Termas de Pompeya, ilustración de Marc Henniquiau
Durante la República eran los ediles los encargados de la supervisión de la gestión de las termas públicas (thermae publicae), la cual recaía sobre un gerente (conductor), que se encargaba de la gestión económica y administrativa, de la limpieza, de controlar la temperatura y mantener el orden, por lo que recibía un salario público."Pero, oh dioses, ¿cuánto ayudaría entrar en aquellos baños oscuros, decorados con estucos vulgares, si supieras que te había calentado el agua con su propia mano Catón, o Fabio Máximo, o alguno de los Cornelios cuando eran ediles? Pues estos nobilísimos ediles cumplían con su obligación de entrar en estos lugares que acogían al pueblo, y exigían limpieza y una temperatura del agua y del ambiente útil y saludable, no como la de ahora que es semejante a un incendio, de tal forma que parece la más apropiada para lavar vivo a un esclavo convicto de algún delito. Me parece que ya no se ve la diferencia entre un baño ardiente o caliente." (Séneca, Epístolas, 86)
El conductor tenía a su cargo varios trabajadores, generalmente siervos especializados en ciertas labores, como el balneator, jefe responsable del baño, el fornacator que controlaba la temperatura de los hornos para el calentamiento correcto del agua, el tractator que era el encargado de los masajes corporales, el unctor que aplicaba aceites y perfumes, el destrictarius que lavaba y frotaba a los clientes, el alipius que depilaba a los bañistas, el capsarius que custodiaba las ropas en el interior de las termas, además del exercitator o entrenador en la palestra y el medicus que asistía a los enfermos o accidentados.
"Siempre que se trata de algún bañista indolente, al que le basta la fricción ordinaria, oigo el chasquido de la mano al sacudir la espalda, de un tono diferente conforme se aplique a superficies planas o cóncavas." (Séneca, Epístolas, 56)
Ilustración Castleford Museum, Wakefield, Inglaterra
Las termas públicas abrían normalmente por la mañana con la primera luz diurna, aunque hasta casi al mediodía las estancias no estarían bien caldeadas, y cerraban al anochecer. El baño como rito social ocupaba gran parte de la tarde y la hora octava (a partir de las 2) parece haber sido el momento ideal para su inicio.
"Le anuncian sus devotos a la ternera de Faros la hora octava y la cohorte de lanceros ya se retira y recibe el relevo. Esta hora templa las termas, la anterior exhala excesivos vapores y la sexta da calor en las desmesuradas termas de Nerón." (Marcial, Epigramas, X, 48)
Como el día romano se dividía en 12 horas desde el amanecer hasta el anochecer, siendo la hora sexta el mediodía, la longitud de las horas y el tiempo para bañarse variaba de una estación a otra. Como los bañistas podían pasar horas en las termas, en los días cortos de invierno se necesitaría luz artificial, que aportarían las lámparas de aceite.
"Hizo además una donación de aceite para iluminar las termas, siendo así que hasta entonces no se abrían antes de la aurora y se cerraban antes de la puesta del sol." (Historia Augusta, Alejandro Severo, 24)
Termas de Caracalla, Ilustración de Ken Broeders
Cuando el número de baños públicos creció y la gestión de cada uno de ellos se hizo más complicada, el Estado podía optar por arrendar la instalación a un empresario encargado de su explotación, quien debía responsabilizarse del personal, encargarse de suministros y mantenimiento, pero también de la moral y la higiene. Al finalizar el contrato debía devolver el equipamiento, limpiar la caldera y justificar el empleo de la leña para el calentamiento de la instalación y del agua.
"El arrendatario de los baños, o su socio, debe calentar los baños cada día enteramente a su costa, de acuerdo a su contrato de arrendamiento, hasta el día antes de las primeras calendas de Julio, y tenerlos listos para el uso de las mujeres desde el amanecer hasta la hora séptima y de los hombres desde la hora octava hasta la segunda hora de la noche, de acuerdo con la decisión del procurator de las minas. Debe proporcionar agua en contenedores calentados desde abajo hasta arriba del todo y verterla apropiadamente en las piletas, tanto de los hombres como de las mujeres. El arrendatario debe cobrar medio as de bronce a cada hombre y un as de bronce a cada mujer." (CIL 2, 5181= ILS 6891, Vipasca, Hispania Lusitania, II d. C.)
