Revista Cultura y Ocio

Ad catacumbas, catacumbas en la antigua Roma

Por Melisenda1997

El pez se menciona con frecuencia en el Nuevo Testamento en relación con los milagros de Cristo, en las parábolas, y con la función de los apóstoles como pescadores de hombres. Además es junto con el pan, símbolo de la eucaristía. El nombre del pez en griego ichtys corresponde a un acróstico Iēsoûs Khrīstós, Theoû Huiós, Sōtḗr que significa Jesucristo, Hijo de Dios Salvador.
"Veo a los comensales que se reparten en mesas separadas, y todos llenos con abundancia de comida, de forma que ante sus ojos aparece la abundancia ofrecida por la bendición del Evangelio y la imagen de esas multitudes a quien Cristo, el verdadero Pan y Pez del agua de la vida, llenó con cinco panes y dos peces." (Paulino de Nola, Epístolas, 13, 11)
Símbolos de la paz son la paloma y la rama de olivo, y la primera representa también al Espíritu Santo, el cual desciende sobre Jesús en su bautismo.


Con el tiempo estos símbolos fueron sustituidos por la cruz, el crucifijo o escena de crucifixión.


Las primeras manifestaciones de la pintura cristiana de época romana proceden de las catacumbas y se remontan a finales del siglo II y comienzos del siglo III d. C., y, contrariamente a lo que podría creerse, las catacumbas romanas nunca fueron pintadas para hacerlas más bellas estéticamente en su conjunto, sino que solamente un pequeño número de cámaras o de arcos funerarios fueron decoradas con pinturas por parte de los pocos cristianos afortunados de la época.
Durante el siglo III, con la llegada del cristianismo a las clases medias y altas, se produce un hecho fundamental para la historia del arte cristiano: la aparición de una clientela artística cristiana con el suficiente nivel económico como para despertar el interés de los talleres artísticos, donde trabajan los artesanos en base a unos modelos previamente establecidos, que se ven obligados a proveerse de un repertorio iconográfico cristiano que pueda satisfacer la creciente demanda de los nuevos clientes. Existe una limitación del repertorio iconográfico que utiliza la imaginería cristiana del siglo III que la lleva a repetir, casi con monotonía, las mismas escenas una y otra vez. Estas evocan un sentimiento religioso y un código ético que prefesan un grupo de cristianos. Es posible que la Iglesia seleccionase o recomendase las escenas que debían representarse, aunque no está claro que su intención fuese puramente didáctica.

La imaginería funeraria que ha llegado hasta nuestros días es esencialmente optimista, ya que no aparece ninguna escena violenta, ninguna angustia, debido a que estos cristianos han puesto sus esperanzas en otro mundo, su optimismo reside en el más allá y no en el presente en que viven.
"La situación, pues, se mueve entre estos dos condicionantes: los que en esta vida corporal y terrena han sido felices, serán eternamente desgraciados, porque ya disfrutaron de los bienes que prefirieron; y esto sucede a los que adoran a los dioses y desprecian a Dios; los que, en pos de la justicia en esta vida, han sido desgraciados, despreciados, pobres y vejados frecuentemente con persecuciones e injurias a causa de la propia justicia -y éste es el único camino para llegar a la virtud-, serán eternamente felices, gozando incluso de bienes, puesto que ya soportaron los males; y esto sucede a los que, despreciando a los dioses terrestres y los bienes perecederos, siguen la celestial religión de Dios, cuyos bienes, de la misma forma que el que los concede, son eternos." (Lactancio, Instituciones divinas, VII, 11)
En las pinturas anteriores a la época de Constantino se muestran motivos ya presentes en la pintura de tradición funeraria pagana que se vinculan a la paz, la felicidad la salvación y el estilo de vida cristiano, y que indican que las imágenes cristianas se adaptaron a las prácticas funerarias que estaban fuertemente enraizadas en la sociedad romana. Así aparecen pájaros, frutas, máscaras, genios, guirnaldas, peces, escenas bucólicas y motivos marinos.

