Revista Coaching

Actuar a pesar del miedo

Por Raquelcabalga @RaquelCabalga

Actuar a pesar del miedoEl miedo es una emoción primaria desagradable que nos paraliza y nos dice que la amenaza que tenemos delante es mayor que los recursos con los que contamos para hacerle frente. Normalmente se expresa en forma de ansiedad, aprensión, inquietud, temor, desasosiego, pánico, terror, fobia, angustia, incertidumbre…Dichas sensaciones no nos gustan pero todos las hemos sentido siempre con una finalidad positiva que desconocemos: el hacernos sobrevivir y avisarnos del peligro para escapar de él a tiempo.

Cuando sentimos miedo y lo compartimos con otras personas solemos recibir comentarios de este estilo: “¿De verdad te da miedo eso? ¡Pero si no tiene ningún sentido!”. Y es que, ciertamente, el miedo suele ser totalmente irracional pero no por ello significa que no exista o que no suframos con él. Pese a esto, puedo asegurarte que el miedo no es más que la anticipación del dolor y que nunca es real; esto es, únicamente se encuentra en nuestra cabeza.

Mi recomendación personal respecto a este tema no es otra que actuar a pesar del miedo pues la acción es un puente muy sólido entre nuestro mundo interior y el mundo exterior que nos rodea. Acercarte a tus miedos sin huir te ayudará a identificar la situación originaria (¡o el beneficio!) que te provoca ese miedo y, de esta forma, lograrás comprender que ya no tiene sentido seguir limitándote por él. Acepta esa inseguridad sin ridiculizarte porque todos, absolutamente TODOS, hemos sentido o sentimos miedo y superarlo nos ha hecho aún más grandes. De hecho, tanto es así que Ralph Waldo Emerson nos dejó una cita que referencia esta situación:

No ha aprendido las lecciones de la vida quien diariamente no ha vencido algún temor.

Cuento japonés del pescado y el tiburón
Quiero utilizar una anécdota como metáfora, para que puedas valorar la utilidad del miedo… ¿Conoces el Sushi, verdad? Quizás no te guste el pescado crudo pero en Japón es un elemento imprescindible para la gastronomía diaria y ello requiere de una labor pesquera que garantice la mayor calidad y el mejor sabor de los especímenes que llegan a las lonjas y mercados. No obstante, dicha labor ha resultado difícil en muchas ocasiones pues la costa japonesa ha contado con periodos muy largos de tiempo en los que no existía nada que pescar, siendo necesarios largos viajes para cubrir la demanda. Eso supuso establecer nuevos sistemas de trabajo en los que había que congelar el pescado para que pudiera llegar en buenas condiciones a los mercados, tras tanto tiempo en alta mar. Pero… ¿Sabes qué? Las ventas se redujeron pues el pescado congelado no tenía el mismo sabor que el pescado fresco… ¡Aunque todo tiene solución! Los pescadores decidieron invertir en barcos pesqueros mucho más grandes para instalar tanques de agua donde los peces capturados por sus redes pudieran llegar vivos a la costa para evitar su congelación y poder cubrir así la demanda que hacía que esos largos viajes valieran la pena. La cosa tampoco salió muy bien esta vez… Eran tantos días a bordo que los peces se aletargaban dentro de los tanques y su inactividad fomentaba la acumulación de grasa en su cuerpo, variando también el sabor y los estándares de calidad solicitados por la población japonesa. De modo que, tras mucho pensar, los pescadores decidieron mantener el tanque para llegar con los peces vivos pero… ¡Añadiendo a un nuevo huésped en el mismo! Se introdujo un tiburón en cada tanque y, pese a que reducía en cierta medida la cantidad total de la pesca obtenida, conseguía mantener activos y alerta a los peces, como si estuvieran en su hábitat natural durante la travesía en barco. Así pues, los pescadores japoneses lograron rentabilizar sus viajes y vender un pescado fresco y de calidad utilizando el factor miedo de un depredador que se encuentra también en el mar. ¿Qué te parece? ¿En qué medida necesitas introducir “un tiburón” en tu vida o sacarle partido al que ya tienes?

Me gustaría invitarte a llevar a cabo un ejercicio muy revelador que te ayudará a seguir adelante a pesar del miedo. ¡Ponte en marcha aunque te sientas pequeño/a frente a eso que tanto respeto te da! Tenerle respeto a algo te permitirá ser precavido/a y valorar los riesgos pero el miedo solo cortará tus alas, bloqueará tu creatividad e impedirá que fluyas…

Imagínate siendo muy mayor, en tu lecho de muerte… ¿Lo tienes? Sé que no es muy agradable esa visión pero puedes observar tus arrugas, sientes como toda tu fuerza vital y tu historia empiezan a llegar a su fin… Y es el momento de que te hagas algunas preguntas:

  • ¿Quién fui yo?
  • ¿Cómo viví mi vida?
  • ¿Fui el tipo de persona que quise ser?
  • ¿Viví plenamente o con miedo?
  • ¿Conseguí lo que quería para mí y para los que me rodeaban?

Las respuestas que has obtenido te van a ayudar a tomar consciencia de aquello que necesitas mantener, cambiar o hacer diferente para que, llegado tu último día, puedas sentirte satisfecho/a de haber vivido. Asimismo, te darás cuenta que puedes elegir vivir siempre con miedo o aceptar que ese miedo no es malo sino muy útil para tu supervivencia: descubrirás la forma de utilizarlo en tu beneficio y preferirás la libertad que te proporciona actuar a pesar de sentirlo.

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