Ilustración de la casa romana y termas de Billinsgate, Inglaterra
A continuación se puede ver un contrato para el arrendamiento por tres años de un edificio termal y un contenedor de paja anexo en una propiedad de dos caballeros romanos en las cercanías de Theogonis (Egipto); el arrendador, Herakleides, hijo de Isidoros, el administrador de la finca, asume el pago de los impuestos de los baños, por otro lado, los arrendatarios, Diodoros, hijo de Euphranor, y Patynis, el joven, hijo de Philon, deben pagar una renta de 265 artabas de trigo, además de los gastos de mantenimiento de los baños."Herakleides … ha arrendado a Diodoros … y Patynis …, los baños que pertenecen a la finca en el pueblo de Theogonis, en los que hay tres recipientes de bronce, y el contenedor de paja que hay junto al baño, que tiene paja. Este alquiler es por tres años desde el año veintiuno de Tiberio César Augusto, con la condición de que dichos arrendatarios harán funcionar los baños cada mes en días alternos y durante los festivales, suministrarán suficiente paja y trabajadores, además de otros requisitos, pagando una renta de 265 artabas de trigo nuevo y limpio…." (Papiro Michigan. 312)
Las pequeñas poblaciones tendrían uno o varios establecimientos termales en los que la gestión sería privada (balnea meritoria), que proporcionarían servicio a sus propios habitantes y a los residentes de las villas de su entorno.
"Las necesidades de un hombre sencillo pueden ser igualmente satisfechas por una pequeña aldea de la que tan solo nos separa una villa. En ella hay tres baños de pago, que suponen una gran comodidad, si una súbita llegada o una estancia demasiado breve te disuade de calentar el baño en tu casa." (Plinio, Epístolas, II, 17, 26)
Ilustración de un laconicum, Bath, Inglaterra
La construcción de unas termas nuevas podía ser costeada por un particular, algún ciudadano notable o con cargo municipal que desease ser recordado u honrado por sus conciudadanos o promocionarse socialmente gracias a su riqueza y liberalidad. En tal caso el evergeta recurriría a los servicios de un arquitecto y escogería el modelo constructivo que más se asemejara a sus deseos.
"Recuerdo que en cierta ocasión Celsino Julio el númida y yo fuimos a visitar a Comelio Frontón, que padecía un doloroso ataque de gota. Y, nada más ser introducidos, lo encontramos recostado en una tumbona griega y a su alrededor, sentados, muchos hombres célebres por su sabiduría, por su linaje o por su fortuna. Estaban presentes numerosos obreros contratados para la construcción de unos nuevos baños que mostraban diferentes bocetos diseñados en pergaminos. Tras elegir uno de los modelos diseñados, preguntó cuánto dinero costaría la realización de la obra completa, y, al decirle el arquitecto que le parecían necesarios unos trescientos mil sestercios, uno de los amigos de Frontón comentó: `Y otros cincuenta mil, poco más o menos´." (Aulo Gelio, Noches Áticas, XIX, 10, 1-4)
Los baños públicos municipales podían obtener ingresos de cuatro maneras distintas: el cobro de una entrada, donaciones privadas, subvenciones públicas y por el uso de tierras públicas.
En los baños normalmente se pagaba una tarifa de entrada, llamada balneaticum en algunos sitios. Algunos grupos de personas, en ocasiones, estaban exentos de pagar, y algunos individuos podían ser recompensados con baños gratis. Proporcionar baños gratis para ciertos grupos de la sociedad durante cierto tiempo, como periodos electorales o festivales, se convirtió en una forma popular de donación por parte de algunos ricos benefactores, que incluían ciudadanos particulares, administraciones públicas y el propio emperador.
Otra fuente de ingresos era el arrendamiento de puestos de comida u otras mercancías como atestigua el ejemplo del complejo termal de Zeuxippos en Constantinopla, en el que el emperador da instrucciones para que los pórticos se alquilen con el fin de obtener ingresos adicionales.
"El emperador Teodosio Augusto a Severino, prefecto de la ciudad,
Como se ha informado que muchas casas con sus tiendas están en los pórticos de Zeuxippus, ordenamos que los ingresos de dichos lugares, en la cantidad fijada oportunamente, se dedicará sin exención a la instalación de alumbrado y reparación del edificio y cubiertas de estos baños de esta ciudad imperial." [9 de enero de 424](Código Teodosiano, XV, 1, 52)
Edificio termal en la Galia, Ilustración Jean-Claude Golvin
Entre las donaciones que se hacían a los baños podían especificarse sumas de dinero, provisiones de aceite, agua o combustible. En una inscripción de Miseno, hecha por un antiguo duunviro, se indica su donación de 400 cargas de carreta con madera con destino a los baños.