Las representaciones de jardines pueden interpretarse como el paraíso del que gozan los difuntos y la representación de flores, pétalos o guirnaldas dispersas por la superficie de los cubículos podían aludir a ese mismo paraíso.
"Y siendo esto así, consolaos con estas palabras y con la esperanza de la verdad recobrad vuestros corazones llenos de fe. Tened la seguridad de que Celso, vuestra común prenda, disfruta en la luz del cielo de la leche y de la miel de los vivos; acaso el fecundo Abrahán le da calor acogiéndolo en su regazo y el cariñoso Eleazar lo alimenta con el rocío de su dedo, o bien que en la compañía de los niños de Belén, a los que el perverso Herodes mató por odio, juega en medio del perfumado bosque del Paraíso y teje coronas que serán premio de los venerables mártires. Junto con éstos el niño acompañará al Cordero Real unido a los coros de las vírgenes." (Paulino de Nola, Poemas, 31)

El pavo real que fue ampliamente representado en la imaginería pagana debido a una antigua creencia de que la carne del pavo real era incorruptible y permanecía sin descomponerse incluso después de la muerte. San Agustín puso a prueba esta teoría y quedó sorprendido por el tiempo que resistió, según desvela en La ciudad de Dios:
"Y ¿quién sino Dios, creador de todas las cosas, dio a la carne del pavo real muerto la prerrogativa de no pudrirse o corromperse? Lo cual, como me pareciese increíble cuando lo oí, sucedió que en la ciudad de Cartago nos pusieron a la mesa una ave de éstas cocida, y tomando una parte de la pechuga, la que me pareció, la mandé guardar; y habiéndola sacado y manifestado después de muchos días, en los cuales cualquiera otra carne cocida se hubiera corrompido, nada me ofendió el olor; volví a guardarla, y al cabo de más de treinta días la hallamos del mismo modo, y lo mismo pasado un año, a excepción de que en el bulto estaba disminuida, pues se advertía estar ya seca y enjuta." (Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, XXI, 4)
Este extraño fenómeno y el hecho de que las plumas del pavo real se mudan anualmente para dar paso a plumas nuevas llevó a muchas culturas del mundo antiguo a considerar al pavo real como un símbolo de inmortalidad y resurrección. Además, a los cristianos el patrón en forma de ojo en el plumaje del pavo real les recordaba el ojo que todo lo ve de Dios, y, por todo ello, los pavos reales se encontraban frecuentemente en las catacumbas e iglesias cristianas y se representaban de forma prominente en tumbas, como una alegoría perfecta de la vida eterna y la inmortalidad del alma.

Las escenas de banquete, que ya aparecían en el mundo funerario pagano, también se representan en las catacumbas, pues las primeras comunidades cristianas celebraron, casi desde sus mismos inicios y sin que importara de qué tradiciones paganas o judías procediera, una comida en común o ágape de carácter religioso que se centraba en la acción de gracias y, que, en un principio, cumplía la doble función de saciar el hambre, especialmente de los acólitos más pobres, y de establecer un sacramento de unión y confraternización a semejanza de la última cena de Cristo.
"Nuestra cena da razón de sí por su nombre: se llama lo mismo que el amor entre los griegos. Sea cual fuere el gasto que produce, es una ganancia hacer un gasto por motivos de piedad, ya que los pobres y los que se benefician de este refrigerio no se asemejan a los parásitos de vuestra sociedad, que aspiran a la gloria de esclavizar su libertad a instancias del vientre, en medio de gracias groseras, sino porque ante Dios tiene más valor la consideración de los que tienen pocos medios. Si es honroso el motivo del banquete, valorad, teniéndoos a la causa, el modo en que se desarrolla: lo que se hace por obligación religiosa no admite ni vileza ni inmoderación. No se sientan a la mesa antes de gustar previamente la oración a Dios; se come lo que toman los que tienen hambre; se bebe en la medida en que es beneficioso a los de buenas costumbres [...] Después de lavarse las manos y encender las velas, cada cual según sus posibilidades, tomando inspiración en la Sagrada Escritura o en su propio talento, se pone en medio para cantar a Dios: de ahí puede deducirse de qué modo había bebido. Igualmente la oración pone fin al banquete." (Tertuliano, Apologético, 39)


Otro motivo son las representaciones de oficios relacionados con el mundo de los obreros, los artesanos y los comerciantes que ofrece un interesante muestrario social. Entre ellos destaca la figura de los mencionados fossores.

