queda la posibilidad de elegir cómo reaccionar ante ésta.
En momentos como los que vivimos actualmente me parece urgente revisar la mirada que tenemos de nosotros mismos, de nuestras organizaciones y nuestra región; evolucionar a una visión más responsable de nosotros mismos y nuestro entorno.
El gran mito
Cuando imaginamos la felicidad solemos llevar el pensamiento hacia lugares paradisíacos donde no hay muerte, donde todo aquello que queremos aparece de la nada, sin esfuerzo. Una realidad idealizada, un cuento de hadas con el que muchos lucran, y lucran bien. Recientemente salió a la venta una serie de videos y libros, muy populares por cierto, que venden la idea de que para obtener cualquier cosa, solamente es necesario pensar en ella con pasión para que aparezca casi mágicamente como quien pide un deseo al genio de la lámpara. Tal idea es para mí una pobre interpretación de un principio miles de años más antiguo. Pese a la seducción que representa esta fantasía, creo que el asunto es menos mágico y más simple.
Confieso que a mi también me seduce la idea recibir millones de dólares solamente concentrando mis pensamientos en conseguirlos. Pero sé que si quiero que algo suceda en mi vida no puedo dejarlo al azar, necesito estudiarlo, analizarlo y actuar en consecuencia. La esperanza por sí sola no cambia nada a menos que me haga cargo de que las cosas sucedan.
Si, creo que al enfocar mi mente en algo voy a entenderlo y a hacerlo mejor, pero para que la realidad se modifique a mi favor es necesario actuar en congruencia con mi pensamiento. Si algo en mi vida no me satisface hoy, no importa cuantos libros de psicología o autoayuda pueda leer, a cuantos expertos acuda si no tomo acciones congruentes con ello. Sin importar a cuantos consultores contrate, una organización no puede modificarse si no toma acciones en virtud del cambio que busca.
Toda decisión implica acción, visión sin acción no es más que un sueño.
La crisis económica
Esta situación que inicia en Estados Unidos no se es producto del azar, es el resultado de decisiones erradas que iniciaron con la elevación del costo de las propiedades en ese país y a la poca observación por parte de las entidades crediticias al momento de otorgar créditos. La banca, para respaldar sus préstamos, creo algunos instrumentos a manera de bonos, respaldados por las hipotecas de miles y miles de personas que compraban vivienda, bonos que a su vez fueron vendidos a otras entidades financieras. Cuando los precios de estas propiedades tendieron a la baja el desplome comenzó: Las personas estaban pagando propiedades que se devaluaban y los pagos de hipotecas a los bancos se redujeron. Los dueños de los bonos que los bancos vendían para poder hacer más préstamos en los momentos de bonanza empezaron a venderlos al mejor postor, a precios muy por debajo del costo inicial, perdiendo su valor y generando caos.
Las entidades financieras han entrado en pánico, la confianza de los consumidores ha llevado a la recesión, los préstamos se cancelaron, la situación se salió de proporciones. La incertidumbre de personas y organizaciones acerca de los sucesos actuales se convierte en miedo. El miedo y la desconfianza son emociones altamente contagiosas, el miedo se adueñó de la situación, la desesperación y la desconfianza hicieron su agosto, propagándose como fuego.
La situación financiera mundial nos invita enfrentarla con una gran dosis de creatividad, con autodeterminación, responsabilidad y con acciones contundentes. La situación existe, es real, no desaparecerá simplemente por imaginar que no está.
Es momento de detenernos, observarnos, personas y organizaciones necesitamos hacernos preguntas poderosas:
¿Cómo actuar? Definitivamente no bajo el pánico:
- Aceptar: Aceptar y resignarse no son la misma cosa. Aceptar es la posibilidad de actuar, observar la realidad para poder entender el panorama real, la resignación es el momento previo a la muerte. Siempre podrá elegir.
- Compartir: Infórmese bien, busque fuentes fidedignas. Dé información a sus empleados, a su familia, manténgase cercano. En los momentos difíciles es cuando más necesitamos a las personas cercanas a nosotros y un empujón de ayuda.
- Observar y reflexionar: Obsérvese a sí mismo y sus reacciones, el pánico no lo llevará a nada bueno. Sea cauteloso en las decisiones que toma con el dinero. ¿Usted o su organización realmente necesitan eso que quiere comprar? ¿en qué forma puede hacer más eficiente su dinero? ¿cómo puede ofrecer mejores servicios a sus clientes para mantenerlos? ¿cómo puede asegurar su trabajo?
- Ahorrar: Y decidir bien dónde colocar su dinero. Seguramente bajo el Buda o el colchón no es un buen lugar.
- Consumir responsablemente: Reduzca sus gastos, elimine los que son innecesarios.
Crisis es solamente una palabra, una lente para ver el mundo. Personas y organizaciones debemos explorar nuevas posibilidades, actuar, no ser presas del pánico, quitarnos el lente de la crisis y el traje de víctima, preguntarnos lo que hoy podemos hacer por nuestras familias, por nuestras organizaciones y nuestros países.
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Sobre el Autor
Actualmente es Director de Cultura en Softtek para Shared Services (México, EUA y Asia).
The Human Element ® Certified Trainer. Con estudios en Psicología, es consultor experto en cultura organizacional e intervenciones con equipos de trabajo. Autor de varios artículos de tono empresarial, educativo y literario. Facilitador en talleres, seminarios y conferencias de temas como comunicación, identidad poderosa, liderazgo y cultura organizacional , entre otros, en organizaciones e instituciones en EUA, China, México, Perú y Colombia trabajando con grupos más de mil personas.
“Mi trabajo es ayudar a las organizaciones con ideas que creen puentes entre las personas, permitiendo así el nacimiento de nuevas posibilidades” Ricardo Combariza.