"A Tito Flavio Avito,
Forense duunviro quinquenal, que desempeñó en dos ocasiones y de nuevo todos los cargos, que proveyó carros en número de cuatrocientos con madera dura para aseo de los baños públicos con la consideración de privilegio perpetuo, (y que lo hizo) de forma que los magistrados, por su parte, en los años sucesivos, se lo transfiriesen al hijo de Tito Flavio Avito, varón egregio y patrono de la colonia. Los senadores y el pueblo de Miseno."
Termas en la Galia, Ilustración Jean-Claude Golvin
Otra forma de compensar los gastos de mantenimiento de los baños era con la contribución de lo que en parte occidental del imperio se llamó munus y en la oriental liturgia, que consistía en un sistema de deber social por el que se esperaba que los individuos contribuyesen con labores físicas o económicas en su municipio, dependiendo de su estatus.
“Supimos entonces de un tal Kriseros, un banquero dueño de una gran fortuna, quien con grandes artimañas ocultaba sus riquezas por miedo a los deberes y a los munera públicos.” (Apuleyo, El asno de oro, IV, 9)
La compra de combustible para los baños municipales como munus estaba reservada a las élites locales. Se esperaba que los ciudadanos también ayudasen a su ciudad, pero no siempre debía ser con dinero, sino con trabajo (munus personale), como podía ser ayudar a calentar los baños.
"Después, en un momento en que le estaba hablando con la intención de socorrer la orfandad, la pobreza y la juventud de un discípulo mío; que tenía la obligación de mantener los fuegos en los baños públicos, le descubrió su ira y, revolviendo los ojos y frotándose la nariz con la mano, prorrumpió en grandes gritos y me dijo: ¡Déjame gobernar!, cosa que ahora, desde luego, no haces." (Libanio, Autobiografía, 272)
Horno galorromano. Sciencephoto Library
Como las solicitudes de exoneración de estos deberes públicos eran una práctica habitual, muchos de los consejeros municipales podían acumular varias tareas al mismo tiempo.
"Incluso hay ciudades en las que la misma persona tiene el cometido de recaudar los impuestos, se hace cargo de los baños y, al mismo tiempo, los atiende. ¿Qué significa este enigma? Se ocupa de los baños porque ejerce la prestación de la leña y, a la vez, cogiendo la hidria, el encargado de la liturgia se transforma en bañero. Y si uno le pide agua caliente y otro fría, él, como no se puede dividir en dos, tiene que soportar la ira de ambos." (Libanio, Discursos, II, 34)
Interior de unos baños. Sciencephoto Library
Igual de importante que la construcción de unas nuevas termas era asegurarse su viabilidad a largo plazo. El mantenimiento de los baños, especialmente los erigidos por los emperadores, supuso un reto significativo debido a su tamaño y su dependencia de gran cantidad de agua y combustible. Por ello, al llegar el siglo IV d.C. muchos habían sido abandonados debido a la crisis social y económica del siglo III d.C., que provocó su reducción de tamaño a causa de la incertidumbre sobre el suministro de combustible, los desorbitados costes para calentarlos y las restricciones sobre el uso del agua por el deterioro de los acueductos que no siempre eran rehabilitados, lo que hizo que muchas ciudades no pudieran mantenerlos para su uso original y algunos acabaran transformándose en edificios dedicados a otros usos, como iglesias o industrias.
"Y aunque veían que el acueducto de la ciudad se había roto y que sólo conducía a la ciudad una pequeña cantidad de agua, no prestaban atención al problema y no estaban dispuestos a gastar en él ni la más pequeña suma, pese a que constantemente se formaban grandes aglomeraciones de gente junto a las fuentes y todos los baños se habían cerrado." (Procopio, Historia secreta, XXVI, 23)
Acueducto de Tarragona, foto Samuel López
Mientras que los baños públicos que habían sido construidos por orden de los emperadores y que mostraban grandiosidad y lujo fueron cayendo en desuso durante el bajo Imperio, algunos ciudadanos particulares invirtieron en baños privados, más pequeños y no tan suntuosos, aprovechando la abundancia de agua en ciertas ciudades.