Ad catacumbas, catacumbas en la antigua Roma


Junto a estos motivos que ya aparecían en la iconografía pagana se empiezan a representar escenas que remiten al Antiguo y Nuevo Testamento. Del primero se repite con frecuencia el episodio de Daniel en el foso de los leones, el de Jonás engullido por la ballena y expulsado por ella, Noé salvado de las aguas, los tres hermanos en el horno, todos salvados por la providencia divina.

"Pero tocó a Dios, con cuya inspiración se escribían estos sucesos, el disponer y distinguir primeramente estas dos compañías con sus diversas generaciones, para que se tejiesen de una parte las generaciones de los hombres, esto es, de los que vivían según el hombre, y de otra las de los hijos de Dios, esto es, de los que vivían según Dios, hasta el Diluvio, donde se refiere la distinción y la unión de ambas sociedades: la distinción, porque se refieren de por si las generaciones de ambas, la una de Caín; que mató a su hermano, y la otra del otro, que se llamó Seth, porque también éste había nacido de Adán, en lugar del que mató, Caín; y la unión porque declinando y empeorando los buenos, se hicieron todos tales que los asoló y consumió con el Diluvio, a excepción de un justo que se llamaba Noé, su mujer, sus tres hijos y sus tres nueras, cuyas ocho personas merecieron escapar por medio del Arca de la sumersión y destrucción universal de todos los mortales." (San Agustín, La Ciudad de Dios, XV, 8)

En todas estas escenas los personajes aparecen en actitud de oración o agradecimiento por la intervención divina para su salvación, además de servir como petición a Dios de que conceda esa misma ayuda a los difuntos.


Las escenas relativas al Nuevo Testamento muestran la vida pública de Cristo, los milagros principalmente, como la resurrección de Lázaro, la curación del paralítico, y más, pero no se representan todavía escenas de su Infancia, la Pasión ni la Resurrección.

Más hacia finales del siglo III y durante el IV se hacen frecuentes las imágenes de la Orante, de los santos y la Virgen María con el niño.
La figura de la orante en las catacumbas tuvo su punto culminante en el siglo III cuando los cristianos todavía no habían encontrado una forma precisa de diferenciarse de su entorno y debían recurrir a a las imágenes ya conocidas dotándolas de un nuevo significado. De esta forma la figura de la orante se asimila a la de la Pietas, divinidad romana pagana, asociada a la correcta conducción de los ritos, al mantenimiento de una actitud apropiada hacia lo divino, el respeto a los muertos y a la seguridad de la vida en el más allá, virtudes todas que eran análogas a las creencias cristianas en la vida eterna y la corrección de la conducta religiosa.


El gesto que muestra la figura de la orante (o del orante) tenía por tanto un doble aspecto ritual y funerario, en el que tanto podía suponer la petición por parte de fieles de la intervención divina para la salvación del alma del difunto, como la representación de la piedad del propio difunto solicitando la salvación eterna.
"Encomendamos nuestras oraciones a Dios cuando rezamos con modestia y humildad, con las manos no demasiado elevadas, pero con moderación y adecuadamente; y el rostro levantado sin atrevimiento." (Tertuliano, De la oración, XVII)
También se ha interpretado como la imagen del alma del difunto que ya en el cielo enseña a los que la observan como la fe, representada por la oración y la piedad, ha permitido lograr su salvación. Asimismo, la aparición de la figura de una mujer orante en la mayor parte de casos ha llevado a considerar que se refiriera a la intervención de las viudas, citadas en el Nuevo Testamento, como encargadas, mediante sus oraciones, de buscar el poder de Dios para conseguir la salvación del alma de los difuntos.
"Las viudas presentes y que lloran copiosamente pueden no sólo librar no de la muerte presente, sino también de la muerte futura." ( Juan Crisóstomo, Homilía XXI, 4, 7)


En algunas de las catacumbas, como la de Via Latina en Roma, la decoración pictórica alterna temas cristianos con otros paganos, como el de los trabajos de Hércules, lo que podría llevar a la teoría, sin comprobar, de que se tratase de un cementerio privado, en el que recibiesen sepultura tanto miembros de la familia cristianos como paganos cada uno con sus propias creencias.

