CAP. 6 ACUMULAR, ACUMULAR, ACUMULAR
Como norma general, casi todo el mundo acumulamos posesiones. Como todos sabemos es una enfermedad, la cual, muchos tienen, y han de luchar si la padecen. No lo pueden remediar. Según he visto en reportajes de la televisión, lo compran y lo dejan en algún lugar de la vivienda en el medio donde ya no pueden ni pasar, ni vivir, pero les da igual. ¿Qué les pasará por la mente cuando lo compran?: “lo necesito”, o “lo quiero” o alguna otra cosa. Tampoco pienso que se digan a sí mismos, lo compraré porqué aunque no lo necesito no me importa, lo acumularé. No, no creo que sea así.
Otra cosa sería, si uno está haciendo un trabajo y quiere completarlo pero le falta aquella herramienta para terminar bien el trabajo, la utiliza y luego ya no la vuelve a coger nunca más, o para guardar lo que ha hecho, que compre ese algo y luego se olvide y ya no lo utilice o no lo necesite más.
Todos tenemos muchas cosas en casa. Si se hiciera una limpieza general y nos dijéramos para nosotros mismos, “sólo voy a guardar lo que verdaderamente utilizaré y lo demás lo depositaré en algún lugar para que el que no tenga no sufra por no tenerlo y disfrute de tener una posesión o de utilizarlo”, primero, eso es imposible de que pensemos así y segundo, no sabemos si en un futuro cercano o lejano necesitaremos esa cosa. Así que nos dedicamos a acumular y acumular, porqué claro, eso ya lo hemos comprado, nos ha costado un dinero y si en una semana lo necesitamos otra vez, no vamos a volverlo a comprar, ¿no?
Todo esto que he explicado viene a raíz del problema en que me encuentro ahora mismo.
Cuando tuve un empleo a muchos km de casa, estuve durante seis meses conduciendo ida y vuelta, gastando gasolina y tiempo sin poder hacer otra cosa hasta que al final opté por comprar un piso pues si alquilaba uno, como normalmente están amueblados, no me cabían las cosas que yo ya tenía. Opte por la compra y me la concedieron. Pero, aunque tenía muchas cosas, siempre faltan otras sobretodo muebles y trabajando, necesitas llenar esa parte del piso que está vacía por si viene alguien invitado a comer, por ejemplo muebles de comedor o alguna cama, o necesitas electrodomésticos que no hay. En fin, vas comprando, según necesidad y no una exageración.
Cuando parece que tienes las cosas que necesitas más o menos, resulta que se te acaba el trabajo y aunque se consigue otro y otro acabas por no tener, pero lo que sí tienes es un piso y lleno de muebles y utensilios.
Yo lo cuento así para que se vea en el problema que sin pensarlo me vi. La necesidad de hacer un traslado y colocar todas esas posesiones en otro piso. Lo hice y bien colocado cabía todo y no estaba mal, cabía bien. Al cabo de unos cuantos años, lo que había parecido una solución se convirtió otra vez en un problema pues también tuve que sacar todas las cosas de ese segundo piso y llevarlo a la casa familiar.
Ahora, después de que me he quedado sola en esta vida, resulta que las acumulaciones que he hecho durante veinte años me están pesando mucho. Porqué, pues de la casa familiar también tengo que salir, ¿dónde coloco todo esto que en un tiempo fue imprescindible? ¿Qué aré sin esas cosas que son necesarias para la vida cotidiana? Si, como me han aconsejado, me desprendo de todo, que en realidad es parte de tres viviendas, eso es un problema muy grande pues primero: ¿a quién se las doy?, ¿qué voy a hacer si no tengo nada de lo que se necesita para vivir?, ¿dónde pondré mis cosas personales? Después de todo, yo no he muerto como mi madre y aunque ahora mismo no tenga donde depositar ni mis huesos, sigo buscando desesperada el trabajo por el cual me moví hace seis meses y que me ha traído más penas que alegrías o trabajo, bueno, trabajo sí, me harté de trabajar sin descansar sólo podía estar por mi madre y ahora me encuentro sin trabajo, sin madre y encima tener que desprenderme do todo lo que tengo.
Yo me pregunto, ¿Por qué compré tantas cosas, y quise tener todo el piso en condiciones? ¿Por qué tengo de algunas cosas dos o tres repetidas?, la respuesta ya la sé, pero si hubiese sabido cuando o en qué tiempo me pasaría lo que me está pasando ahora, seguro que no hubiese comprado ni la mitad, hubiese tenido el dinero, pues uno siempre piensa en qué se gastará lo que cobra de un trabajo que tiene, que para eso se trabaja.
Ahora digo con todas mis fuerzas, ¡ojalá tuviese sólo una cuarta parte de las cosas que tengo en estos momentos!
Serían más fáciles y con menos dilemas a la hora de decidir lo que hago, donde lo dejo, o si sigo pagando un lugar donde me lo guarden,(o sea, gastar más todavía), por si en un futuro no muy lejano puedo volver a recuperar mi vida aunque sea en solitario, sin mi madre, y vuelva a necesitar todo esto, pero entonces el problema será otra vez el traslado o mudanza, que ya empiezo a estar cansada de tanto traslado y tanta mudanza.
El dilema es: ¿lo sigo acumulando? O me desprendo de todo ello como aconsejaríamos, seguro, a cualquiera que nos los preguntase.