"Cada uno de los baños públicos vierte el caudal de un río y, entre los privados, unos dispensan cantidades análogas a los anteriores y otros no muy inferiores. Todo aquel que tiene posibles para construir un baño al lado de los ya existentes, lo levanta confiadamente gracias a los manantiales que hay, y no teme que la obra sea llevada hasta su terminación más perfecta y, por culpa de su carencia de ninfas, reciba el apodo de «la muy sedienta». Muy al contrario, tanto dista de renunciar a su empresa por escasez de agua que la misma abundancia hace cambiar de opinión hasta a quien no tiene mucha iniciativa. Por ese motivo, cualquier barrio de la ciudad se vanagloria de construcciones privadas de baños que son demasiado numerosas como para poderlas nombrar. Éstos son tanto más hermosos que los públicos, cuanto más pequeños que aquéllos. Y grande es la contienda que sostienen los habitantes de cada barrio sobre la cuestión de en cuál se encuentra el más bello." (Libanio, Discurso, 11, 244-5)
En las termas, pintura de Emilio Vasarri
Sin embargo, algunas termas ya existentes desde el alto Imperio se transformaron entre los siglos IV y VI en unas instalaciones conocidas como baños de verano, solo utilizadas durante los meses más cálidos del año, pero que representaban varios aspectos de resistencia, en cuanto a la arquitectura, porque a pesar de su decadencia, estaban suficientemente intactos como para ser restaurados y mantener su sostenibilidad ahorrando energía, y por lo que respecta a la práctica del baño permitió su continuidad como costumbre inherente a la cultura romana hasta los primeros siglos del imperio bizantino.
Para acometer esta empresa sería necesario recurrir a los recursos que podían aportar cada una de las ciudades que se proponían recuperar los baños, siendo necesario destinar parte de los impuestos recaudados.
"Deben tenerse en cuenta los tributos públicos y hay que confrontar la renovación de los baños de verano con los recursos de la comunidad, para que si algo sobra de los demás desembolsos se consagre a los gastos de la obra; también debe darse un plazo más largo a la renovación, para que una reparación precipitada no le quite algo de solidez." (Símaco, Cartas, IX, 136)
Termas romanas de Fordongiano, Cerdeña. Foto Samuel López
Los nuevos complejos termales se situaron cercanos al centro de la ciudad y se buscó la mejor orientación para aprovechar la buena climatología. Se realizó una nueva configuración espacial para maximizar su eficiencia y asegurar su uso a largo plazo. Mantener estos baños cerrados en los meses más fríos permitió a las ciudades ahorrar en recursos naturales y asegurar la viabilidad de su uso en los meses con temperaturas suaves. Baños de invierno continuaron también en uso, pero reduciendo su tamaño y espacios a calentar y con menor afluencia de bañistas.
"Y, ¿a quién no agradarían los baños? Algunos adaptados al invierno, otros para el verano, algunos protegidos de la violencia del viento, otros como si estuvieran colgados en el aire y sin tocar la tierra…" (Libanio, Discurso 11)
Baños romanos de Cheapside, Londres
Además de una adecuada planificación arquitectónica para aprovechar los recursos de manera más eficiente la restauración y reconversión de las termas necesitó una cuantiosa inversión por patronazgo por la que los notables de la ciudad con suficientes medios, que habían salidos de una difícil etapa con hambrunas, plagas, catástrofes naturales y revueltas sociales, estaban deseando emular a los patrones del Alto Imperio que costearon la construcción de baños para sus conciudadanos o al menos contribuyeron a su mantenimiento y esplendor, mostrando su apoyo a la sostenibilidad de los baños. Al igual que ellos deseaban reconocimiento y prestigio social como también la continuidad de la tradición del baño como manifestación de su romanidad.
"A la buena Fortuna. El muy excelente Rhodopaios, amante de su patria y defensor de la gente, que propició el generoso regalo de los baños olímpicos de verano, que proporcionó trigo, que renovó los placeres que se habían olvidado, el benefactor que nunca debería ser olvidado, ha sido honrado de forma pública y privada por la ciudad con una estatua por tercera vez." (Baños de Adriano, Afrodisias, 542 d.C.)
