Generalmente pensamos que los altavoces de nuestro equipo de música o de nuestro Home Cinema son el elemento más importante a la hora de producir sensaciones auditivas cuando disfrutamos de una canción o de una película. En la realidad hay muchos factores adicionales que condicionan el sonido que llega hasta nuestros oídos.
Así el sonido que llega a nuestros oídos en una sala es una mezcla del sonido directo percibido directamente desde los altavoces y del sonido indirecto reflejado por las paredes, el suelo, el techo hasta alcanzar nuestros oídos.
Los sonidos reflejados tienen un lado positivo y otro negativo. Por el lado positivo el sonido se percibe con más fuerza dando una mayo sensación de plenitud.
Por la parte negativa las reflexiones es que distorsionan el sonido, anulando ciertas notas y haciendo que otras suenen más fuertes. Así la calidad tonal del sonido se puede ver afectada provocando que ciertos instrumentos cuyas notas suenan en un determinado rango de frecuencias queden oscurecidos frente a otros.
Por todas estas razones la sala es el verdadero componente final del sistema, y como cualquier otro componente del sistema debe tenerse en cuenta a la hora de mejorar la calidad del sonido.
Los tres conceptos básicos a la hora de hablar del acondicionamiento acústico de salas son: reflexión, absorción y difusión. El sonido reflejado es necesario para que la música y el habla suenen de forma más natural, pero en exceso puede afectar a la inteligibilidad de un discurso o a la calidad del sonido percibido. Por tanto estas reflexiones deben ser controladas bien mediante elementos absorbentes o mediante elementos difusivos.
El tratamiento acústico de salas puede resultar tan simple como instalar cortinas frente a las ventanas o alfombras en el suelo o más complejo mediante el tratamiento de la sala mediante materiales especialmente diseñados que modifiquen su respuesta.