Revista Opinión

Acuerdo de bases, común y compartido

Publicado el 18 septiembre 2010 por Javiermadrazo
Mikel Arana, Coordinador general de Ezker Batua-Berdeak, ha acertado de lleno al proponer la creación de una mesa de partidos, con presencia de Batasuna, que permita sentar las bases de un acuerdo de mínimos, que marque una hoja de ruta común y compartida por la cual deberá discurrir, antes o después, el proceso de paz, normalización política y reconciliación social en Euskadi.  La fórmula planteada por Ezker Batua-Berdeak resulta sensata, lógica, razonada y bien fundada; sólo por ello merece ser tomada en consideración. Lo he dicho con anterioridad en este mismo blog y lo repito ahora:  el lehendakari debe liderar la iniciativa política ante la tregua de ETA, en colaboración y coordinación con el conjunto de partidos y agentes sociales, sumando, además, la voz de la ciudadanía.  Patxi López no puede actuar sine die en Euskadi como portavoz del Ministerio del Interior del Estado.  Quiera o no está llamado, por responsabilidad, a gestionar un escenario nuevo, que puede conducirnos a un futuro sin ETA y sin violencia.Mikel Arana le ha puesto sobre la mesa una opción tan válida como legítima. Promover el diálogo político en este contexto es una obligación ineludible del lehendakari si quiere ganarse el respeto de la sociedad vasca, que espera de su máximo representante hechos concretos y no sólo palabras huecas. La izquierda abertzale  ha dado un paso hacia adelante al apostar por las vías exclusivamente políticas y democráticas, y ETA, por su parte,  ha anunciado un cese de sus actividades, que podrá ser insuficiente, pero no por ello menos relevante.¿Qué mal puede haber en convocar a las formaciones políticas para hablar y analizar las posibilidades de pactar un documento de mínimos, que defina las líneas básicas por las que debe discurrir un proceso de paz, normalización y reconciliación?  Si no lo hacemos así, desde el respeto, la transparencia, el diálogo y el consenso, nos hundiremos en un impasse, en el que cada quien velará por sus intereses, olvidando que la prioridad es la superación definitiva de la violencia y no los cálculos electorales y partidistas.  Ezker Batua-Berdeak ha sido valiente. No tiene sentido que cada formación política presente por separado su alternativa a los medios de comunicación, reivindicando su espacio y su protagonismo; ahora, lo que toca es un un acuerdo de bases, común y compartido.    

ZP, ESCUDERO DE SARKOZY

El  giro a la derecha del presidente Zapatero se ha convertido, a estas alturas, en un auténtico derrapaje;  mientras José Durao Barroso, nada sospechoso de proximidad con la izquierda,  reprochaba a Nicolás Sarkozy su política de expulsión de personas de etnia gitana residentes en Francia, Zapatero con la fe del converso salía en defensa del presidente galo y criticaba con dureza a la Comisaria de Justicia de la Unión Europea, Viviane Reding, por haber denunciado públicamente unas deportaciones que atentan contra los derechos humanos y la legalidad. Justo lo que debería haber hecho él si aún creyera  en los derechos de ciudadanía.

Sin embargo, el secretario general del PSOE sacó la cara en todo momento a Sarkozy, calificó como “fuera de lugar” las imputaciones contra Francia y dió por buenas las explicaciones del mandatario galo, que ha hecho suyo en la práctica el discurso de Le Pen. La deriva de Zapatero llega a tal punto que el diario El País, en su editorial de ayer, tachaba de “preocupante” la intervención del presidente español “ante el atropello que se está cometiendo contra cientos de gitanos” en Francia.  Para el periódico de Polanco,  no es comprensible “la connivencia demostrada por un gobierno como el español que se dice socialista“.  Y eso que son amigos y aliados.

También el secretario general de la Unión Romaní, Manuel García, llamó ayer “hipócrita” a Zapatero, por secundar las deportaciones puestas en marcha por Sarkozy.  El racismo y la xenofobia se imponen, se justifican y se legitiman en Europa por dirigentes políticos que harán historia por su intransigencia e intolerancia.  Con el tiempo se avergonzarán de sus decisiones, que nos hacen más insolidarios y prepotentes.  La crisis económica es la coartada para hacer más digerible ante la población la política de exportaciones, como lo está siendo para imponer el recorte del gasto social, la reforma laboral o el retraso de la edad de jubilación. No me gusta esta Europa, cómplice de la patronal y la banca, a las que mima y protege, y, en cambio, fría y cruel como un verdugo con las personas que la habitan.


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