"Aquí yace Regina, cubierta por esta tumba que su marido ha erigido como corresponde a su amor. Ella estuvo con él ventiun años, cuatro meses y ocho días. Ellá vivirá de nuevo, volverá a la luz otra vez, porque ella puede esperar, como es nuestra verdadera fe, la promesa de vida a los dignos y piadosos, y ha merecido tener una morada en la tierra santificada.
Aunque las catacumbas cristianas son las más conocidas porque han sido bien conservadas por la Iglesia Católica por ser lugares de enterramiento de los mártires y los primeros lugares de culto, los judíos también usaban catacumbas, siendo estas, según algunas investigaciones, más antiguas que las cristianas.
Como los cementerios de los primeros cristianos, las catacumbas judías estaban situadas fuera de las murallas de la ciudad, siguiendo las directrices que regulaban la convivencia en Roma y que aparecían recogidas en la Ley de las XII Tablas. De este modo, los enterramientos se practicaban fuera del pomerium, que delimitaba el límite sagrado de la ciudad.
Todo esto te lo ha asegurado tu piedad, tu casta vida, tu amor por tu gente, tu respeto por la Torah, tu devoción por tu matrimonio que te era tan querido. Por todos estos hechos tu esperanza en el futuro está asegurada, lo que conforta a tu apenado esposo." (CIJ 476)


Como en la mayoría de cementerios subterráneos, los difuntos se enterraban en loculi tallados en la piedra de toba blanda que se sellaban con yeso. La portada a menudo se inscribiría con el nombre del difunto, así como oraciones o invocaciones. Los que podían permitírselo estaban enterrados en capillas más grandes con arcosolia, cuyas paredes y techos estaban elegantemente decorados con motivos judíos como la menorá y el Arca de la Alianza, o frutos simbólicos como la granada.
Los nombres de las catacumbas tienen diversas procedencias. Algunas llevan el nombre de miembros de familias ricas que habían proporcionado el terreno para la construcción del lugar de enterramiento, como las de Domitila, Priscila o Praetextatus; otras se denominaban por su localización o característica distintiva, como, por ejemplo, la de Ad Decimum, que debía servir como cementerio para la población en torno a la mansio (parada oficial en la calzada para servicio postal) llamada Ad Decimum porque estaba situada en el décimo miliario de la Via Latina. En el siglo IV con la extensión del cristianismo y del culto a los mártires y santos, muchos cementerios cristianos recibieron el nombre de los mártires enterrados en ellos, como es el caso de las catacumbas de San Sebastián en Roma y San Genaro en Nápoles, ambos santos y mártires ejecutados durante la persecución de Diocleciano.


Bibliografía
Historia de la cultura material del mundo clásico, Mar Zarzalejos Prieto, Carmen Guiral Pelegrín y M.ª Pilar San Nicolás Pedraz
Función y justificación de la imagen en el arte paleocristiano: la iconografía cristiana antes de la Paz de la Iglesia, Manel Miró Alaix
En torno a las catacumbas cristianas de Roma: historia y aspectos iconográficos de sus pinturas, Silvio Strano
Traditio Legis y otras representaciones iconográficas a través de objetos de vidrio y vidriados, Juan Carlos Olivera Delgado
El ágape y los banquetes rituales en el cristianismo antiguo, Raúl González Salinero
The Greco-Roman Influence on Early Christian Art, Tim Ganshirt
The Art of the Catacombs, Fabrizio Bisconti
The Catacombs, Vincenzo Fiocchi Nicolai
The Jewish Catacombs at Villa Torlonia (Rome) -Notes on the Architecture and Dating, Yuval Baruch, Alexander Wiegmann y Ayelet Dayan
Petition, Prostration, and Tears: Painting and Prayer in Roman Catacombs, Dale Kinney
Prayer and Piety: the Orans-figure in the Christian Catacombs of Rome, Reita J. Sutherland


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