Revista Libros
Tenemos entre manos “Acuario”, la última novela de David Vann (aunque una aún más reciente, Bright Air Black, se puede adquirir ya on-line sin traducir, y aún tardará unos largos meses en llegar a España). David Vann es uno de esos escritores con una técnica tan refinada y unos límites éticos tan difusos en lo que respecta a la integridad física de sus personajes, que uno como lector se puede esperar absolutamente cualquier cosa: lo que es siempre seguro es que no defrauda.
David Vann fue una sorpresa en 2010 cuando Ediciones Alfabia nos trajo aquella edición impecable de "Sukkwan Island". Después, y ya a manos de Random House, llegaron otros de sus grandes logros como "Caribou Island", "Tierra" y "Goat Mountain". En las primeras novelas se repetían algunos patrones de los que poco a poco Vann se fue desprendiendo para investigar nuevas formas narrativas que sin embargo siguieron estando a la misma altura en calidad.
Un nuevo Vann entre las aguas
La publicación de una nueva novela de David Vann siempre es una grata sorpresa. Si bien considero que algunas entregas como “Cocodrilo” no han estado a la altura, también hay que pensar que este autor lleva mucho tiempo publicando aproximadamente una novela por año y esto puede estar debido a su gran éxito a nivel mundial y a la presión editorial que puede estar sufriendo.
Desde el comienzo, la pauta era tomar un pequeño puñado de personajes de psicología compleja y aislarlos de la sociedad llevándolos a regiones remotas y deshabitadas, que además solían tener climatología adversa (mucho calor, mucho frío) en las que la vida humana resultaba un reto.
La novedad en “Acuario” estriba en una nueva forma de renunciar a la sociedad estando inmersa en ella: despoja a sus personajes del dinero suficiente, convirtiéndolos así en ciudadanos de segunda categoría, pasando penurias en una casa de protección oficial a las afueras de la ciudad de Seattle. Tenemos a la joven protagonista de la novela, Caitlin, de 12 años y a su madre, Sheri Thompson, que trabaja manejando grandes contenedores con una grúa a las afueras de la ciudad, con unos turnos intempestivos y que además arrastra un doloroso pasado.
Efecto acuarela
El comienzo de “Acuario” parece estar tamizado por uno de esos filtros de imagen de efecto acuático, la pequeña Caitlin observa el mundo como a través de unas gafas azul líquido. Se hacen continuas referencias marinas que harán muy felices a los lectores enamorados del medio acuático. Las descripciones de los peces en sus detalles más curiosos y los tanques enormes del acuario de Seattle desprenden un profundo amor por el reino animal, marino en este caso. Bajo esta premisa termina como tal la infancia de la niña, los acontecimientos se precipitan y su edad resulta escasa para estar a la altura de situaciones que difícilmente puede entender. En este momento, las cálidas y tranquilizadoras referencias marinas desparecen casi por completo de la narración y de pronto todo resulta como un golpe contra el seco asfalto: complejas relaciones familiares, un pasado no resuelto y unas situaciones que en mayor o menor medida a todos nos pueden ser conocidas.
Uno de los rasgos que caracteriza a la pequeña Caitlin es la bondad, y la forma de rehuir la realidad que se le impone es “sumergirse” de forma casi material (suele suceder cuando tiene ataques de pánico), un gesto doloroso que inevitablemente nos recuerda a la maravillosa “El gran azul”, la película sobre apnea de Luc Besson.
La adolescencia puesta a prueba
Para cualquier escritor es un reto ponerse en la piel de personajes infantiles o adolescentes, muchos olvidamos fácilmente con los años los sentimientos encontrados que suelen marcar esa etapa llena de cambios que parece interminable mientras aún se está en ella. Es remarcable la perfección con la que Vann se pone en la piel de la madre y la hija en sus diferentes edades y circunstancias, entra y sale a placer: la forma en que ambas reaccionan ante las mismas situaciones, etc. Es destacable también cómo el universo adolescente, tan complejo y cambiante, está perfectamente representado.
Toda la novela está narrada en primera persona por la misma Caitlin, que recuerda esa época que marcó un antes y un después en su vida mientras la observa ya desde lejos y a salvo, veinte años después. De esta forma, obtenemos casi un personaje más, puesto que sus oportunas intervenciones, puntualizando los acontecimientos que va narrando, hace que tengamos una visión de aquellos hechos con muchas perspectivas confluyendo.
La dureza de las situaciones familiares se complementan a la perfección con la llegada de la india Shalini, una compañera de clase de Caitlin, que aporta un contrapunto cálido y acogedor que además le sirve a Vann para reivindicar importantes situaciones sociales que aún siguen estando mal vistas en sociedades supuestamente modernas, pero no vamos a desvelar la trama ni los sorprendentes giros argumentales que nos depara.
Conclusiones finales
“Acuario” me ha gustado tanto, que la incluyo sin dudar entre las mejores entregas de este admirable autor. Antes de llegar a la mitad de la novela los personajes ya están contra las cuerdas de sus propios límites, el lector paralizado por el espanto pero por ese interés morboso tan humano, deseoso aún por seguir leyendo: “Acuario” es, sin ninguna duda, David Vann en estado puro.
El escenario donde se desarrollan los acontecimientos es la ciudad de Seattle, en el estado de Washington, EEUU: el lector curioso podrá acceder a información on-line sobre el acuario de la ciudad, que existe realmente y resulta clave dentro de esta trama; y, ya puestos, investigar sobre la larga tradición cultural de la ciudad, cuna del grunge.
Muy recomendado, en fin, una edición bastante impecable y con una buena cantidad de frases remarcables, es una de esas buenas novelas que invitan a la reflexión y que nos sigue acompañando aún después de cerrar el libro.