Baños de Adriano, Afrodisias, Turquía. Foto Samuel López
Algunas inscripciones de agradecimiento muestran las reparaciones llevadas a cabo, y mencionan la inversión hecha en decoración, lo que indica que el patrocinio no tenía solo un objetivo funcional y utilitario, sino que buscaba continuar la tradición imperial de emplear el lujo para que los disfrutasen los residentes de la ciudad.
"[?], funcionario de la ciudad, entre sus otras donaciones con las que ha favorecido a la ciudad junto a los otros funcionarios y todo el pueblo, restauró y dedicó la piscina y la cella soliaris, que estaban deterioradas con muchos agujeros, por lo que se veían los pavimentos por debajo y, también evitaban la retención del calor; y, llevado por su escrupulosa consideración por lo sagrado por el confort de los ciudadanos romanos, introdujo mármoles de diferentes tipos." [(ILAlg 1 2102) Grandes Baños de Madauros, 366/7]
Sala de las Termas del Foro, Ostia, Italia. Foto Samuel López
Algunos propietarios de una domus o villa que estuviera dotada de baños privados podían conceder acceso a estos a determinados grupos de personas con las que el dueño tuviera afinidad, por ejemplo, por pertenecer a la misma asociación, o por tener una relación de patrono-cliente. Si además se abrían los baños a un entorno más amplio como podían ser los habitantes de la población donde se ubicaban, no siendo en este caso la motivación económica, la intención sería obtener prestigio social y establecer relaciones políticas o comerciales que podían ser de utilidad en el futuro. A finales del imperio, había gran competencia entre ciudadanos adinerados por obtener un cargo público, y convertir sus propios baños en semi-públicos, podía ayudar en la carrera política del propietario. Cuanto más ostentosos y mejor equipados estuvieran dichos baños, más respetable aparecería su dueño ante los ojos de sus conciudadanos.
En el Digesto aparece la siguiente provisión en un codicilo:"Que se permita que los baños Julianos, que están anejos a mi casa, sean de uso gratuito para los ciudadanos de Tibur y Scitis, a los que estoy muy unido, de tal manera que puedan bañarse ahí públicamente, a costa y bajo la supervisión de mis herederos, durante seis meses al año." (Digesto, XXXII, 35, 3)
Termas de la villa de Lullingston, Inglaterra. Ilustración de Peter Dunn
Aunque los baños eran lugares destinados al disfrute, había que tomar medidas para la seguridad de los bañistas, porque existían peligros a tener en cuenta, como los robos de pertenencias personales, riesgo de resbalar y caer en el suelo mojado, derrumbe de paredes o techos, quemaduras por agua caliente, transmisión de enfermedades, e incluso riego de morir ahogado.
"Al rey Ptolomeo, saludos de Philista, hija de Lysias, residente en Tricomia.
He sido perjudicada por Petechon, porque mientras me bañaba en los baños de dicha villa el día 7 del mes Tubi del año 1, salí a enjabonarme, y él que estaba en la rotonda de las mujeres trajo las jarras de agua caliente y cuando vació una sobre mí, me escaldó en el vientre y en el muslo izquierdo hasta la rodilla, de forma que mi vida estuvo en peligro. Al encontrarlo lo puse bajo la custodia de Nechthosiris , el jefe de policía de la villa en presencia de Simón el epistates. Te ruego, rey, si te place, como suplicante de tu favor, que ordenes a Diophanes el estratego que escriba a Nechthosiris y Simón para que traigan a Petechon ante él y que pueda investigar el caso … y yo pueda obtener justicia." (Papiro Enteuxis, 82, año 220 a.C.)
Izda. Pintura de Alma-Tadema. Drcha. Pintura de Willem Geets
Bibliografía
Some Aspects of Public Baths in Ptolemaic and Roman Egypt, Hussein M. A. Youssef
Public and Private Bathing in Late Antique North Africa. Changing Habits in a Changing Society?, Sadi Maréchal
Thermal Sustainability: Renovation of Imperial Thermae in Late Antiquity, Allyson McDavid
The Fuel Economy of Public Bathhouses in the Roman Empire, Michael Mietz
Baths and Bathing in Late Antiquity; Michal Zytka
Los baños en Bizancio: Arquitectura, medicina y literatura. Penélope Stavrianopulu Boyatzi
Las termas romanas, establecimientos precursores de los actuales centros acuáticos de ocio, Concepción E. Tuero del Prado