Actos banales; consecuencias cruciales

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Como describe de forma genial Woody Allen en Match Point, hay momentos en la vida que son determinantes. Hay microcentésimas de segundos en las que el lado de la red en el que cae la pelota marca tu futuro. Probablemente todos tengamos alguno de estos momentos bien identificados; pero lo más seguro es que no seamos conscientes de la mayoría de ellos.

Aquella decisión que no mantuviste hasta el final, aquel beso que no llegaste a dar, aquel contrato que rechazaste o aquella mirada que no mantuviste forjaron sin darnos cuenta nuestra forma de ver el mundo y de cómo éste nos acoge. Estos pequeños actos cambiaron nuestra hoja de ruta y con ella toda nuestra existencia y solo el paso de los años nos permite ver lo cruciales que fueron. Acertados o no.

Sin embargo, hay otras decisiones, a priori también banales, que nos marcan desde el minuto uno. Son actos, casi siempre irreflexivos, que rompen una vida, una relación o una esperanza. Normalmente su consecuencia es inmediata. Una relación loca y sin sentido, un paso de peatones que ignoramos o un semáforo en rojo que nos saltamos una noche de juerga pueden cambiarlo todo de un momento a otro. Tienen el poder de transformar todo nuestro universo y  no tenemos control ninguno sobre ellas.

Son actos banales, que pueden tener consecuencias cruciales, sobre las que no tenemos ningún control. ¡Qué miedo!, ¿no?